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la escena en la casa de chacho alvarez antes del acto
En la cocina, ni siquiera se notaba

El ambiente en la casa de Carlos �Chacho� Alvarez estaba ayer al mediodía muy lejos de la crispación. Las tres cuartillas con el borrador de su dimisión, que leería a las siete de la tarde, se desparramaban sobre la mesa del comedor.

Apenas se conoció la decisión de renunciar, una pequeña manifestación tomó la esquina de Paraguay y Canning. Todos apoyaban al vicepresidente, pero muchos pedían que no dejara el Gobierno.

Por Susana Viau

t.gif (862 bytes) No se sabía con exactitud quiénes estaban en el interior del departamento de Palermo, pero desde muy temprano la gente en la calle veló armas. Era una certeza: la renuncia del vicepresidente estaba al caer.
Arriba, en el cuarto piso, en el living iluminado por el sol del mediodía, un grupo de militantes y funcionarios del FREPASO y del Gobierno. En la cocina, con la camisa celeste sin corbata, Carlos Chacho Alvarez escuchaba los comentarios de Graciela Fernández Meijide que había llegado un rato antes y mordisqueba una tostada. La ministra de Desarrollo Social se había abierto paso entre la policía que formaba cadena sobre la puerta de entrada y aunque no hizo referencia al mensaje, debió haber escuchado el coro callejero que al verla reclamó, mitad como ruego, mitad como orden: �¡Renunciá, Graciela, renunciá!�. Para entonces, el todavía vicepresidente ya se había fumado un paquete de cigarrillos rubios, una tentación frente a la que siempre claudica, pese al asma, en los momentos difíciles. 
De todos modos, el ambiente en la casa estaba muy lejos de la crispación. Las tres cuartillas con el borrador de su dimisión se desparramaban sobre la mesa del comedor. En su fuero íntimo, Alvarez lo había decidido muchas horas antes, casi en el mismo momento en que oyó de boca de Fernando de la Rúa el tenor de los cambios. El celular de Fernández Meijide suena. �No, no �responde la ministra�. No hay vuelta atrás. Ya lo resolvió.� El que llama es un colaborador directo del Presidente que quiere saber si puede esperarse algún viraje en su actitud. Alguien le informa a Alvarez que no hay operaciones en la bolsa. Ni se compra ni se vende, le dicen. El vicepresidente se toma la cabeza e ironiza: �¡Ahora me van a culpar de eso también! ¿O no?�. 
En el living, sentado junto a la ventana, está el legislador porteño Abel Fatala. Dando vueltas por la casa, los diputados nacionales Marcela Bordenave, viuda de Germán Abdala, el hombre por el que el vicepresidente siente un respeto reverencial; Mercedes Solá, ex secretaria de Alvarez y hermana de Felipe, el vicegobernador de Buenos Aires, un antiguo conmilitón de Alvarez en los tiempos de la renovación y Juan Pablo Cafiero. Fatala le avisa a Chacho que, afuera, los congregados que desbordan la cuadra exigen su presencia. El vicepresidente se resiste a salir, quiere evitar gestos que abonen las teorías envenenadas de búsqueda de un poder bicéfalo, del fujimorazo con el que han jugado periodistas, senadores justicialistas, Carlos Menem y, por qué no, incluso algún sector de sus aliados de la Alianza. 
La que en cambio sale al balcón a mirar, desconcertada por la sucesión de acontecimientos, es su suegra. Y lo saca a Teo, el caniche diminuto que Liliana Chiernajowsky, su hija, la mujer del vice, ha rescatado de las miserias de un vendedor de perros. En los teléfonos se acumulan los llamados de solidaridad: Solá, los obispos de Morón y de San Isidro, Justo Laguna y Jorge Casaretto. El fiscal de Cámara Norberto Quantín está abajo con su esposa, mezclado con la gente. Es su manera discreta de mostrar su solidaridad con el gesto del vicepresidente renunciante. Cuando se lo informan, Alvarez pide que lo hagan subir: �¡Quantín! �dice� ¡Si habremos hecho cosas juntos!�. Alvarez alude a sus épocas de opositor, de denunciante de la corrupción, las que lo catapultaron en pocos años al gobierno que está por abandonar. 
Ricardo Mitre, el secretario administrativo del Senado, un amigo de la adolescencia de Alvarez, convocado como cancerbero de los fondos de la Cámara, le explica el mecanismo de las renuncias, adónde deben ser dirigidas. Aquí, los que los que los tienen. Todos son nuevos en la función pública y más inexpertos aún en materia de dimisiones. Arnaldo Bocco acodado en la mesa, se mantiene en silencio. Alvarez va y viene. No se instala en ninguno de los corrillos ni mantiene discusiones prolongadas. En el mejor de los casos intercambia novedades. Está tranquilo y un poco ausente. El vicepresidente es así: está donde está y un poco más allá. 
Contra lo que digan, recién por la mañana sus más estrechos colaboradores supieron que la renuncia era un hecho. La noche anterior habían barajado hasta tarde qué salida darle a los anuncios con que se había despachado el Presidente. Darío Alessandro, Cafiero, José Vitar y el regresado Rodolfo Rodil se separaron de su jefe con la idea de seguir la discusión mejor dormidos. Antes de reencontrarlos, Alvarez jugó tenis en una canchita desconocida para los periodistas. Volvió a su domicilio y se duchó. En el ínterin, dos llamados de De la Rúa. Cuando a las diez se reunieron, Alvarez, simplemente, les hizo conocer su decisión. Lo había advertido unos meses atrás: �Las cuestiones de principios no las consulto con nadie�. 
La habitación de su hija menor, Lucía, se había convertido en improvisada oficina de prensa. Con una PC y un ordenador portátil, Paula, la hija de Liliana Chiernajowsky y secretaria de Alvarez en la vicepresidencia, pasaba en limpio el texto definitivo de la dimisión. A su lado, rodeado de ositos y útiles de colegio, �Juampi� Cafiero supervisaba el trabajo y daba la última lectura al mensaje. Es curioso: en el departamento de la calle Paraguay se respiraba el clima de los albores del Frente Grande. Son las cinco de la tarde, bien pasadas. En dos horas, en el estrado del Hotel Castelar, Chacho Alvarez enfrentará el momento más difícil de su vida política. Sin embargo, viéndolo así, sentado al otro lado de la mesa de la cocina donde come la segunda de sus hijas mujeres, Dolores, nadie podría atreverse siquiera a sospecharlo.

