Por
Suzanne Goldenberg
Desde Netzarim, Gaza
Desde su fortaleza de cemento, los francotiradores israelíes
que infligieron la muerte que se convirtió en el símbolo
de estos días de sangre y furia, ayer abrieron el fuego con misiles
anti-tanques, haciendo volar en pedazos cualquier esperanza de un fin
muy próximo para la violencia en Medio Oriente. La batalla por
Jerusalén como llaman los palestinos a estos enfrentamientos
desencadenó la peor violencia conocida en los últimos cuatro
años, y convirtió en mártir a un niño de 12
años. Los 12 muertos de ayer elevaron a 36 el total de muertos
palestinos y árabes israelíes desde la provocativa visita
del jueves del líder derechista Ariel Sharon a la Explanada de
las Mezquitas.
Afuera
del puesto de mando israelí en Netzarim, donde Rami al-Dirreh,
de 12 años, pasó el sábado en una agonía de
terror los últimos momentos de su existencia, las renovadas exhortaciones
del premier israelí Ehud Barak por un cese el fuego fueron desestimadas.
Dos palestinos más murieron aquí ayer y más de 40
fueron heridos. Barak y el líder palestino Yasser Arafat intercambiaron
iracundas recriminaciones. La violencia fue extendiéndose. Ayer
los enfrentamientos explotaron por primera vez en territorio propiamente
israelí.
¿Un cese del fuego? ¿Cómo puede haber un cese
del fuego entre piedras y armas de fuego? Es un buen chiste, comentó
el brigadier general Osama alAli, a cargo de la cooperación de
seguridad entre las fuerzas palestinas e israelíes. La única
posibilidad para un alto el fuego es que los israelíes levanten
la base militar que instalaron en nuestro territorio. Tienen que levantar
la bota con la que están aplastando nuestras cabezas. Ayer
por la tarde, todos los palestinos en Gaza habían visto las conmovedoras
imágenes con que la televisión había registrado la
muerte de Rami. Impactado por cuatro balas, murió el sábado
en los brazos de su padre, después de esconderse detrás
de un tanque de agua durante un tiroteo entre soldados israelíes
que disparaban desde sus atalayas blindadas y jóvenes palestinos.
Su padre, alcanzado por ocho balas, había hecho gestos desesperados
a los israelíes para que dejaran vivir a su hijo. Pero los 15 cráteres
en la pared que estaba detrás de donde estaban atrapados dejó
en claro que las tropas habían dirigido intencionalmente sus ametralladoras
hacia padre e hijo. Rami era un blanco de tiro. También fue un
blanco el conductor de la ambulancia que murió al intentar acercarse
al niño de 12 años. Rami todavía respiraba
cuando acercamos la ambulancia, pero cuando abrimos las puertas empezaron
a disparar nuevamente, dijo Bassam al-Bilbays, que conducía
con el médico.
Esto contribuye a explicar porqué, un día después,
el general Ali se mostraba poco dispuesto a atender las demandas israelíes
de un alto el fuego. Mientras los manifestantes palestinos comenzaban
a reunirse, y a vociferar contra los soldados hasta que éstos cambiaron
sus balas de goma por otras de plomo, Ali se enfurecía por la presencia
de tropas israelíes en el riñón de Palestina.
La fortaleza
que protege el asentamiento judío de Netzarim en el interior de
Gaza,es un símbolo de las frustraciones del autogobierno palestino,
y una fuente habitual de fricciones. La semana pasada, un soldado murió
aquí, en un preludio para la explosión de furia que el jueves
siguió a la visita del halcón israelí Ariel Sharon
a la Explanada de las Mezquitas. Los palestinos consideraron la visita
de Sharon como un símbolo de los reclamos de Israel por su más
sagrado santuario, el Haram al-Sharif, donde el profeta Mahoma ascendió
al cielo.
Vemos morir a nuestros hijos y no podemos evitarlo, se enfurece
el general Ali. Son terroristas. Aunque usan uniformes del ejército,
eso es los que son exactamente. Las protestas atrajeron a los más
jóvenes. Ayer niños de seis y ocho años levantaban
barricadas de neumáticos ardientes enlas calles de Gaza. En Bourij,
donde casi todas las casas tienen una fotografía del Domo de la
Roca, todos están convencidos de que Rami es un mártir que
murió por Jerusalén. Su madre no quiere contarle a sus cinco
hijos menores cómo murió, para evitar que caigan bajo el
hechizo del mártir. Nada bueno va a salir de esto. Tendremos
muchos más mártires, y nada va a cambiar, dice ella.
Y los muertos serán aún más jóvenes que Rami.
Entre los que fueron asesinados ayer se contaba un niño de 10 años,
muerto por las ametralladoras disparadas desde helicópteros israelís
cerca de un enclave judío en la ciudad cisjordana de Nablus. La
lucha también estalló en las ciudades cisjordanas de Ramallah
y Hebrón y en Jerusalén las fuerzas de seguridad evacuaron
a los judíos de su santuario más sagrado, el Muro de los
Lamentos, a causa de la tensión.
Lo más preocupante para Barak era el derrame de la violencia al
territorio mismo de Israel. Ayer en Nazareth cientos de jóvenes
enmascarados arrojaron piedras a la policía israelí cerca
del lugar donde los cristianos creen que el arcángel Gabriel anunció
a la Virgen María el nacimiento de su hijo Jesús. Un árabe
israelí murió y varias decenas fueron heridos en enfrentamientos
en la ciudad norteña de Umm al-Fahim.
Sin embargo, Barak fue terminante en sostener que correspondía
a las fuerzas palestinas y a Arafat poner fin a la violencia.
En respuesta, Arafat exigió que Israel retire primero sus fuerzas
de los puntos de ingreso a las ciudades palestinas, y que aquellas dejaran
de hacer fuego sobre su pueblo. Amenazó con varias medidas
si Israel no detenía la carnicería en 24 horas, incluyendo
un reclamo ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Y un anunciado alto
el fuego, con la condición de retiro de tropas israelíes
y establecimiento de una comisión investigadora, fue sin embargo
desmentido anoche por David Zisso, portavoz de Barak.
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