Por
Martín Granovsky
¿La Alianza está terminada?
Se confunden dos cosas: la Alianza como acuerdo electoral y la alianza
programática. Para algunos de sus integrantes, la Alianza comenzó
como un acuerdo. Fue así para Raúl Alfonsín, cuando
vio que las encuestas en la provincia de Buenos Aires lo daban tercero.
La electoral estará sujeta a idas y venidas que dependerán
en cada caso de lo que se esté discutiendo. Es un tema de una relevancia
política relativa. Los que hacen cálculos electorales afirman
que si la Alianza no sigue sumando sus votos en el parlamento le hará
el campo orégano al personismo.
Y la alianza programática, ¿se acabó?
Era un proyecto que todavía no despegó. Lo prueba
el modo en que Rodolfo Terragno salió del Gobierno. Quienes más
se esforzaron por tratar de darle conte programático a la Alianza
fueron los que quedaron en posiciones mucho más secundarias o se
fueron.
¿La salida de Alvarez empeoró esa situación?
No solo su salida. También la orientación de centroderecha
o derecha que le dio De la Rúa a su Gobierno. Con esos dos datos,
ahora no hay posibilidades de coalición programática. A
lo sumo podrá haber suma de votos.
¿Le parece bien que Alvarez dejase la vicepresidencia?
El gesto debe ser aplaudido no ya por toda persona progresista sino
por toda persona decente. Se trata de alguien que luchó contra
la corrupción en el Senado y no hizo lo habitual en la política
argentina, que es retener contra viento y marea el espacio de poder formal.
Igualmente, creo que hay dos hechos distintos. Uno es su renuncia a la
vicepresidencia y el otro su regreso al llano, que abre un gran interrogante.
Por un lado hay algo indiscutible: es el líder más valioso
del país. Por otro lado tiene que dar cuenta de una trayectoria
que no solo en el Gobierno sino hasta llegar a él mereció
muchas críticas. Dijo que se arrepentía de no haber votado
la convertibilidad y no criticó el modo en que la convertibilidad
fue desaprovechada en términos de crecimiento autónomo e
industrializante del país. Y fue el defensor más rotundo
de las medidas del gobierno de De la Rúa que iban en contra de
los principios programáticos de la Alianza, como el impuestazo,
que terminó siendo un impuestazo contra la clase media y la clase
media baja, la rebaja salarial a los empleados públicos y la reforma
laboral. A mí me gustaría que ahora Chacho no redujese el
problema de la corrupción sino que recuperase desde el llano lo
que había sido su discurso cuando denunciaba el carácter
sistémico de la corrupción.
Pareció hacerlo cuando después de Silvia Sapag tomó
el caso de las coimas relacionadas con el voto de la ley de Hidrocarburos.
Lo que yo digo va más allá: Chacho tiene que dar cuenta
de la medida en que una política económica que él
apoyó tiene como emergente natural la corrupción en la Argentina.
También debe revisar cuáles fueron las limitaciones de su
intento muy superestructural de aumentar la calidad de la ciudadanía
sin darse cuenta de que la ciudadanía es una construcción
social y política que no solo requiere de derechos civiles y políticos
sino sobre todo de derechos económicos, sociales y culturales,
que tienen que tener una prioridad en la agenda pública. Hasta
ahora no la tienen.
¿Cómo puede conseguir aliados para esa coalición
programática?
Puede recordar una frase de Leandro Alem. Decía: en política
no hay que hacer lo que se puede sino lo que se debe. El discurso sobre
la imposibilidad de alternativas económicas que cuestionó
con tanta claridad Terragno se inscribe en la política posibilista
de corto plazo. Cuando Pablo Gerchunoff hizo en su momento el análisis
del menemismo, dijo que sobreactuó con las privatizaciones frente
al capital extranjero paradisipar cualquier temor de que se vieran en
Menem inclinaciones populistas. Bueno, la sobreactuación fue superada
con creces por este Gobierno.
¿En qué sobreactuó más De la Rúa?
Se vanaglorió de hacer el recorte del gasto público
más fuerte que se recuerde en la Argentina, contra la tesis elemental
de que la función que debe cumplir el Estado en recesión
es contracíclica: cuando la economía no crece, el Estado
debe gastar más. En cambio se ató las manos con la ley de
convertibilidad fiscal, que es procíclica: la economía no
crece y el Estado gasta menos.
El Gobierno dice que la única verdad es lo que llama círculo
virtuoso.
Sí, ya sé. Eliminamos el déficit, baja el riesgo
país, baja la tasa de interés que pagamos en el exterior,
llegan los inversores, baja la tasa de interés interna, se produce
más, la economía crece, baja el desempleo y todos seremos
felices.
No me dijo si está de acuerdo.
