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JOSE NUN, SOCIOLOGO Y ANALISTA POLITICO
“Querrán que Chacho sea un crítico amortiguado”

Está por publicar un libro que debería llevar en tapa la foto de Emilio Cantarero: �Democracia: ¿gobierno del pueblo o gobierno de los políticos?�. José Nun, uno de los más prestigiosos sociólogos de la Argentina, conversó con este diario sobre el papel futuro de Alvarez.

Por Martín Granovsky

t.gif (862 bytes)  –¿La Alianza está terminada?
–Se confunden dos cosas: la Alianza como acuerdo electoral y la alianza programática. Para algunos de sus integrantes, la Alianza comenzó como un acuerdo. Fue así para Raúl Alfonsín, cuando vio que las encuestas en la provincia de Buenos Aires lo daban tercero. La electoral estará sujeta a idas y venidas que dependerán en cada caso de lo que se esté discutiendo. Es un tema de una relevancia política relativa. Los que hacen cálculos electorales afirman que si la Alianza no sigue sumando sus votos en el parlamento le hará el campo orégano al personismo.
–Y la alianza programática, ¿se acabó?
–Era un proyecto que todavía no despegó. Lo prueba el modo en que Rodolfo Terragno salió del Gobierno. Quienes más se esforzaron por tratar de darle conte programático a la Alianza fueron los que quedaron en posiciones mucho más secundarias o se fueron.
–¿La salida de Alvarez empeoró esa situación?
–No solo su salida. También la orientación de centroderecha o derecha que le dio De la Rúa a su Gobierno. Con esos dos datos, ahora no hay posibilidades de coalición programática. A lo sumo podrá haber suma de votos.
–¿Le parece bien que Alvarez dejase la vicepresidencia?
–El gesto debe ser aplaudido no ya por toda persona progresista sino por toda persona decente. Se trata de alguien que luchó contra la corrupción en el Senado y no hizo lo habitual en la política argentina, que es retener contra viento y marea el espacio de poder formal. Igualmente, creo que hay dos hechos distintos. Uno es su renuncia a la vicepresidencia y el otro su regreso al llano, que abre un gran interrogante. Por un lado hay algo indiscutible: es el líder más valioso del país. Por otro lado tiene que dar cuenta de una trayectoria que no solo en el Gobierno sino hasta llegar a él mereció muchas críticas. Dijo que se arrepentía de no haber votado la convertibilidad y no criticó el modo en que la convertibilidad fue desaprovechada en términos de crecimiento autónomo e industrializante del país. Y fue el defensor más rotundo de las medidas del gobierno de De la Rúa que iban en contra de los principios programáticos de la Alianza, como el impuestazo, que terminó siendo un impuestazo contra la clase media y la clase media baja, la rebaja salarial a los empleados públicos y la reforma laboral. A mí me gustaría que ahora Chacho no redujese el problema de la corrupción sino que recuperase desde el llano lo que había sido su discurso cuando denunciaba el carácter sistémico de la corrupción.
–Pareció hacerlo cuando después de Silvia Sapag tomó el caso de las coimas relacionadas con el voto de la ley de Hidrocarburos.
–Lo que yo digo va más allá: Chacho tiene que dar cuenta de la medida en que una política económica que él apoyó tiene como emergente natural la corrupción en la Argentina. También debe revisar cuáles fueron las limitaciones de su intento muy superestructural de aumentar la calidad de la ciudadanía sin darse cuenta de que la ciudadanía es una construcción social y política que no solo requiere de derechos civiles y políticos sino sobre todo de derechos económicos, sociales y culturales, que tienen que tener una prioridad en la agenda pública. Hasta ahora no la tienen.
–¿Cómo puede conseguir aliados para esa coalición programática?
–Puede recordar una frase de Leandro Alem. Decía: en política no hay que hacer lo que se puede sino lo que se debe. El discurso sobre la imposibilidad de alternativas económicas que cuestionó con tanta claridad Terragno se inscribe en la política posibilista de corto plazo. Cuando Pablo Gerchunoff hizo en su momento el análisis del menemismo, dijo que sobreactuó con las privatizaciones frente al capital extranjero paradisipar cualquier temor de que se vieran en Menem inclinaciones populistas. Bueno, la sobreactuación fue superada con creces por este Gobierno.
–¿En qué sobreactuó más De la Rúa?
–Se vanaglorió de hacer el recorte del gasto público más fuerte que se recuerde en la Argentina, contra la tesis elemental de que la función que debe cumplir el Estado en recesión es contracíclica: cuando la economía no crece, el Estado debe gastar más. En cambio se ató las manos con la ley de convertibilidad fiscal, que es procíclica: la economía no crece y el Estado gasta menos.
–El Gobierno dice que la única verdad es lo que llama “círculo virtuoso”.
–Sí, ya sé. Eliminamos el déficit, baja el riesgo país, baja la tasa de interés que pagamos en el exterior, llegan los inversores, baja la tasa de interés interna, se produce más, la economía crece, baja el desempleo y todos seremos felices.
