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A De la Rúa le deseó que �Dios ilumine su camino�

Se fue con un portazo. Su carta de renuncia es una fuerte crítica al Presidente. Se quejó de que su amigo político �deja trunco un enorme trabajo�. Rechazó la oferta de presidir el Banco Nación.

Nicolás Gallo se fue con un sabor a traición de su jefe y amigo.
�No comparto los fundamentos ni la lógica de su decisión.�


Por Cledis Candelaresi

t.gif (862 bytes) A media mañana recibió por boca del propio Presidente la mala nueva de que el Ministerio de Infraestructura, y por lo tanto su cargo, dejarían de existir. El ofrecimiento que escuchó a renglón seguido, presidir el Banco Nación, no le sirvió para superar su desazón, y prefirió abocarse a la redacción de su renuncia. En un texto con el membrete de la cartera disuelta, recriminó el desaire de Fernando de la Rúa, con quien compartió treinta años de trabajo político. �No comparto ni comprendo los fundamentos ni la lógica de su decisión�, se quejó a través de ese texto. Y a modo de despedida le deseó que �Dios ilumine su camino�. El titular de la Casa Rosada prefirió sacrificar a un amigo antes que alimentar la fobia que algunas decisiones del ahora ex ministro generaron en un sector del establishment.
Aunque semanas atrás corrió el rumor de que el Presidente analizaba la idea de subordinar Infraestructura a Economía, la determinación de De la Rúa tomó por sorpresa a muchos, empezando por los funcionarios del ministerio absorbido. Gallo tenía listo su viaje a España para debatir allí el futuro de Aerolíneas Argentinas. Los diputados aliancistas, en tanto, pensaban darle por la tarde media sanción al proyecto de ley que crea mecanismos para financiar el Plan de Infraestructura, impulsado y diseñado por el ministro saliente. �Decidimos pasar a un cuarto intermedio. Para nosotros es la ley Gallo�, comentaba a este diario el radical José Recio, titular de la Comisión de Obras Públicas.
Nadie parecía recordar ayer lo que bien podía haber sido el anuncio de ese desenlace. Hace poco que el ex titular de Infraestructura perdió en manos de José Luis Machinea la Secretaría de Comunicaciones. Fue cuando no pudo ponerse de acuerdo con el secretario de esa área, Henoch Aguiar, acerca de cómo desregular el sector de telecomunicaciones.
Al mediodía, Gallo convocó a todo su equipo para despedirlo y recomendarle a cada colaborador que, si las circunstancias se lo permitían, sostuvieran los proyectos impulsados desde el ministerio en extinción. Después, se autoacuarteló en compañía de su hijo en su despacho, desde donde vio por televisión la asunción de los nuevos funcionarios (o de los antiguos en sus nuevos cargos). El ánimo no le dio para llegar hasta la Casa de Gobierno y exponerse al previsible requerimiento de la prensa.
El golpe fue inesperado para el hombre a quien De la Rúa confió más de una misión estratégica, como la Secretaría de la Producción del Gobierno de la Ciudad y nada menos que la administración de los fondos de la última campaña. Un tiempo antes, cuando el Presidente ocupaba su banca en el Senado, lo auxilió con un análisis acerca del desarrollo económico. El coautor de este estudio fue nada menos que Fernando de Santibañes, impulsor de los enroques y, por lo tanto, su potencial verdugo. 
Pero tal vez en el corazón presidencial esa historia de fidelidad pesó menos que el escozor que provocaba en un sector del poder económico la defensa que Gallo hacía del papel del Estado y de la industria nacional. El martes, al clausurar la Convención Anual de los constructores, ratificó en público el valor de la inversión estatal y objetó la �pobreza intelectual� de quienes la consideran sólo un gasto. Aludió expresamente a algunos analistas y a los organismos multilaterales de crédito. Pero el sayo también le cabe a más de un funcionario de este gobierno, que sostiene este criterio.
�Deja trunco un enorme trabajo realizado en estos nueve meses, a punto de expresarse en el Plan Federal de Infraestructura, en el Plan de Viviendas Sociales, en los acuerdos finalizados para poner en marcha los Planes de Obras de las empresas concesionarias de transporte ferroviario, de saneamiento y agua potable, de corredores viales y accesos a la Ciudad de Buenos Aires. Quiebra a su vez una herramienta de gestión política real, con un claro sentido federal�, reprochó Gallo, aludiendo a la decisión presidencial.
Horas después de que esa carta llegara a la Casa de Gobierno, responsables de dos de las secretarías a su cargo, Jorge Kogan, de Transporte, y Máximo Fioravanti, de Obras Públicas, esperaban que alguien aclarase su destino. Esas dependencias históricamente pertenecieron a Economía y podrían volver al Palacio de Hacienda conservando rango y titulares. Pero esta especulación fue declinando con el paso de las horas: para los hombres próximos a Machinea, ni uno ni el otro sobrevivirían en la función que mantuvieron hasta ayer. El Plan de Infraestructura y el de Vivienda serán el legado del otrora amigo del Presidente.

