Por
Victoria Ginzberg
Clarisa nació en marzo de 1975. Cinco meses después,
sus padres, que militaban en el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), fueron asesinados en Pilar. Ella fue anotada con su apellido materno
Quiroga y adoptada por una de sus tías. Pero siempre
supo que su papá era Mario Camuyrano. Hoy la joven está
tratando de recuperar su verdadera identidad, pero la Justicia parece
dispuesta a impedírselo. La Cámara Civil rechazó
su pedido de filiación con el argumento de que, como su madre estaba
legalmente casada con otra persona, no hay pruebas de que su padre sea
su padre. Representada por Alcira Ríos, la abogada de la Asociación
de Abuelas de Plaza de Mayo, interpuso un recurso extraordinario ante
la Corte Suprema. Allí manifestó que la sentencia de Cámara
lesiona su mismidad toda, cerrándome la posibilidad de acceder
a ser quien debí ser si los hechos históricos no me hubieran
dejado desamparada.
Clarisa no conoce detalles de la vida de sus padres. Sabe que Marta Quiroga
y Mario Camuyrano se conocieron cuando militaban, que estuvieron juntos
desde 1973 pero no se casaron legalmente, que en 1975 tuvieron una hija
y que fueron asesinados en 1975. Sabe que tanto Marta como Mario habían
tenido, cada uno, dos hijos de sus primeros matrimonios. Sabe también,
y con certeza, que la hija que tuvieron Marta y Mario no es otra que ella
misma, aunque, a veces, los expedientes judiciales la hacen dudar.
Después del operativo donde murieron sus padres, Clarisa fue recuperada
por su familia de una comisaría de San Martín. En 1978,
su tía Sara Quiroga inició los trámites para adoptarla.
Por seguridad, la niña había sido anotada sólo por
su madre y, por miedo a volver a perder a su sobrina, Sara solicitó
una adopción plena. Jurídicamente eso significa
que el menor pierde todo vínculo con su familia biológica
y que la acción no puede ser revisada ni por el adoptado ni por
sus progenitores.
La joven, hoy de 25 años, sabía que modificar su partida
de nacimiento no iba a ser fácil pero, representada por la abogada
de Abuelas de Plaza de Mayo, inició una demanda, que fue resistida
por la primera mujer de su padre. Al principio todo parecía marchar
por los carriles normales. El juez Víctor Carrasco Quintana aceptó
la querella y la reconoció como parte, pero fue recusado sin causa.
Entonces empezaron los problemas. El magistrado Omar Jesús Cancela
decidió rechazar la acción de filiación hasta
que no recaiga un pronunciamiento judicial firme sobre la acción
de nulidad de adopción plena. Como Clarisa y Ríos
ya habían iniciado los trámites para deshacer la adopción,
apelaron el fallo. En julio de este año, los camaristas Zulema
Delia Wilde, Ana María Rosa Brilla de Serrat y Benjamín
Fructoso Zaccheo, impugnaron su presentación, pero esta vez la
oposición fue in limine y sin supeditar la acción
al resultado de la nulidad de adopción.
Los argumentos de la Sala J de la Cámara Civil parecen contradecir
el sentido común. De la partida de defunción se desprende
que la madre biológica de la actora al momento de su fallecimiento
era casada, manifestaron los jueces. Adviértase que
no existe en autos prueba alguna o indicios que demuestren o indiquen
presuntivamente la supuesta separación de hecho de su madre, así
como de la convivencia desde el año 1973 con el señor Mario
Camuyrano, como para atribuir cierta base de verosimilitud y seriedad
a la presente acción, agregaron en el dictamen, en el que
contradictoriamente se señaló la importancia del derecho
de toda persona a conocer su identidad. Ríos explicó
que no presentó argumentos o testimonios a favor de la paternidad
de Mario porque no eran necesarios en esa etapa del trámite procesal.
Lo de Clarisa es más visceral: Lo que dicen es ridículo.
¿Y si mis viejos se hubieran conocido un día, hubieran tenido
relaciones y mi mamá hubiera quedado embarazada? Mi papá
es mi papá igual. Dicen que mamá y mi papá estaban
casados conotras personas. ¿No saben que la gente se separa y se
vuelve a juntar y tienen relaciones?, se preguntó indignada.
Los casos como éste son testimonio de que el problema de la identidad
en un país todavía atravesado por las secuelas del terrorismo
de Estado no es sólo patrimonio de los chicos que fueron robados
y apropiados ilegalmente. En mi caso tengo una verdad a medias retaceada
siempre, con pedazos de historia, con afirmaciones vagas y silencios mudos.
