Por
Pedro Lipcovich
¿Qué te dijeron de la manchita esa?, distraídamente
preguntó él, mientras se servía un cognac francés,
a su señora que volvía del dermatólogo. Ella vaciló
antes de contestar: Tengo lepra. La escena, secreta, es más
común de lo que se supone porque muchos pacientes son de
buen nivel socioeconómico y se está rompiendo el mito de
que la lepra sólo tiene que ver con la pobreza, explicó
una especialista. Muchos mitos rodean a esta enfermedad, pero las verdades
son las siguientes: es absolutamente curable y, apenas iniciado el tratamiento,
deja de ser contagiosa. Lo esencial es el diagnóstico precoz, que
sin embargo muchas veces no se logra porque la gente, habituada a ir al
médico cuando algo le duele, desestima esa manchita de aspecto
inofensivo donde, al revés, la piel está como anestesiada.
En la Argentina, hay casi 4000 enfermos de lepra y aparecen 500 casos
nuevos cada año, especialmente en los grandes conglomerados urbanos.
Así las cosas, los especialistas lanzaron la Campaña Nacional
de Educación y Prevención de la Lepra.
En la Argentina, la mayor cantidad de enfermos está en conglomerados
poblacionales como la ciudad de Buenos Aires, los conurbanos bonaerense
y rosarino y Resistencia, Chaco, señaló Liliana Olivares,
presidenta de la Sociedad Argentina de Leprología. En proporción
a la población, la tasa más elevada se registra en Formosa,
donde cuatro de cada diez mil habitantes padecen lepra. Las provincias
más afectadas son las del noreste y norte y desde allí la
traen quienes migran a los grandes centros urbanos. El total registrado
de enfermos es 2650 pero se estima que son casi 4000,
señaló Olivares, con 500 casos nuevos por año.
¿Quiénes son los enfermos de lepra? Viviana Bonanno, a cargo
del Sector Lepra del Servicio de Dermatología del Hospital Ramos
Mejía, contestó que muchos tienen buen nivel socioeconómico
y cultural, viven en barrios acomodados de la ciudad de Buenos Aires y
llegan a nuestro servicio derivados por el médico de su prepaga;
se está rompiendo el mito de que estos enfermos necesariamente
sean personas que viven hacinadas o en malas condiciones de higiene: hay
pacientes de clase media, de clase media alta y, la mayoría, de
clase media baja. ¿Cómo se contagiaron? Muchos
de ellos vivieron siempre en Buenos Aires y, que ellos supieran, no tuvieron
contacto con nadie que padeciera la enfermedad, no tienen idea de cómo
pudieron infectarse. Se supone que el contagio requiere un contacto íntimo
y prolongado con un enfermo, pero no todos cumplen ese requisito,
advierte Bonanno.
La doctora Olivares admite que muchos aspectos de esta enfermedad
todavía no están del todo dilucidados; por eso, por ejemplo,
todavía no hay una vacuna. En todo caso, se sabe que no
todos los enfermos eliminan bacilos contagiantes y, sobre todo, el contagio
requiere un sujeto susceptible: en la mayoría de las personas,
sus defensas inmunológicas impiden que, aun en contacto con el
mycobacterium leprae, se desarrolle la enfermedad.
La mejor manera de prevenir la lepra es simplemente curar a los enfermos:
La primera dosis de tratamiento mata el 99 por ciento de los bacilos
que pudieran contagiar: esto corta la cadena epidemiológica,
destacó la doctora Bonanno. Estas poliquimioterapias, que combinan
varios medicamentos, se aplican mundialmente desde 1987: sólo entonces
cesó la reclusión en leprosarios: No tiene sentido
el aislamiento físico del paciente porque los medicamentos logran
el aislamiento químico de la enfermedad, explica Bonanno.
El único centro nacional de internación es el Hospital Baldomero
Sommer, en General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, donde
todavía están alojados enfermos que carecen de contención
familiar o un lugar donde vivir.
Los medicamentos que la OMS distribuye gratuitamente en todo el
mundo- se aplican en forma supervisada en centros especializados como
los de los hospitales Muñiz, de Clínicas y Ramos Mejía.
Los tratamientos duran de seis meses a dos años y, según
los datos de la OMS, su efectividad es total en más del 99 por
ciento de los casos.
¿Cuáles son los primeros síntomas de la lepra? Consulte
por la mancha adormecida, dice el slogan de la Campaña Nacional
de Educación y Prevención de la Lepra que organiza la Sociedad
Argentina de Dermatología (www.sad.org.ar/lepra). Es una
manchita en la piel, un cambio de color indefinido; a veces es una zona
donde se ha perdido el vello o donde no se transpira. Lo importante es
que esta zona está anestesiada, sin sensibilidad: esta mancha es
característica del comienzo de la lepra, cuenta la doctora
Olivares.
El problema es que muchas veces el enfermo no hace la consulta porque
no se da cuenta: la gente está acostumbrada a ir al médico
cuando le duele algo y en el caso de la lepra es al revés, es un
lugar donde no puede haber dolor, dice Olivares.
Miedo
a la segregación
Por
P.L.
Por más que les expliquemos
que la enfermedad es absolutamente curable y no requiere aislamiento,
muchos pacientes reciben el diagnóstico con angustia cuenta
Viviana Bonanno, que ha emitido centenares de diagnósticos
de lepra en el Hospital Ramos Mejía: piden por favor
que no se vayan a enterar en su trabajo por miedo a que los echen;
a veces, temen que lo sepa la familia, por miedo a la discriminación
y el aislamiento. En esto es importante la buena relación
médico-paciente y con la familia, pero a veces no se puede
ir contra el imaginario popular que, desde hace milenios, se aterra
de esta enfermedad. En rigor, las personas afectadas de lepra sufren
discriminación desde el lenguaje mismo, ya que la palabra
leproso tiene la connotación de un insulto.
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Riesgos
de mutilaciones
Por
P.L.
Aunque la lepra no es una enfermedad mutilante, ha causado horribles
mutilaciones. La explicación consiste en que, si la enfermedad
no se trata precozmente, el bacilo, al afectar los nervios periféricos,
conduce a la pérdida de la sensibilidad: Llegado ese
punto, la persona puede quemarse las manos y no darse cuenta. O,
supongamos, simplemente una piedrita en el zapato: uno se da cuenta,
se la quita y sigue caminando; pero, si la lepra le ha hecho perder
la sensibilidad en el pie, no la advierte, camina con la piedra
y termina con una úlcera en la planta del pie, explica
la especialista Viviana Bonanno.
Actualmente, aun para un paciente en esas condiciones se puede prevenir
la discapacidad, educándolo para la prevención y porque
existen recursos terapéuticos como los antibióticos.
Pero, en otras épocas, se producía una espiral
sin retorno, donde la insensibilidad llevaba a traumatismos, éstos
a su vez se infectaban y el resultado eran las mutilaciones,
comenta Bonanno.
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