 

 

Cómo se llegó a la última decisión

Por Eduardo Tagliaferro
El momento más duro para �Chacho� fue el jueves, cuando De la Rúa le completó el organigrama completo del futuro gabinete. Luego de la ceremonia oficial, se recluyó en su despacho y aunque en un primer momento se dijo que iba a hablar con los periodistas apostados en la Casa Rosada, lo descartó rápidamente. �En ese momento no podía hablar con nadie�, dijo ayer a sus allegados. Por la noche todos se separaron confiados de que no iba a haber novedades. Cuando surgió la primera versión de renuncia todos se comenzaron a llamar, Alessandro estaba cenando con Vittar. Parentella estaba en su domicilio, al igual que Cafiero que había emprendido el camino hacia San Isidro. Chacho estaba en su casa.

Ayer Alvarez se despertó muy temprano. Casi no había podido dormir. A las cinco de la mañana, antes de leer los diarios, analizó la decisión con su mujer. Con la decisión tomada, Alvarez llamó a Alessandro y a Cafiero para que vayan para su casa. A media mañana Chacho lo llamó a Alfonsín. �Tomemos un café, Chacho, charlemos el tema�, le dijo el ex presidente. �No te preocupés Raúl, la Alianza no se va a romper, pero la decisión es irreversible�, respondió Chacho. Sentado en la cabecera de la mesa le presentó a sus compañeros el cuerpo de la renuncia que tenía preparada. Todos fueron colaborando con alguna idea. �Vení, vos que sos periodista, trabaja un poco�, le dijo en un momento Chacho a Eduardo Jozami. Afuera la gente cantaba, �De la Rúa botón, De la Rúa botón, sos lo mismo que Menem...�.

Alrededor de las 11 de la mañana llamó el presidente De la Rúa. En esta ocasión Chacho se puso al teléfono. La noche anterior se había negado en dos oportunidades. Hablaron durante una hora, en la que el Presidente le rogó de todas las maneras posibles que revea su posición. �Cada vez que yo iba a hacer una movida te la comunicaba, siempre te fui leal. En cambio vos en más de una ocasión me anoticiaste de las cosas luego de que sucedieron. No entendiste como eran las cosas�, fue la respuesta de Alvarez, que se quejaba ante sus allegados que el Presidente, cada vez que tiene que tomar una decisión privilegia aplacar los conflictos internos en vez de pensar en la gente.