¿Podré armar un día el rompecabezas entero?, afirmó
Clarisa, que está buscando más datos que su apellido, en
el recurso presentado ante la Corte. Cuando pregunto cosas sobre
mis viejos la gente se pone mal, y no puedo soportar que se pongan a llorar,
en todo caso la que tiene que llorar soy yo, agregó durante
la entrevista.
Hay un ser humano víctima del terrorismo de Estado, que violentó
sus derechos. La dictadura obligó a los padres a esconderse para
salvar su vida y los jueces deben analizar las inscripciones de estos
chicos en su contexto histórico, manifestó sobre el
caso Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
Durante mucho tiempo Clarisa no tuvo contacto con los Camuyrano, pero
hace ya siete años se decidió a entrar al negocio que sabía
era de su tía, la hermana de su papá. ¿Está
Cecilia?, le preguntó a la chica del mostrador. ¿Vos
sos Clarisa?, le retrucó de la nada la que era su prima y
no la había visto en años. Desde ese momento la joven mantiene
un vínculo cercano con una porción de su familia paterna.
Clarisa no entiende la resistencia que puso la primera mujer de su padre
para que ella pudiera llevar su apellido, aunque intuye que detrás
de esto está la plata de la sucesión de su abuela que
falleció recientemente y la reparación que otorga
el Estado a los familiares de desaparecidos o asesinados durante la dictadura.
La joven no niega que quiere cobrar la parte de la indemnización
que le corresponde, pero lo suyo es más que un problema monetario.
Quiero tener mi apellido y llamarme Camuyrano. Suena tonto y por
ahí no lo puedo explicar, pero necesito tener mi apellido. Sería
una manera de sentir que me dejaron algo, incluso me daría una
protección. Quiero lo que es mío, reclamó casi
llorando y mirando la única foto que tiene de su papá.
El juez Cancela dijo en su fallo que en la causa de Clarisa no existe
un problema de identidad porque ella sabe quiénes fueron sus padres.
En el recurso ante la Corte Suprema la joven explicó que lo
que quiero es la concreción jurídica de una cuestión
de hecho que lleva años de incertidumbre, dolor, impotencia, angustia,
terapia y que no puedo superar porque es como una asignatura pendiente
el no poder ser quien debo ser, es decir, llevar el apellido de mi padre,
sentir que soy la rara, la diferente, la no querida.
�De
no ser trágico resultaría cómico�
Por
V.G.
Los desaparecidos siempre plantearon situaciones
jurídicamente novedosas que requirieron soluciones innovadoras
por parte de magistrados y legisladores. Así se creó
la figura de la desaparición forzada y así, en 1991
las Abuelas de Plaza de Mayo lograron que, en el caso de Ximena
Vicario, se anulara una adopción plena. Por eso, la abogada
Alcira Ríos manifestó que la resolución del
expediente de Clarisa Quiroga implicó un retroceso.
En el caso Vicario la adoptante fue una apropiadora que, aun sabiendo
la procedencia de la niña, le ocultó su identidad.
En el de Clarisa, su tía siempre le dejó claro quiénes
eran sus padres. Pero aun así Ríos explicó
que todas las adopciones de los menores víctimas del terrorismo
de Estado son nulas de nulidad absoluta porque fueron hechas
contra las prescripciones de la propia ley: no eran menores abandonados,
no fueron entregados voluntariamente por sus padres al Estado
y no estaban en condiciones de maltrato. En Abuelas
nos encontramos con que muchos chicos estaban adoptados plenamente,
incluso por familiares o amigos de sus padres, que querían
preservar al menor o estaban mal asesorados. Pero a partir de
que los menores comienzan a conocer su historia quieren recuperar
su identidad, porque eso es elemental, aseguró.
Es el Estado quien me privó de mis
padres y de mis relaciones familiares y es el Estado quien me
debe, al menos, el reconocimiento de mi realidad biológica
lo cual implica mi derecho al nombre, afirmó Clarisa
en el recurso presentado ante la Corte. Para la abogada, los fallos
de los jueces que impidieron que la joven fuera reconocida como
hija de su padre parten de una concepción que tiene
al menor como objeto del derecho de los adultos y no como sujeto
de derecho en sí mismo. Además manifestó
violan el Pacto de San José de Costa Rica y la Convención
Internacional de los Derechos del Niño, que fueron
incorporados a la Constitución en 1994. Sobre el fallo
de Cámara, Ríos aseguró que de no ser
trágico resultaría cómico el argumento
de que Mario Camuyrano no puede ser el padre de Clarisa porque
su madre estaba legalmente casada con otra persona. Si la Corte
Suprema rechaza su reclamo, Ríos está dispuesta
a dirigirse ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos de la OEA.
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