Por Cristian Alarcón
Desde Ushuaia
Este lugar de paisajes bucólicos, chimeneas que largan humo de casas de madera y nieve en el horizonte también tiene sus fiebres del sábado a la noche, sus dolores intercostales, sus propias angustias. Constituida como un mosaico de inmigrantes de todas las provincias y de los países limítrofes, la ciudad más austral se debate entre el estancamiento y la desazón que llena a la mayoría de sus 31 mil jóvenes, el 10 por ciento de ellos marginalizados, sin estudios y sin trabajo. �Somos como una resaca de los sueños que intentaron nuestros padres. Ellos vinieron creyendo en un futuro, pero la cosas no salieron y para colmo la mayoría se divorció. Estamos solos y no hay quien nos escuche�, diagnostica Andrés, un chico de 15 años, colorado y con una remera de Bob Marley, que odia esos rótulos de alcohólicos y drogadictos con que los adultos suelen descalificarlos en masa, a ellos, los jóvenes fueguinos. Esas fiebres del consumo, vistas como plagas extranjeras en la isla, son quizás apenas un síntoma acneico en una ciudad atravesada por varias crisis.
Puestos a hablar de ellos mismos, los jóvenes de Ushuaia van sin mediaciones de la autocrítica a la protesta. No es la abulia por sí sola la que impera, sino el estigma de siempre el que los preocupa: �¿Qué es la noche acá? Es salir y ponerte bien en pedo, pero hasta que revientes. Estar toda la noche en el boliche y después irte al parque, a algún lugar, que hay muchos, y seguir chupando, o porreándote. Te vas por ahí en coche, porque eso sí que casi todos tienen�. El boom económico de Ushuaia, de la mano de la industria electrónica y la excepción de los impuestos aduaneros, ha llenado la ciudad de gente migrante y de autos importados. Cuando la recesión llega también al confín del mundo y afecta a las familias que soñaban con un batacazo imposible en sus pagos de origen, el auto necesario para trasladarse a pesar del frío y la nieve, el principal signo de status de los locales, alberga la vacuidad de los jóvenes, al resguardo evasivo de sus estrechos panoramas insulares.
No hay rastros de timidez en este grupo de adolescentes que cuestiona la herencia de sus mayores. �Son padres abandónicos, se quejan de los pibes que toman cerveza y no hacen más que emborracharse, pero nadie piensa en ellos y mejor si desaparecen�, dice Eugenia, de 18. �Hablan como si los pibes fueran los peores y son unos nenes. Si les trajeran un rebelde del Gran Buenos Aires, acá dirían que es un asesino�, completa María Fernanda.
Casi todos venidos con sus padres desde el norte en los últimos diez años, cuando eran todavía niños, los chicos que hablan con este diario ocupan, ya como dueños de siempre, una Casa de la Juventud frente a la que suena una banda de rock sureño. Desde esta semana, Ushuaia alberga allí su propio Consejo Juvenil, un espacio integrado por las ONGs de jóvenes locales desde el cual podrán negociar, peticionar y consensuar políticas públicas con los gobiernos de turno.
El puntapié, dado por la Dirección Nacional de Juventud, viene a calar hondo en una sociedad en la que sus jóvenes discuten, como acto inaugural sobre el abandono de los adultos, el alcohol, las mentiras de los políticos. En la vereda, bajo unas nubes moderadas, toca una banda. Huele a pintura nueva. Los chicos le dieron a la fachada unos colores pastel y sobre una de las paredes terminaron un mural con una pareja rumbo al horizonte. Mientras, los nuevos miembros del Consejo Juvenil se van midiendo y anticipando la convivencia que les espera: varios centros de estudiantes, los scouts, la Cruz Roja, un grupo de una iglesia evangélica pentecostal y un par de �independientes�. Quedaron afuera de esa mesa de concertación, y por expreso pedido de la mayoría total, las juventudes de los partidos. �Hemos abierto casas de la Juventud en otras cuatro ciudades y en ninguna de ellas los jóvenes habían tenido esta oposición, pero el criterio siempre es el que ellos consensúan�, explica Gustavo Fernández Russo, director de Juventud del Ministerio de Desarrollo Social.