No. Es mentira. Parece una psicología social barata. En ninguna
parte está demostrado que el saneamiento de las cuentas públicas
sea la condición necesaria para que se desencadene el crecimiento
con justicia. Si se visualizara que en la Argentina hay un estímulo
al mercado interno, si se hubiera puesto el famoso impuesto Tony Blair
sobre las privatizadas, si no se pensara solo en la seguridad jurídica
de los grandes intereses y para nada en la seguridad jurídica de
los asalariados, la Argentina estaría en condiciones de atraer
capitales que de otra manera no van a venir. Así las cuentas públicas
van a cerrar a costa de mayor endeudamiento.
Nos fuimos de Chacho.
No tanto. El camino es el que Chacho insinuó en su renuncia.
Dijo que la gente podría creer si se le explica claramente adónde
va. Es lo que muchos nos hemos cansado de decir: no había ningún
proyecto nacional, ningún rumbo. Basta ver las soluciones que está
proponiendo la nueva derecha en la Argentina. Hace diez días La
Nación sacó un editorial proponiendo fortalecer la sociedad
civil. Dice que hay que convencerse de que se acabó para siempre
el Estado de bienestar y para disminuir la desigualdad solo propone aumentar
la solidaridad entre la gente. ¿Y el Estado? ¿No tiene ninguna
responsabilidad?
¿Para usted la alianza programática debe estar por
encima de la Alianza?
Deseo que sea así. Me parece que a eso respondían
muchas caras alegres en la tarima del hotel Castelar, cuando Alvarez anunció
su renuncia. Me imagino que están todos pensando en la posibilidad
de que intereses meramente electorales no se interpongan en la construcción
de un acuerdo programático que seguramente no va a incluir a Fernando
de la Rúa y la gente que lo rodea. El gabinete de De la Rúa
piensa, seguramente de buena fe, distinto. Y sus convicciones no son las
de buena parte de la gente que votó a la Alianza. Generalmente
se considera una ingenuidad creer que los políticos harán
lo que antes prometieron desde el llano porque, y en esto hay buena parte
de verdad, cuando llegan al Gobierno se topan con situaciones y problemas
que no habían imaginado mientras hacían campaña.
Normalmente un político hace apuestas fuertes no tanto para respetar
la letra de sus promesas sino para cumplir con los objetivos que propuso.
Sabe que en las elecciones que habrá después será
premiado si cumplió las metas, sin tener en cuenta la manera en
que las cumplió. Y va quedando claro que en el 2001 se evaluará
que la Alianza no cumplió con los objetivos. La soledad en que
dejaron a (Antonio) Cafiero, la crítica que le hicieron a Chacho
por su campaña en el Senado, revelan cosas graves: indican una
vieja política que involucra a amplios sectores del peronismoy
el radicalismo que tratarán de preservar al máximo una situación
donde se especula con el cargo.
¿Entrarán en conflicto la Alianza y la alianza?
Están llamadas a no poder conjugarse. Si Chacho se empeña,
como confío que lo haga, en cimentar una alianza programática,
que no necesariamente coincide con la Alianza, la alianza electoral no
podrá aguantar. Planteará alternativas que no están
contempladas en la agenda del poder. Por eso habrá un esfuerzo
por tratar de cooptarlo para que no salga del acuerdo electoral y sea
un crítico muy amortiguado.
¿Ve posible una alianza entre Chacho y Cavallo?
Confío en que no. Más bien se me ocurre pensar en
un corte que junte sectores como los alfonsinistas, los frepasistas y
sectores renovadores del peronismo junto con muchas fuerzas independientes.
En algunos sentidos el centroizquierda brasileño avanzó
más en sus debates y sus prácticas que el centroizquierda
en la Argentina. Se está abriendo a sectores independientes, a
cortes transversales.
Pero hay un partido troncal fuerte, el Partido de los Trabajadores
de Lula.
Y también figuras fuertes. Martha Suplicy surge con gran
capacidad de liderazgo.
Está acostumbrada a hablar de problemas concretos porque
durante 20 años tuvo un programa de sexología en televisión.
Chacho dirigirse a las cámaras sabe. Hablar de los problemas
de la gente también. Ojalá que la educación vicepresidencial
conduzca a Chacho a darse cuenta de que ahora su tarea no es defender
una alianza electoral como la que existe sino ponerse a construir una
coalición programática que defienda los intereses de los
que menos tienen. Si lo hace se constituirá en el gran líder
argentino de comienzo de siglo.
¿Alvarez tiene a la clase media cautiva?
La debe reconquistar. No seamos soberbios. Gestos de dignidad y
decencia los puede tener tanto un hombre de derecha como uno de izquierda.
Se lo digo sin vueltas: no hace falta ser de izquierda para no dejarse
tocar el culo. El tema ahora es si se hace algo para revertir dos cosas
que crecieron en los últimos meses: la desigualdad y la pobreza.
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