Por Esteban Pintos
No era un hombre común. Ernesto Guevara, el Che para todos los tiempos �su nombre resuena por el mundo y su rostro se reproduce en miles de afiches, remeras y banderas, aquí y allá�, uno de los personajes más importantes de la historia de la humanidad en el siglo XX y figura emblemática (y ejemplar) para millones de personas, sin distinción de razas ni banderas. Así, los homenajes a su inmensa figura se han reproducido a lo largo de los años, y en las canciones y poemas se pueden encontrar rastros de esa admiración por un verdadero �elegido�. Tal como reza la canción de Silvio Rodríguez: �...no voy a hablarles de un hombre común, haré la historia de un ser de otro mundo, de un animal de galaxias, es una historia que tiene que ver, con el curso de la Vía Láctea, es una historia enterrada, es sobre un ser de la nada�. Estos versos, entonados por el mismísimo cantautor cubano, abren el primer CD de la colección que, desde mañana y por tres domingos consecutivos, Página/12 ofrecerá a sus lectores al cumplirse 33 años de la muerte del elegido.
Canciones al Che contiene más de 45 canciones de todas las épocas y una importante recopilación de poemas, discursos y hasta una entrevista al propio Guevara. Brindan su poesía, música y voz nombres de peso para la cultura popular latinoamericana de la segunda mitad de este siglo como Víctor Jara, Mario Benedetti, Atahualpa Yupanqui, Nicolás Guillén, Carlos Puebla (el autor de la célebre �Hasta siempre�, un verdadero himno) y Omara Portuondo, entre otros. Se incluyen, además, la famosa carta de despedida que Fidel Castro leyó al pueblo cubano (y al mundo) cuando el Che renunció a sus cargos para embarcarse en la lucha internacionalista y el discurso del presidente cubano en el que pedía, casi como un ruego o un deseo, �que sean como el Che�.
Una de las perlas de esta edición es la entrevista de un periodista mexicano a Guevara el 21 de septiembre de 1959, en uno de cuyos fragmentos se puede escuchar la palabra del Comandante. �Es una cosa pública y notoria que nací en Argentina, en 1928, en la ciudad de Rosario�, arranca el Che cuando, guardando formas casi de interrogatorio, se le pregunta por su nacionalidad, fecha y lugar de nacimiento. �Lo de destacado o no, no tiene que ver con mi nacionalidad... Lo dirá el futuro, lo dirá la historia, si es que tenemos la oportunidad de entrar en ella. Nosotros consideramos que ésta fue una revolución hecha por el pueblo y que la gran virtud de su líder, Fidel Castro, fue la de aglutinar a todo el pueblo, compactarlo y llevarlo a la victoria. Desde un punto de vista personal, rechazo toda explicación que pretenda demostrar, de alguna forma, que un extranjero pueda venir a luchar en otra tierra. Para nosotros, los que vivimos al sur del río Bravo, cualquiera de las patrias americanas es nuestra y sobre cualquiera de ellas podemos dar nuestra sangre con la seguridad de saber que estamos luchando por nuestra patria�, concluye con ese tono entre paternal, didáctico y solemne.
El primer CD arranca con la mencionada �Canción del elegido�, una notable composición de Silvio Rodríguez sobre alguien que, escribió el cubano, �la última vez lo vi irse entre humo y metralla, contento y desnudo, iba matando canallas, con su cañón de futuro�; además de �El hombre�. Sigue con una memorable, original, versión de �El aparecido�, de y por Víctor Jara. Este primer volumen también incluye �Canción fúnebre por Che Guevara�, por el grupo Quilapayún, un poema de Nicolás Guillén titulado lisa y llanamente �Che Guevara�, otra famosa de Jara (�Zamba del Che�), la voz del poeta uruguayo Mario Benedetti en �Consternados, rabiosos� (ver aparte), la �Carta al Che� de los chilenos Inti Illimani, la carta de despedida leída por Fidel y, como perla de la edición, una inspirada milonga que Atahualpa Yupanqui compuso e interpretó. Esta canción es particularmente reveladora del talento de Atahualpa y de la relevancia de la figura del homenajeado. Las tres primeras estrofas hablan de un hombre que tiene rancho, caballo, sin cuentas con Dios, que reza y mira a �un� hombre plantado. Sobre el final, emerge la figura del Che en los versos �Alguna gente se muere, para volver a nacer, el que tenga alguna duda, que se lo pregunte al Che, nada más, nada más�. Y eso es todo.
