La ceremonia oficial del décimo aniversario de la reunificación alemana se realizó ayer simbólicamente en la ciudad oriental de Dresde, con el ausente con aviso del ex canciller democristiano y �padre� de la unificación Helmut Kohl. Mientras unas 200.000 personas se reunían en la puerta de Brandemburgo, símbolo del Berlín unificado, la celebración en Dresde fue una suerte de rendición de cuentas pendientes. El presidente federal Johannes Rau, el canciller Gerhard Schroeder y el invitado de honor, el presidente francés Jacques Chirac, debieron hacer a un lado el discurso sobre los beneficios de la unidad y reconocer que uno de los desafíos es poner fin al rebrote de la violencia derechista. El reconocimiento no fue espontáneo: en medio de los festejos se enteraron de los atentados contra la sinagoga de Düsseldorf, el ex campo de exterminio nazi de Buchenwald y un cementerio judío.
El mayor atentado fue contra la sinagoga a la que pertenece el presidente del Consejo Central de Judíos en Alemania, Paul Spiegel, quien disparó contra el anfitrión de los festejos oficiales, el primer ministro de Sajonia Kurt Biedenkopf, por no haber dicho �ni una palabra� sobre los atentados. Quien sí mencionó la creciente violencia derechista fue Rau. �Hoy celebramos que ya no hay una frontera en medio de Alemania en la que se caza a seres humanos �declaró�. No podemos permitir que en Alemania se vuelva a cazar personas.� El canciller Schroeder también se hizo eco de los ataques del día y prometió que hará �todo lo posible� para que �nunca más vuelvan a tener una oportunidad en Alemania�.
El acto estuvo marcado por la ausencia de Kohl, que en los últimos días acusó a la izquierda de haber �traicionado� la idea de la unidad alemana. El presidente Rau, atacado directamente por el ex canciller, declaró ayer que �más allá de los debates actuales, los méritos de Helmut Kohl en la unidad de los alemanes no pueden ser reducidos�. Su par francés, Jacques Chirac, agregó que Kohl pasará a la historia como �un gran alemán y un gran europeo�. Para el público, Dresde preparó un desfile de barcos de vapor antiguos por el río Elba y un concierto de rock con grupos de la ex RDA. En Berlín, los festejos por la unidad estuvieron a cargo de los músicos de rock nacional Peter Maffay y Karat, quienes cantaron juntos una canción que 10 años atrás cada uno popularizó en su Alemania.
opinion
Por Jacques Amalric * |
La memoria corta
Sucede, más a menudo de lo conveniente, que los hombres tengan la memoria corta. Es por eso que en Alemania hay qué celebrar, en el más amplio sentido de la palabra en este décimo aniversario. Erigido de prisa y en el pánico durante el verano de 1961, el Muro de Berlín buscaba detener la hemorragia humana que amenazaba con vaciar la República Democrática Alemana (la Alemania oriental, comunista y prosoviética) de sus fuerzas vivas. El muro, construido al comienzo de piedra y de elementos prefabricados de mala calidad, erizado de alambres de púa y coronado con atalayas, mató a muchos; era aún más feo que un muro de prisión. Pero cumplió el mismo cometido durante veintiocho años, condenando a medio pueblo a esperar un futuro mejor. Oficialmente, para gran perjuicio de los occidentales. Pero un buen número de estos últimos había terminado por acomodarse a la realidad, ya sea en nombre del equilibrio del terror o en virtud de las célebres palabras de François Mauriac retomadas nuevamente hoy por algunos imbéciles: �Amo tanto a Alemania que prefiero que sean dos�. A pesar del rechinar de dientes de la dama Thatcher y las tergiversaciones de François Mitterrand, la agudeza de Mauriac fracasó. Y, con la reunificación de Alemania, inmediatamente seguida por la implosión soviética y la liberación de los falsos �países hermanos�, comenzó el siglo XXI. Casi con euforia, al principio. Y según George Bush, el otro artesano de la reunificación junto con el canciller Kohl y un Mijail Gorbachov cuyo principal mérito será haber renunciado a la doctrina Brezhnev y a los recursos de la fuerza que ella suponía, el nuevo orden mundial estaba a la vuelta de la esquina. Como prueba, la guerra del Golfo, que había permitido, bajo la vaga protección de las Naciones Unidas, (casi) dejar fuera de juego a Saddam Hussein.
Pero la prueba no era convincente. No sirvió más que para confirmar el pasaje gradual de Estados Unidos del status compartido de superpotencia al de hiperpotencia única, reacia a la idea de concertación mundial, siempre desconfiada de las Naciones Unidas y preocupada únicamente por la defensa de sus intereses nacionales. El legalismo y el egoísmo de Europa no arreglaron el asunto. En función de sus intereses económicos y de su confort, los Quince europeos consagraron lo esencial de su energía, entre dos prédicas estigmatizantes, tribalismo y nacionalismo, a lanzar el euro. Es así que la expansión de la Unión a los países de Europa central y oriental sigue esperando.
* Editor del diario francés Libération. |
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