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Lujos y gambetas con la guitarra

El virtuosismo de Juanjo Domínguez resultó un excelente cierre para el ciclo gratuito �Los Viernes música�, organizado por Página/12.

Por Roque Casciero

t.gif (862 bytes)  Cuando uno veía jugar a Diego Maradona, tenía la impresión de que el fútbol era fácil. El Diez hinchaba el pecho, mataba la pelota, la acariciaba con el botín zurdo y la ponía ahí, donde él quería. Podía quebrar la cintura y dejar pagando a tres rivales con ese sólo movimiento, arrancar detrás de la mitad de la cancha y esquivar ingleses como si fueran obstáculos inanimados, o dejar solito a un compañero después de una estupenda rabona. Cuando uno ve y escucha tocar la guitarra a Juanjo Domínguez le sucede algo parecido. En la última fecha del ciclo “Los viernes, música”, organizado por Página/12 y Buenos Aires Música (programa cultural del gobierno porteño), más de un asistente habrá pensado que no podía ser tan complicado pulsar las seis cuerdas, si ese tipo que estaba enfrente movía su mano izquierda por el diapasón como si fuera lo más natural del mundo. El juninense, todo un personaje, tiró caños, gambeteó, hizo taquitos en el área y salió siempre con la pelota dominada, ya fuera en tangos, milongas, valses, zambas o chacareras. Y siempre jugó –sonó– inevitablemente “en argentino”, como El Diego. Hasta cuando estuvo en inferioridad de condiciones, con una cuerda menos (producto de su vehemencia en la digitación), recordó al Maradona con el tobillo destrozado que apiló brasileños allá por 1990.
Por supuesto, tocar como Domínguez no es nada fácil: no en vano se lo considera uno de los mejores guitarristas argentinos del momento. En su currículum aparecen los nombres más dispares: ha tocado junto a Chabuca Granda, Armando Manzanero, Roberto Goyeneche, Lucho Gatica, Horacio Guarany, Rosamel Araya, Los Quilla Huasi y María Martha Serra Lima, entre otros. Lo han elogiado colegas de la talla de Paco de Lucía y Narciso Yepes. Este año publicó dos álbumes: Mis tangos preferidos y Pájaro Chogüí (éste último, junto al acordeonista Raúl Barboza). Ambos se han convertido en favoritos de la crítica y, por lo que se vio a la salida del concierto, en un puestito donde la gente se agolpaba para comprarlos, también lo serán de todo aquel que le preste atención a la música de Domínguez.
El recital comenzó con el guitarrista solo, en una impecable versión de “Cuando tú no estás”. “Siempre empiezo con don Carlos (Gardel)”, explicó el músico. “No voy a hablar mucho, porque ustedes no vinieron a verme hablar y además, si lo hago, me desconcentro.” De ahí en más, salvo para algunas aclaraciones que él creyó necesarias (por ejemplo, para dedicarle “Zamba de Juan Panadero” a su autor, el recientemente fallecido Cuchi Leguizamón), Domínguez se abocó a lo suyo: tocar la guitarra. Se le unieron su hermano Raúl en guitarrón y Beto Solas en cajón peruano para tres “tanguitos canyengues, de esos que son el pasaporte de los argentinos en el mundo”: “El apache argentino”, “Unión cívica” y “El arroyito”.
Hay momentos en que a Domínguez se le va la mano –literalmente– con el uso del trémolo o con sus solos rapidísimos y algo efectistas, pero enseguida vuelve a crear armonías complejas que llevan al deleite. El repertorio que presentó el viernes fue entrelazando los géneros de acuerdo a sus simpatías: del tango pasó al valsecito criollo, de allí a valses venezolanos, al folklore latinoamericano, las zambas y chacareras y de nuevo al dos por cuatro, para una aplaudidísima “La cumparsita”. Porque Domínguez es un “todo terreno”, que también se luce en el tango. Por ejemplo, con su conmovedora versión de “Adiós, Nonino”, o con su impactante lectura de “Quejas de bandoneón”.
Desde hace un tiempo, Domínguez amenaza con retirarse cuando cumpla los 50. Quiere pasar más tiempo con su familia y le teme a la tentación económica de las presentaciones internacionales. Pero todavía faltan dos años. Entonces, quienes coreaban “Oh, oh oh oh” (¡como en Woodstock!) al final del concierto y todos los otros que aman su música, tienen tiempo para convencerlo de lo contrario.

 

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