Al mediodía, Hipólito Covarrubias, secretario privado de Alvarez, salió del departamento del vicepresidente para comprar empanadas para todos los que estaban en su departamento. La conferencia de prensa ya estaba anunciada pero las horas pasaban muy lentamente. Alrededor de las 17 volvió a llamar el Presidente. Luego de insistirle en reconsiderar su renuncia, le dijo que no había pensando que su decisión desatara esta crisis. �Las designaciones pueden ser revisadas, Chacho. Siempre hay tiempo para pedirles las renuncias a Fernando de Santibañes y a Alberto Flamarique�, fue la insólita propuesta presidencial. Alvarez cortó con la certeza de que De la Rúa estaba más desorientado de lo que el pensaba.

Con una leve reminiscencia a aquel lejano 17, algunos de los muchos que llegaban espontáneamente a la casa de Carlos �Chacho� Alvarez, recordaban que era Octubre. �Te queremos. No renuncies. ¡Por favor!. Te lo piden los estudiantes. Si vos te vas, se van las esperanzas�, decía un pequeño cartel escrito a mano y pegado sobre un afiche con su rostro que estaba en la pared vecina al edificio donde vive el ahora ex vice-presidente.

Los vecinos fueron los primeros en concentrarse frente al edificio de Alvarez. Luego fueron llegando los militantes partidarios, y gente que con carteles artesanales insistían con el �Chacho querido, el pueblo estácontigo�. En la calle se destacaba el actor Héctor Bidonde, el cineasta David Blaustein y el fiscal de cámara Norberto Quantín quien estaba acompañado por su mujer. �Vine a tomar un poco de oxígeno�, le dijo Quantín a los conocidos.

Alvarez llegó por la tarde al hotel Castelar acompañado de su esposa, Liliana Chiernajowsky, y se dirigió al centro del escenario donde lo esperaba la conferencia de prensa en la que iba a leer el texto de su renuncia. Le dio la mano a Liliana y la invitó a subir al pequeño atril. �En primer lugar quiero agradecerle mucho a la gente que hoy vino a nuestra casa y que no la pudimos saludar porque no quise, no quisimos que se confunda esta decisión con un acto político�, fueron las primeras palabras de �Chacho� Alvarez, antes de leer el texto de su renuncia.

Cuando terminó de leer su renuncia, �Chacho� estiró su brazo y cobijó en su pecho a su mujer. Luego vino el largo abrazo con el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra. Todos los dirigentes frepasistas presentes en el estrado abrazaron a su líder. A la derecha de Chacho estaban los diputados: Juan Pablo Cafiero, José Vitar, Eduardo Macalusse, Jorge Giles, el secretario de Empleo, Horacio Viqueira, el intendente de Lomas Zamora, Eduardo di Dio. A la izquierda estaban la ministra, Graciela Fernández Meijide, los diputados, Rodolfo Rodil, Darío Alessandro y Rafael Flores.

Entre tantos frepasistas se destacó la presencia de la senadora neuquina Silvia Sapag, del Movimiento Popular Neuquino. ¿Se incorporó al Frepaso?, era la pregunta recurrente que debía responder. �Me siento como cuando se anunciaban los golpes de estado�, dijo Sapag a Página/12. �Voy a seguir apoyando todos lo que signifique transparentar la política�, continuó. �Sucede que los sobornadores no toman dimensión del perjuicio que le hacen al país cuando enajenan recursos como los hidrocarburos�.
�La totalidad del paquete accionario de YPF le fue vendido a Repsol por Carlos Menem, con los buenos oficios de su jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, le recordó este diario a la senadora.
�Es cierto, incluso el yerno de Anzorreguy integra el directorio de Repsol. En verdad, parecería que hay un entendimiento de Fernando de la Rúa con Carlos Menem, no. Esa reunión de madrugada, que tanto fue desmentida parece que influyó bastante en estos hechos.

De pie, con evidentes signos de cansancio, Chacho fue saludando uno por uno a todos. Diputados y dirigentes provinciales fueron los primeros en acercarse. También llegaron los actores, Cecilia Rosetto y Gerardo Romano. La titular del gremio docente, Mary Sánchez, ingresó llorando desconsoladamente. Todos arrastraban un cansancio de varios días. El miércoles De la Rúa le había adelantado a �Chacho�, el destino que tenía pensado para Alberto Flamarique en el gobierno. Alvarez no dijo nada. Pero horas más tarde analizó el nuevo escenario junto a sus seguidores más cercanos, Darío Alessandro, Juan Pablo Cafiero, Irma Parentella y José Vittar. Precisamente Vitar le propuso que no concurriera a la asunción de los ministros. �Se va a entender que rompo la Alianza�, dijo Alvarez y no se volvió a hablar del tema.

 

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