Por
Elmar Dreher
Desde Suzuka
Michael Schumacher no cabía en sí de gozo tras vencer
en el Grand Prix de Japón y conquistar su tercer campeonato del
mundo de Fórmula 1 y el primero con Ferrari. Sin embargo, tras
las celebraciones iniciales, la alegría que desprendía era
serena y tranquila después de haber cumplido su sueño y
el de miles de tifosi de todo el mundo.
Es algo sencillamente maravilloso, explicó Schumacher
en entrevista con la DPA, relajado después no sólo de una
vibrante carrera sino de años de trabajo para conseguir lo que
ya casi parecía imposible: devolver al mejor equipo al mejor puesto.
¿Cuáles son sus sensaciones tras su primer título
con Ferrari y el tercer título en su carrera?
Algo parecidas a las que sentí en Monza. Pero no esperen
que ahora me salten las lágrimas. Resulta en verdad difícil
hallar en estos momentos las palabras adecuadas para reflejar mis sentimientos.
Cuando crucé la línea de llegada estaba profundamente conmovido.
Las condiciones de carrera fueron difíciles. De a ratos llovía
y luego paraba. Esta temporada hubo muchos altibajos. Al final, ganamos
gracias a la victoria en Suzuka. Es algo sencillamente maravilloso.
Usted tuvo que esperar cinco años para este momento, Ferrari
incluso 21. ¿Pensó alguna vez que no lo conseguiría
nunca?
No, no, nunca creí que jamás lo lograría. Pero
cuanto más tardaba, más impaciente y triste me ponía.
En realidad, tuvimos siempre una buena oportunidad de ganar el título,
pero por diversos motivos la cosa nunca salió bien. Es fantástico
que por fin lo consiguiéramos. Imagínese lo que pasa ahora
en Italia. Debe ser una locura.
Tras el triunfo, se le habrá caído sin duda un enorme
peso del corazón.
En estos momentos no puedo expresar lo que me conmueve. Preciso
algún tiempo para percatarme de lo que ha sucedido. Tengo que dejar
con calma que todo surta efecto en mí.
¿Cómo valora el triunfo en el Mundial con Ferrari
en comparación con los dos primeros con Benetton?
Con
Ferrari estuve tres veces a punto de conseguirlo y fracasé. Esto
ha provocado en mí emociones muy especiales. Por lo tanto, no puedo
comparar en realidad este título con los dos anteriores. Además,
Ferrari tuvo que esperar 21 años para este momento. Este título
lo he conquistado con Ferrari y Ferrari, con permiso, no es Benetton.
La historia de Benetton no es tan grande como la de Ferrari. Por ello
el título significa mucho más para mí.
En la carrera de hoy, ¿por qué no salieron bien las
cosas en la largada, por tercera vez consecutiva?
Eso ya es tradición en nosotros...
Dio vuelta la carrera en su segunda parada en el box. ¿Qué
pasó allí?
Cuando Mika (Hakkinen) enfiló a su box por segunda vez, sabíamos
que yo podía dar aún dos vueltas más. Esa fue la
situación clave. El problema era que delante mío había
muchos autos y era difícil pasarlos. Y cuando entré en la
recta de los boxes, delante de mí había un Benetton en trompo.
Cuando apreté el acelerador para salir, tenía miedo de no
poder salir a la pista antes que Hakkinen. Pero Ross Brawn me dijo por
radio: Va bien, va bien. El no podía ver a mi rival
cuando salí de los boxes y gritó: ¡La cosa va
tremendamente bien!.
¿Se va a celebrar ahora la victoria?
No habíamos planeado nada. Yo pedí expresamente no
preparar nada porque trae mala suerte. Ahora improvisaremos y festejaremos
sin duda. Quiero dar las gracias en italiano: Grazie, grazie, grazie...
QUIEN
ES EL NUEVO CAMPEON DEL MUNDO
Las máquinas
también pueden llorar
Ganar es el único objetivo de Schumacher, que parece una máquina
programada para lograr su objetivo, pero que a veces saca a relucir su
cara más humana. Las lágrimas han descubierto su faceta
sentimental. Cuando ganó en Monza, el mundo se conmovió
al ver cómo el robot dejaba escapar unas lágrimas fruto
de la tensión acumulada tras tres abandonos consecutivos. El llanto
de Monza, unido al de Suzuka, han roto el cliché: la
computadora alemana también siente.
A lo largo de su fulgurante carrera en la Fórmula 1 (debutó
el 25 de agosto del 91 y sólo un año y cinco días
más tarde ya ganó su primer Gran Premio), Schumacher ha
intentado luchar contra esa imagen que retrató uno de sus rivales,
el inglés Damon Hill: Es un clon, una máquina.
Me encantaría sentarme tranquilamente con mis amigos en una
terraza a tomar una cerveza, pero desgraciadamente eso ya no es posible,
ha dicho más de una vez el piloto, que se construyó un caparazón
de arrogancia y frialdad como medio de autoprotección.
Con unos ingresos anuales que rondan los 38 millones de dólares
anuales, el germano es uno de los deportistas mejor pagados del mundo.
Sin embargo, la estrella de 31 años aún intenta alejarse
de las cámaras. En 1996 abandonó Montecarlo y se instaló
en la pequeña localidad suiza de Vufflens-le-Chateaux en una lujosa
mansión donde vive con su mujer Corinna, su hija Gina Maria, de
poco más de tres años, y su hijo Mick, que cumplió
hace poco su primer año. Schumacher no se plantea un regreso a
Alemania. No entra en mis planes, asegura. Aun así,
siempre que puede, vuelve a visitar a sus padres Rolf y Elisabeth, divorciados.
Su principal afición es el fútbol, que practica siempre
que puede. Jugó hasta este año en su equipo de aficionados
de toda la vida, el FC Aubonne. El club despidió esta temporada
a su técnico, y en solidaridad Schumacher se marchó con
él al FC Echichens.
En nueve años de campaña en Fórmula 1, Schumacher
corrió 143 pruebas, de las cuales ganó 43, el 30 por ciento:
sólo Alain Prost, con 51, ganó más. Pero, claro,
Prost nunca pudo salir campeón con Ferrari...
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