–No me dijo si está de acuerdo.
–No. Es mentira. Parece una psicología social barata. En ninguna parte está demostrado que el saneamiento de las cuentas públicas sea la condición necesaria para que se desencadene el crecimiento con justicia. Si se visualizara que en la Argentina hay un estímulo al mercado interno, si se hubiera puesto el famoso impuesto Tony Blair sobre las privatizadas, si no se pensara solo en la seguridad jurídica de los grandes intereses y para nada en la seguridad jurídica de los asalariados, la Argentina estaría en condiciones de atraer capitales que de otra manera no van a venir. Así las cuentas públicas van a cerrar a costa de mayor endeudamiento.
–Nos fuimos de Chacho.
–No tanto. El camino es el que Chacho insinuó en su renuncia. Dijo que la gente podría creer si se le explica claramente adónde va. Es lo que muchos nos hemos cansado de decir: no había ningún proyecto nacional, ningún rumbo. Basta ver las soluciones que está proponiendo la nueva derecha en la Argentina. Hace diez días La Nación sacó un editorial proponiendo fortalecer la sociedad civil. Dice que hay que convencerse de que se acabó para siempre el Estado de bienestar y para disminuir la desigualdad solo propone aumentar la solidaridad entre la gente. ¿Y el Estado? ¿No tiene ninguna responsabilidad?
–¿Para usted la alianza programática debe estar por encima de la Alianza?
–Deseo que sea así. Me parece que a eso respondían muchas caras alegres en la tarima del hotel Castelar, cuando Alvarez anunció su renuncia. Me imagino que están todos pensando en la posibilidad de que intereses meramente electorales no se interpongan en la construcción de un acuerdo programático que seguramente no va a incluir a Fernando de la Rúa y la gente que lo rodea. El gabinete de De la Rúa piensa, seguramente de buena fe, distinto. Y sus convicciones no son las de buena parte de la gente que votó a la Alianza. Generalmente se considera una ingenuidad creer que los políticos harán lo que antes prometieron desde el llano porque, y en esto hay buena parte de verdad, cuando llegan al Gobierno se topan con situaciones y problemas que no habían imaginado mientras hacían campaña. Normalmente un político hace apuestas fuertes no tanto para respetar la letra de sus promesas sino para cumplir con los objetivos que propuso. Sabe que en las elecciones que habrá después será premiado si cumplió las metas, sin tener en cuenta la manera en que las cumplió. Y va quedando claro que en el 2001 se evaluará que la Alianza no cumplió con los objetivos. La soledad en que dejaron a (Antonio) Cafiero, la crítica que le hicieron a Chacho por su campaña en el Senado, revelan cosas graves: indican una vieja política que involucra a amplios sectores del peronismoy el radicalismo que tratarán de preservar al máximo una situación donde se especula con el cargo.
–¿Entrarán en conflicto la Alianza y la alianza?
–Están llamadas a no poder conjugarse. Si Chacho se empeña, como confío que lo haga, en cimentar una alianza programática, que no necesariamente coincide con la Alianza, la alianza electoral no podrá aguantar. Planteará alternativas que no están contempladas en la agenda del poder. Por eso habrá un esfuerzo por tratar de cooptarlo para que no salga del acuerdo electoral y sea un crítico muy amortiguado.
–¿Ve posible una alianza entre Chacho y Cavallo?
–Confío en que no. Más bien se me ocurre pensar en un corte que junte sectores como los alfonsinistas, los frepasistas y sectores renovadores del peronismo junto con muchas fuerzas independientes. En algunos sentidos el centroizquierda brasileño avanzó más en sus debates y sus prácticas que el centroizquierda en la Argentina. Se está abriendo a sectores independientes, a cortes transversales.
–Pero hay un partido troncal fuerte, el Partido de los Trabajadores de Lula.
–Y también figuras fuertes. Martha Suplicy surge con gran capacidad de liderazgo.
–Está acostumbrada a hablar de problemas concretos porque durante 20 años tuvo un programa de sexología en televisión.
–Chacho dirigirse a las cámaras sabe. Hablar de los problemas de la gente también. Ojalá que la educación vicepresidencial conduzca a Chacho a darse cuenta de que ahora su tarea no es defender una alianza electoral como la que existe sino ponerse a construir una coalición programática que defienda los intereses de los que menos tienen. Si lo hace se constituirá en el gran líder argentino de comienzo de siglo.
–¿Alvarez tiene a la clase media cautiva?
–La debe reconquistar. No seamos soberbios. Gestos de dignidad y decencia los puede tener tanto un hombre de derecha como uno de izquierda. Se lo digo sin vueltas: no hace falta ser de izquierda para no dejarse tocar el culo. El tema ahora es si se hace algo para revertir dos cosas que crecieron en los últimos meses: la desigualdad y la pobreza.

 

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