El contenido del despacho
de un senador es uno de los secretos mejor guardados de la Argentina
democrática, quizás sólo superado por el despacho
de una senadora, el cirujano que fue avispa presidencial, o el nombre
de la persona que le robó el piano al general Perón
en Caracas hace como 40 años. Si hasta los gastos de los
senadores son reservados, cómo no van a serlo los objetos
en los que invierten ese dinero que les confiamos para que utilicen,
a discreción. En el despacho de un senador puede haber testimonios
irrefutables, pruebas concluyentes, objetos misteriosos, que demuestren
que en realidad no hay ninguna crisis económica sino que
es un invento de los marcianos para que nos sintamos tristes y así
puedan invadirnos sin problemas, tomar nuestros teléfonos,
nuestra energía, nuestro petróleo y que encima les
debamos dinero. También puede estar celosamente guardado
el contenido de una caja PAN, un menemtrucho de Gostanian, un Bono
del Empréstito Nueve de Julio; el recibo de las Baring Brothers
firmado por Rivadavia, una divisa punzó, un sticker yo
no me rendí y otras reliquias históricas. Pero
no estamos hablando de un senador cualquiera, de esos que guardan
en el despacho el retrato de su querido hermano, y no por una cuestión
afectiva, sino porque es el gobernador de la misma provincia que
él senatorialmente representa; no, estamos hablando del despacho
de un senador cuestionado, acusado, licenciado, ferozmente señalado
y quizás, aunque nosotros no lo sabemos, adinerado. ¿Qué
puede encontrar el juez, no menos cuestionado que el senador en
cuestión, cuando revise su despacho? Veamos:
Un ejemplar de la Biblia
con sólo nueve Mandamientos.
Un ejemplar del libro
Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie.
Una foto autografiada
de Vicente L. Saadi con la frase para mi mejor... (te completo
la frase después de las elecciones, si me votás).
Muchas postales de la
Capital para mandar a su provincia.
Un cartel que diga: Soy
de Salta y hago falta.
Un fotomontaje del senador
en cuestión abrazando al Gral. Perón.
Un gran cartel Yo
no fui.
La factura de la imprenta
por el cartel.
Una gran pila desordenada
de papeles con el cartelito problemas de la provincia,
que cada vez que hay viento caen en un cesto adjunto.
Un gran cartel: Yo
tampoco.
Un fotomontaje del senador
abrazando a Gardel.
Una foto del senador
sonriente, junto a su familia no tan sonriente, y el perro que lo
mira amenazador.
Un billete de cien mil
dólares.
Una empanada salteña.
Una foto del senador
abrazado al juez que lo debe investigar.
Un fotomontaje del senador
abrazando al virrey Sobremonte.
Varias declaraciones
de bienes con el mismo titular y diferentes montos.
Billetes de lotería,
agrupados bajo el cartel explicaciones por si viene la AFIP.
Billetes comunes, en
otra pilita, bajo el mismo cartel.
Una fotocopia ampliada
de un chiste sobre la corrupción, en el que no se lo menciona.
Y no vamos a seguir,
porque para eso, se supone que está el juez, ¿no?
|