Para el domingo próximo, cabe esperar otro impacto emocional de canciones y palabras. Abre la emblemática �Hasta siempre�, de y por Carlos Puebla, figuran en tres fragmentos una serie de discursos del mismísimo Che, y otras tantas canciones de Silvio Rodríguez (�América, te hablo de Ernesto� y �Fusil contra fusil�) y Pablo Milanés (�Si el poeta eres tú�), más otras dos composiciones del uruguayo Daniel Viglietti (�Canción al hombre nuevo� por Nereyda Naranjo, y �Canción del guerrillero heroico�, por Elena Burke). Completará la colección Canciones al Che, un tercer volumen que incluye cuatro canciones de Carlos Puebla (�Un hombre�, �Que pare el son�, otra versión de �Hasta siempre�, por el grupo 5 U 4, y �Lo eterno�), y el audio de un emotivo homenaje de los trabajadores industriales de Cuba. En todos y cada uno de esos momentos, emerge gigantesca y ejemplar, indomable y motivadora, la figura de Ernesto Guevara. El Che para todos los tiempos y todos los hombres que creen en que las utopías bien merecen una vida de lucha y compromiso. Siempre es tiempo, por tanto, de decir �Hasta siempre�.
Che comandante
No porque hayas caído / tu luz es menos alta. / Un caballo de fuego / sostiene tu escultura guerrillera / entre el viento y las nubes de la Sierra. / No por callado eres silencio. / Y no porque te quemen, / porque te disimulen bajo tierra, / porque te escondan / en cementerios, bosques, páramos, / van a impedir que te encontremos, / Che Comandante, / amigo. / Con sus dientes de júbilo / Norteamérica ríe. Mas de pronto / revuélvese en su lecho / de dólares. Se le cuaja / la risa en una máscara, / y tu gran cuerpo de metal / sube, se disemina / en las guerrillas como tábanos / y tu ancho nombre herido de soldados / ilumina la noche americana / como una estrella súbita, caída / en medio de una orgía. / Tú lo sabías, Guevara / pero no lo dijiste por modestia, / por no hablar de ti mismo, / Che Comandante, / amigo. / Estás en todas partes. En el indio / hecho de sueño y cobre. Y en el negro / revuelto en espumosa muchedumbre, / y en el ser petrolero y salitrero, / y en el terrible desamparo / de la banana, y en la gran pampa de las pieles, / y en el azúcar y en la sal y en los cafetos, / tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron / vivo, como no te querían, / Che Comandante, / amigo. / Cuba te sabe de memoria. Rostro / de barbas que clarean. Y marfil / y aceituna en la piel de santo joven. / Firme la voz que ordena sin mandar, / que manda compañera, ordena amiga, / tierna y dura de jefe camarada. / Te vemos cada día ministro, / cada día soldado, cada día / gente llana y difícil / cada día. / Y puro como un niño / o como un hombre puro, / Che Comandante, / amigo. / Pasás en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña. / El de la selva, como antes poderoso / fue el de la Sierra. Semidesnudo / el poderoso pecho de fusil y palabra, / de ardiente vendaval y lenta rosa. / No hay descanso / ¡Salud, Guevara! / O mejor todavía desde el hondón americano: / Espéranos. Partiremos contigo. Queremos / morir para vivir como tú has muerto, / para vivir como tú vives, / Che Comandante, amigo.
El poema de y por Nicolás Guillén figura en el track Nº 15 en el primer volumen de la colección, el que sale mañana. |
Consternados, rabiosos
�Así estamos. Consternados, rabiosos. Aunque esta muerte sea uno de los absurdos previsibles. Da vergüenza mirar los cuadros, los sillones, las alfombras. Sacar una botella del refrigerador. Teclear las tres letras mundiales de tu nombre en la rígida máquina que nunca, nunca, estuvo en la cinta tan pálida. Vergüenza tener frío y arrimarse a la estufa como siempre. Tener hambre y comer, esa cosa tan simple. Abrir el tocadiscos y escuchar en silencio sobre todo si es un cuarteto de Mozart. Da vergüenza el confort y el asma de la vergüenza. Cuando tú, comandante, estás cayendo, ametrallado, fabuloso, nítido, eres nuestra conciencia acribillada. Dicen que te quemaron. Con qué fuego van a quemar las buenas, buenas nuevas. La irascible ternura que trajiste y llevaste con tu tos, con tu barro. Dicen que incineraron toda tu vocación, menos un dedo. Basta para mostrarnos el camino, para acusar al monstruo y tus tizones, para apretar de nuevo los gatillos. Así estamos, consternados, rabiosos. Claro que, con el tiempo, la plomiza consternación se nos irá pasando. La rabia quedará, se hará más limpia. Estás muerto, estás vivo, estás cayendo, estás nube, estás lluvia, estás estrella. Donde estés si es que estás, si estás llegando, aprovecha por fin a respirar tranquilo, a llenarte de cielo los pulmones. Donde estés, si es que estás, si estás llegando, será una pena que no exista Dios, pero habrá otros, claro que habrá otros, dignos de recibirte, Comandante.�
El poema de Mario Benedetti, escrito en octubre de 1967, figura en el track Nº 8 del primer CD de la colección. |
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