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El día en que Armstrong y Ellington tocaron juntos

En realidad los días fueron dos, el 3 y el 4 de abril de 1961.
 El trompetista se sumó al pianista y a parte de su banda. Ahora
 se editan,  por primera vez completas, esas sesiones históricas.

Louis Armstrong y Duke Ellington aprovecharon una pausa en sus trabajos para juntarse. El resultado, incluyendo entradas en falso y tomas descartadas, se publica por primera vez.

Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) Debe haber pocos músicos que representen tan cabalmente al jazz como ellos. Y debe haber pocos, también, cuyas historias sean tan atípicas dentro de la historia del género. Duke Ellington y Louis Armstrong nacieron con dos años de diferencia, en 1899 y 1901 respectivamente. Alrededor de 1930 ambos ya habían cristalizado estilos altamente individuales. Ambos influyeron, tal vez más que ningún otro, toda la historia futura del jazz. Y, para ambos, la historia del jazz pasó casi desapercibida. Ni el Bop, ni el Jazz-Rock (salvo alguna incursión de Ellington en el piano eléctrico), Ni Davis, ni Monk, ni Coltrane ni Bill Evans dejaron la menor marca en ninguno de los dos que, sin embargo, siguieron activos hasta principios de los 70. 
Armstrong, una vez que se hizo famoso como músico de jazz, siguió su carrera más como showman que como otra cosa. Su estilo, aunque mucho más domesticado en cuanto a las dosis de improvisación colectiva, siguió siendo el de los años 20 y 30. Ellington, en cambio, evolucionó llamativamente. Pero su evolución siguió caminos propios, muy poco identificables con el desenvolvimiento general del género. El complejísimo mundo de la Far East Suite (de 1967) es el mismo de �Black, Brown & Beige� (de 1942) llevado hasta sus límites posibles. Exitosos, mimados por el público blanco (incluso por los presidentes norteamericanos, para quienes los dos tocaron en la Casa Blanca, aunque en distintos momentos), canonizados en vida, Armstrong y Ellington llevaron existencias paralelas en más de un sentido. Ya se sabe, las paralelas no se tocan y el postulado estuvo a punto de ser cierto. Pero el azar de una pausa en el medio de las giras de ambos, la voluntad del productor Bob Thiele (el mismo que poco después produciría al sello Impulse y registros como las geniales grabaciones de Coltrane para esa marca) y, seguramente, alguna curiosidad acerca de cómo iría a sonar todo, hicieron el milagro. El 3 y el 4 de abril de 1961, Louis Armstrong como trompetista y cantante se sumó a Duke Ellington en piano y a parte de su banda: Tommy Young en trombón, Barney Bigard en clarinete, Mort Herbert en contrabajo y Danny Barcelona en batería. Ya habían tocado juntos, brevemente y sin que hubiera la más mínima interacción entre ambos, en una all star session producida por Leonard Feather en 1946. Pero esta vez fue diferente. Sobre todo porque Armstrong actuó como par de los músicos de Ellington (resultan especialmente interesantes sus diálogos musicales con Bigard) y cantó como si siempre hubiera sido el vocalista preferido de Ellington (entre otras, escuchar la maravillosa �Azalea�).
El material pertenece íntegramente a Ellington y, como gesto de hospitalidad hacia su invitado, transcurre en un estilo bastante más tradicional del que Duke venía cultivando por ese entonces. Las sesiones fueron editadas, en su momento, en dos discos: Together for the First Time y The Great Reunion of Louis Armstrong & Duke Ellington. En la nueva reedición, remasterizada con tecnología de 24 bit/96 kHz a partir de las cintas originales de 3 tracks, estos dos discos aparecen agrupados en un primer CD. Pero, como en las ofertas de los colectivos, hay más. La cajita de cartón alberga un segundo CD y en él se incluyen cerca de 56 minutos totalmente inéditos hasta el momento. Las tomas descartadas inicialmente y las entradas falsas podrían tener un valor meramente documental y en unos pocos casos, donde no hay más que unos pocos compases, voces y risas, es así. Pero la mayoría del material es de una musicalidad impactante. Es claro, no podía editarse más de una toma y había que elegir entre varias (cada una con sus solos, cada una distinta de la otra). La tecnología, la moda de los homenajes y la manía de la exhaustividad hacen que las reglas hayan cambiado. En este caso, por suerte.

 

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