Por
Mark Milner
Desde Berlín
Hoy
Alemania celebra el décimo aniversario de su reunificación.
Para algunos, sin embargo, celebrar puede no ser la palabra correcta.
El sueño no se hizo realidad. La reunificación impuso una
pesada carga al contribuyente de Alemania Occidental. Oficialmente la
cifra es de sólo 500 mil millones de marcos alemanes (215 mil millones
de dólares), aunque estimaciones menos oficialistas duplican y
aun triplican la suma. Pero a pesar del gigantesco flujo de dinero de
Occidente a la nación ex comunista, el desempleo en los Länder
(estados) uncidos al yugo de la República Federal sigue siendo
el más alto, los sueldos son más bajos. Y este subdesarrollo
económico, que por cierto no perjudicó, probablemente ayudó
al surgimiento de la extrema derecha.
La economía de la vieja Alemania oriental nacida en 1949 era la
vitrina del viejo bloque soviético. Su integración a la
locomotora de Alemania Occidental no parecía representar un desafío
insuperable. Los mercados financieros de Alemania, en estado festivo por
la reunificación, casi no pensaron en el tema. Los inversores reñían
por treparse a bordo de lo que prometía ser un tren de ganancias
fáciles. Una década después, el sentido común
quedó patas para arriba. Lejos de fusionarse adecuadamente con
Occidente, Alemania oriental se defendía como podía mientras
cerraban sus plantas industriales o les recortaban las horas de trabajo
y los obreros eran despedidos de puestos que una vez creyeron seguros.
El desempleo en los nuevos Länder está en un 17 por ciento,
más del doble del nivel actual en las regiones que pertenecen a
la ex Alemania occidental. Durante los últimos cinco años,
el producto bruto per cápita estuvo detenido en menos del 60 por
ciento que el de Alemania occidental. A los analistas bursátiles
les gustaría poder nombrar aunque sea una empresa de Alemania oriental
que haya logrado ingresar al índice Dax de las empresas líderes
que cotizan en bolsa.
¿Pero por qué la vitrina resultó un fiasco? Dos decisiones
adoptadas en medio de la euforia de la unificación tuvieron un
gran impacto en la economía de Alemania oriental. La insistencia
del canciller Helmut Kohl, en contra del consejo de Bundesbank (el banco
central alemán) en una tasa de cambio uno a uno del marco alemán
oriental para el marco alemán occidental le hizo ganar votos en
el Este, pero hizo que gran parte de la base industrial de los nuevos
Länder perdiera su competitividad de la noche a la mañana.
Por otra parte, la determinación de los sindicatos de Alemania
occidental de que las tasas de los salarios en el Este debían crecer
proporcionalmente con los del oeste significaba que los esfuerzos para
manejar el tema de la competitividad estaba bloqueado desde el comienzo.
Las empresas industriales de Alemania oriental estaban rezagadas respecto
de sus contrapartes occidentales. Tomemos por ejemplo la planta química,
naturalmente estatal, ubicada en Schwarzheide. Fue adquirida por BASF,
una de las tres empresas químicas más grandes de Alemania
occidental, a la semana de la reunificación. Al momento de la compra,
la planta empleaba casi a 5 mil personas. Desde entonces, BASF invirtió
2 mil millones de marcos (858 millones de dólares) en el lugar
e impulsó la productividad. Pero redujo su personal a 2 mil.
El futuro no es precisamente rosado. Aunque las cifras de la economía
resulten distorsionadas por la depresión en el sector de la construcción
y a la industria manufacturera le vaya mejor de lo que registran los datos,
los analistas coinciden en que sin un programa autónomo y serio
para impulsar el crecimiento económico, Alemania oriental seguirá
siendo dependiente de Occidente durante muchos años.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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