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OPINION

Viva la diferencia

Por Alfredo Grieco y Bavio

En el este, los alemanes sólo beben cerveza del este, y en el oeste del oeste. Es políticamente incorrecto insistir en que estas diferencias subsisten con todo su esplendor. Pero los alemanes ex orientales y ex occidentales están más unidos –cuando están unidos– por lazos preexistentes (como la Iglesia Católica o los prejuicios raciales) que por diez años de convivencia bajo la misma Constitución. Es cierto que los niveles de consumo empiezan a igualarse, y que unos y otros ya gastan el 10 por ciento de los ingresos que no ahorran en cerveza, aunque se bifurquen al elegir la marca.
Hoy lo que algunos intelectuales críticos como el premio Nobel de Literatura Günter Grass llamaron sin ironía “el Cuarto Reich” tiene su capital en Berlín. Esta también costosa decisión siguió a la reunificación, pero no era de ningún modo su conclusión lógica y necesaria. El ex canciller socialdemócrata Willy Brandt, que entonces era diputado, pronunció un elocuente discurso en el Reichstag donde recordaba algo que no necesitaba demostración: que los años en que la vieja, eficiente República Federal había tenido su capital en Bonn habían sido los menos peligrosos para las naciones vecinas. El traslado de la sede del gobierno a la capital de Hitler era otro signo que los adversarios de la reunificación, o de los términos en que había sido consumada, interpretaban en el mismo sentido.
La celeridad triunfalista con que las autoridades occidentales celebraron reunificación y mudanza de la capital de la ciudad modesta a orillas del Rhin a la antigua metrópolis imperial no tuvo contrapartida en el este. En la ex república comunista, la riqueza y el dinero aún hoy no son considerados el patrón por el que ha de medirse con exclusividad el éxito. Los arcaicos valores prusianos del orden, la disciplina y la modestia no han sido desplazados con la eficacia y la rapidez que esperaban sus connacionales de Frankfurt o Hamburgo.
En Alemania occidental, los que tienen el dinero que hace falta se compran un Mercedes Benz. En los estados del Este, un Mercedes es –sigue siendo– un símbolo del capitalismo. Una campaña publicitaria (para el Este) enfatiza que un polvo para lavarropas no destiñe los colores. “El rojo sigue siendo rojo”, proclama. En el este, al capitalismo con rostro humano, todavía, siguen sin estimarlo lo suficiente.

 

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