Por Horacio Cecchi
La puerta es de metal, de poco más de un metro setenta, con una mirilla en el medio. Es la puerta ya inútil de uno de los departamentos de Fuerte Apache. Ya inútil, porque sólo conduce a un graffiti pintado sobre la pared de la vereda donde fue apoyada la puerta: �Gracias por todos estos años locos�, dice la pintada en el muro del Nudo 8, una de las seis torres que en siete días de desalojo ya quedó transformada en un esqueleto. El dueño de la puerta que conduce a la despedida es un muchacho alto y esmirriado. Esa puerta, unas canillas, dos ventanas y un inodoro forman parte de sus efectos personales, apilados en la calle a la espera del camión de la mudanza. Juega con un manojo de llaves en su mano, hasta que se anima y lo hace: introduce la llave en la cerradura y la corre, una y otra vez, como residuos de un reflejo que repitió durante 18 años. El inquilino provisorio de su departamento es un policía, que permanecerá de custodia día y noche hasta que el Nudo 8 pase a ser polvo y escombros de demolición. Con él, un ejército de uniformados ya tomó posesión de los departamentos cedidos por sus ocupantes, a cambio de un cheque de 22 mil pesos entregado en la comisaría 6ª, al pie del Nudo 8. �Decían que en Fuerte Apache no podía entrar la policía�, murmura el muchacho. Ahora hay más policías que puertas.
Los que tienen su final escrito son los nudos 8 y 9. Al primero, hoy le vence su plazo para quedar desalojado; para el segundo, una semana después. Los términos marcados por el gobernador Carlos Ruckauf son inflexibles. �Es una cueva de delincuentes�, dijo, retomando la iniciativa de su antecesor Eduardo Duhalde. �Nosotros se lo entregamos al Ejército�, explica un oficial de la 6ª de Ciudadela, la que queda al pie del Nudo 8 y se ha transformado en una especie de agencia inmobiliaria de prepo. Dos días después, o sea el 15, el Ejército transformará los dos nudos de Fuerte Apache en un recuerdo de escombros, si los plazos estipulados se cumplen.
Se decía que el desalojo iba a encontrar resistencia. El intendente justicialista de Tres de Febrero, Hugo Curto, planeó con el gobierno provincial sitiar el lugar con alrededor de mil policías de Infantería para que la cesión fuera completamente voluntaria. Pero no hizo falta, a juzgar por las evidencias. Los habitantes de los nudos 8 y 9 se van mansamente.
�El problema no es que queramos quedarnos. Pero nos están echando peor que en la época de los milicos�, dice Juan Carlos, del 10º piso. �Nos dan 22 mil pesos que no alcanzan para nada. Las casas de los alrededores se fueron a las nubes apenas se empezó el desalojo. Antes valían 25 mil y cuando empezamos a preguntar precios treparon a 40 mil.�
�Queríamos que se nos pague una indemnización como corresponde y el daño moral �explica Alicia Domínguez, ex del 4º A, que ya pasó a ser un departamento sin puerta del cuarto piso�. Ruckauf sabía que el edificio tenía fisuras y defectos de construcción, pero tiró eso de la delincuencia por una cuestión de imagen y para pagar menos.� Alicia tiene un punzón en la mano y un martillo en la otra. Golpea con todas sus fuerzas contra el marco de la ventana. La idea es sacarlo de cuajo y llevarlo. La ayuda su novio, mientras el resto de la familia desarma canillas, puertas y cualquier objeto que sobresalga de las paredes. La consigna es llevarse todo lo que se pueda.
En los pasillos de los nudos 8 y 9 hay más policías que vecinos y que puertas. Algunos matean en grupo en los cubos ya pelados. Son tres torres por nudo, diez pisos por torre, 4 departamentos por piso. Más las tiras, como llaman a las estructuras de dos pisos que nacen de cada torre. Alrededor de 250 uniformados de la Guardia de Infantería y de Caballería se mueven por los pasillos como dueños de una tierra de nadie.
�Nadie va a resistir�, comenta Juan Carlos en la escalera del 7º, mientras da paso a dos muchachos que cargan la bacha de metal de un mueble que ahora es un hueco. �Es un desalojo compulsivo. Nos están echando sintener en cuenta nuestras escrituras.� �Y les pagan a los ocupantes, no a los dueños�, agrega Alicia.
Abajo, en la inmobiliaria 6ª de Ciudadela, alrededor de cincuenta personas espera su turno para seguir el trámite: anunciar que el departamento ya fue literalmente vaciado, para que un policía los acompañe, el dueño firme la cesión y otro uniformado quede mateando de custodia. Con la cesión en mano, el ex ocupante vuelve a la 6ª para recibir el cheque. A veinte metros de allí, contra la pared enfrentada a la del graffiti, hay una pequeña capilla. Por encima de ella, una pegatina de afiches, por lo visto, ya pasados de tiempo: �Resistamos. Ningún desalojo�, se puede leer. Debajo de la capilla, espera el Bolita. Vive en el Nudo 7, y está haciendo una changa para una empresa de mudanza. No quiere sonreír para la foto: tiene su dentadura tan vacía como los departamentos.
|