 

 

Sorpresa en el Congreso

Los diputados se disponían a tratar el Plan Federal de Infraestructura, hasta que las novedades sobre los cambios de ministros sacudieron la tranquilidad que reinaba en el recinto. La salida de Nicolás Gallo del Gobierno alteró los planes. Alejado el ministro que promovió el proyecto de Infraestructura, los legisladores prefirieron �desensillar hasta que aclare�, tal como explicó uno de ellos, y suspendieron el análisis del plan. Los legisladores del PJ criticaron la eliminación del ministerio que comandaba Gallo. �Es una mala señal para las provincias. Ahora, lo más probable es que se caigan tanto el Plan de Infraestructura como el de Viviendas�, se quejó José Luis Gioja, presidente del bloque de senadores del justicialismo.

 

 

LOS CONSTRUCTORES, APENADOS POR EL DESPIDO DE GALLO
�Preocupa y lo lamentamos�

�Dirijo el Ministerio de Infraestructura, no el de la Construcción�, aseguró el martes pasado Nicolás Gallo frente a los asistentes de la Convención Anual de los constructores. La intención fue replicar a quienes, desde adentro o fuera del Gobierno, lo acusaban de ser muy sensible al lobby de esos empresarios. Pero sus dichos resultaron menos convincentes que los hechos. Como ministro promovió el plan de obras que diseñaron las propias firmas y defendió cuanto pudo su participación exclusiva en las futuras licitaciones.
�Nos preocupa y lamentamos la desaparición del Ministerio de Infraestructura. Ofrecía herramientas para darle competitividad a la economía y generar trabajo�, sentenció ayer Juan Ordóñez, vocero de la constructora Benito Roggio. También Eduardo Baglietto, titular de la Cámara Argentina de la Construcción y vicepresidente del grupo Techint, evitó ayer confesar en público que la decisión oficial era para el sector un trago amargo.
Más allá de la posible cercanía con el funcionario saliente, las empresas del rubro saben que esta desjerarquización del ministerio no les conviene. �Una cosa es que los problemas de la infraestructura sean debatidos en la las reuniones de gabinete, a propuesta de un ministro. Y otra que queden en manos de una secretaría o una subsecretaría�, comentaba ayer uno de los hombres del sector.
Durante la Convención organizada en el Sheraton, el mismo escenario en el que Gallo intentó negar la presunta influencia de las constructoras, Baglietto reivindicó la creación del Ministerio de Infraestructura como un logro propio. A su juicio, era la prueba de que, finalmente, un gobierno había decidido darle a la alicaída actividad el rango que le correspondía.
Con la misma franqueza, el dirigente empresario reconoció entonces lo que había dicho una semana antes en un almuerzo con periodistas: que el Plan de Infraestructura es una adaptación oficial de la propuesta elaborada por las firmas del sector.
Pero ni esta comunión ni aquel espaldarazo al Ministerio resultaron suficientes para sostener al renunciante Gallo.

 

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