Por Facundo Martínez
Boca consiguió un triunfo muy importante de cara al Superclásico frente a River de la próxima semana, al vencer a Los Andes en el partido adelantado de la 16ª fecha del Apertura, que se jugó ayer porque se superponía con la final de la Copa Intercontinental a disputarse el 28 de noviembre. El puntero del torneo jugó mejor y dominó ampliamente el partido, pero en la definición no estuvo a la altura de sus posibilidades, y desperdició muchas situaciones, al punto que la figura del encuentro fue el arquero local Alejandro Migliardi.
De esta manera, Boca continúa liberando la tabla de posiciones, con 26 puntos, aunque con un partido más jugado, y le sacó seis unidades a River, que tiene 20 en nueve partidos. Los siguen Gimnasia (18), Talleres (17), San Lorenzo (16), Huracán (15) y Estudiantes (15).
Durante el primer tiempo, Boca fue netamente superior a Los Andes, porque tuvo más la pelota, porque llegó con más gente y con más variantes, tratando de jugar el partido siempre en el campo rival, porque los tres del fondo del equipo de Ginarte le otorgaron excesivas facilidades.
El equipo local no pudo crear muchas situaciones de riesgo, pero apostó siempre a quitarle la pelota al rival y tratar de hacerla jugar, sin recurrir al pelotazo. Una buena combinación entre Víctor López y De Sagastizábal casi le permite, a los 21 minutos, ponerse en ventaja. Boca se salvó milagrosamente: una mala salida de Abbondancieri, un remate del delantero local que pegó en el palo, un rebote de López que Serna sacó en la línea.
El visitante reaccionó y a los 23 Migliardi le sacó un cabezazo a Palermo; tres minutos más tarde, le detuvo un fuerte remate al centrodelantero; a los 30, sacó al corner otro disparo de Palermo, y a los 42 contuvo un desborde de Ibarra que llegó a la puerta del arco. En resumen: las sacó todas.
El planteo de presión boquense dio frutos en el segundo período, cuando, a los 51, el líder pudo ponerse en ventaja tras un centro de Riquelme que cabeceó Battaglia y Migliardi no pudo retener, y así Barijho la aseguró en la línea del arco.
El partido cayó en altibajos, porque a Boca empezó a costarle la llegada, aunque pudo ampliar si Riquelme no hubiera rematado tan débilmente a los 69. Al ratito Migliardi volvió a ahogar el grito, al sacarle el gol al Mellizo Gustavo.
Tanta imprecisión hizo sufrir de más a los hinchas. Los Andes pudo empatar con un cabezazo de De Sagastizábal que pegó en el travesaño, y a los 87 el delantero le ganó a Burdisso y su cabezazo se fue por arriba: pudo haber sido el 1-1.
Antes del partido, un enfrentamiento entre barrabravas de Boca en una puerta de ingreso al estadio terminó con un herido, que recibió en el pómulo izquierdo disparos de balas de goma que lanzó la policía bonaerense para dispersar a los violentos.
INGLATERRA PERDIO EN LA DESPEDIDA DEL ESTADIO
Adiós a Wembley con lágrimas
Por Ben James
Desde Londres
Alemania dio un golpe de efecto a su mayor rival en el fútbol europeo y se impuso por 1-0 a Inglaterra en la despedida del legendario estadio de Wembley, sede de los mayores éxitos logrados por el fútbol inglés. Ante 76.377 espectadores, que llenaron el mítico estadio londinense por última vez antes de que sea derruido, en la semana, para dar lugar a un nuevo estadio, los germanos se impusieron gracias a un gol de falta directa logrado en el minuto 14 por Didi Hamann, para mayor decepción británica jugador del Liverpool.
El resultado es un triunfo de grandes dimensiones morales para los alemanes. En primer lugar, han amargado a Inglaterra en el histórico último partido en Wembley, el mismo estadio donde en 1966 la reina entregó a Bobby Charlton la Copa del Mundo ante la impotente mirada de los jugadores alemanes.
El gol que dio la victoria a Inglaterra realmente no entró en el arco. Ese momento quedó grabado a fuego en las cabezas de los alemanes, que desde aquel día denominan �un gol de Wembley� a cualquier gol �fantasma�.
Los alemanes encontraron cierta revancha al ganar allí la Eurocopa de 1996, y recibirla de la misma reina Isabel a la que habían visto de lejos 30 años antes. Pero la venganza no fue completa porque en la cancha no habían estado los locales, eliminados en semifinales por la República Checa. En un plano más cercano y de menos trascendencia histórica, la victoria es un espaldarazo a la �nueva Alemania� de Rudi Voeller.
Sobre el césped de Wembley, en el que el �Dios salve a la reina� sonó antes del choque con más intensidad, si cabe, que nunca, los alemanes enarbolaron la bandera del ataque desde el primer momento. Hamann lanzó una falta desde 35 metros con un potente disparo. Seaman pareció más dedicado a admirar las dos legendarias �torres gemelas� de Wembley que desaparecerán, y el balón entró a ras de césped por el centro del arco.
Cuando el árbitro italiano Stefano Braschi señaló el final del encuentro, los gritos y los gestos de alegría de los jugadores y técnicos alemanes ahogaron la fiesta que se preveía en Wembley, con todo el fútbol inglés despidiendo a su santuario, �violado� el día de su muerte. Las consecuencias de la histórica victoria no se hicieron esperar: el seleccionador inglés, Kevin Keegan, presentó su dimisión al concluir el partido.
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