A pesar del miedo infranqueable a la militancia política, el Consejo Juvenil de Ushuaia es el único creado por una ordenanza. Por iniciativa del único concejal de la UCR, Federico Sciurano, el miércoles, el Concejo Deliberante local aprobó por unanimidad que cada quince días un representante del Ejecutivo y un concejal deben reunirse con los jóvenes.
La herramienta política que reciben los escépticos fueguinos tiene antecedentes en varios países del mundo donde la participación de los jóvenes ha alcanzado niveles de impacto social poco comunes. Es el caso de España, donde existe una Federación de Casas de la Juventud con niveles de organización nacional que la ha convertido en un espacio político de permanente acción por los derechos ciudadanos.
Si a los flamantes consejeros se los pone a señalar dónde se encienden sus alarmas cuando se trata del bienestar de sus pares, denuncian el crecimiento del contagio de VIH �Ushuaia es la cuarta ciudad en contagios por habitante� y de los embarazos adolescentes. �Tienen muchos problemas de violencia y alcoholismo. Se registran permanentemente peleas en los boliches, en los partidos de fútbol y a eso se les suma una falta de identidad y pertenencia, producto de la gran mezcla de orígenes�, sostiene Fernández Russo. �Lo peor de todo es que nadie te escucha�, plantea el presidente del Centro de Estudiantes del Polivalente de Arte. �Hay poco amparo�, resume. La discusión grupal sobre el futuro mete de lleno a los jóvenes de la Casa en discusiones que se van complejizando. Acuerda por ejemplo en que es necesario incluir la educación sexual a los escolares desde los 12 años, para prevenir el contagio de VIH y los embarazos. Pero los de grupos católicos objetan el preservativo y preferirían hablar de parejas estables. �La posta es que tenemos que llegar hasta a los que tienen como cinco aros en la cara y andan de acá�, dice un morocho, quebrándose como un joven malevo descreído, rebeldes insulares en el fin del mundo.
�Una ciudad muy cerrada�
Por C.A.
Como en todo pueblo chico, en la bella Ushuaia el infierno puede ser grande. �Esta es una ciudad muy cerrada� es una especie de muletilla de los jóvenes que llegaron ya en la adolescencia. �Dos hechos me hicieron pensar en irme de acá porque quedé muy impresionada�, dice María Fernanda, una estudiante universitaria. Uno de ellos fue en su facultad, cuando un grupo de ex adictos fue a dar una charla sobre prevención y no hubo quién se animara a pisar el evento por las sospechas que sobre el público podían derramarse. Luego, cuando el 1º de enero cantó Celeste Carballo. �Era increíble, pero nadie la aplaudió ni le gritó, ni siquiera la agredieron. Simplemente nadie se atrevía a mover un brazo porque en el fondo consideraban sospechoso mostrarse interesados en las canciones de una mujer que confesó públicamente ser lesbiana.�
Desde su experiencia como alumnos secundarios, tres miembros de centros de estudiantes hacen un retrato de las tribus dentro de sus colegios. �Acá tenés a los conchetos que tienen plata y van en auto, y a los patoreros, pero el patotero es como el famoso joven rebelde que quiere ser diferente. En realidad no es violento, sólo te pegan si vas a molestarlos.� En esa diferencia de clases que marcan los dirigentes juveniles está gran parte del desafío de los chicos que piensan generar un polo de atracción para las mayorías juveniles. �Para algunos son negros cabezas, para otros patoteros, pero son en realidad pibes con familias hechas pedazos que viven en una ciudad demasiado frustrante�, dice una de las chicas del grupo que aspira a reunirlos bajo alguna bandera, �aunque el trapo tenga que tener muchos colores, todos los que a los pibes les gusten�. |
|