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EN ARGENTINA HAY 500 NUEVOS CASOS DE LEPRA POR AÑO
Una mancha para la salud

Se estima que en el país los enfermos llegan a 4000. Se concentran en el nordeste, pero también hay muchos casos en Capital y Gran Buenos Aires. Afecta a todas las clases sociales.

Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes)  “¿Qué te dijeron de la manchita esa?”, distraídamente preguntó él, mientras se servía un cognac francés, a su señora que volvía del dermatólogo. Ella vaciló antes de contestar: “Tengo lepra”. La escena, secreta, es más común de lo que se supone porque “muchos pacientes son de buen nivel socioeconómico y se está rompiendo el mito de que la lepra sólo tiene que ver con la pobreza”, explicó una especialista. Muchos mitos rodean a esta enfermedad, pero las verdades son las siguientes: es absolutamente curable y, apenas iniciado el tratamiento, deja de ser contagiosa. Lo esencial es el diagnóstico precoz, que sin embargo muchas veces no se logra porque la gente, habituada a ir al médico cuando algo le duele, desestima esa manchita de aspecto inofensivo donde, al revés, la piel está como anestesiada. En la Argentina, hay casi 4000 enfermos de lepra y aparecen 500 casos nuevos cada año, especialmente en los grandes conglomerados urbanos. Así las cosas, los especialistas lanzaron la Campaña Nacional de Educación y Prevención de la Lepra.
En la Argentina, “la mayor cantidad de enfermos está en conglomerados poblacionales como la ciudad de Buenos Aires, los conurbanos bonaerense y rosarino y Resistencia, Chaco”, señaló Liliana Olivares, presidenta de la Sociedad Argentina de Leprología. En proporción a la población, la tasa más elevada se registra en Formosa, donde cuatro de cada diez mil habitantes padecen lepra. Las provincias más afectadas son las del noreste y norte y desde allí la traen quienes migran a los grandes centros urbanos. El total registrado de enfermos es 2650 –“pero se estima que son casi 4000”, señaló Olivares–, con 500 casos nuevos por año.
¿Quiénes son los enfermos de lepra? Viviana Bonanno, a cargo del Sector Lepra del Servicio de Dermatología del Hospital Ramos Mejía, contestó que “muchos tienen buen nivel socioeconómico y cultural, viven en barrios acomodados de la ciudad de Buenos Aires y llegan a nuestro servicio derivados por el médico de su prepaga; se está rompiendo el mito de que estos enfermos necesariamente sean personas que viven hacinadas o en malas condiciones de higiene: hay pacientes de clase media, de clase media alta y, la mayoría, de clase media baja”. ¿Cómo se contagiaron? “Muchos de ellos vivieron siempre en Buenos Aires y, que ellos supieran, no tuvieron contacto con nadie que padeciera la enfermedad, no tienen idea de cómo pudieron infectarse. Se supone que el contagio requiere un contacto íntimo y prolongado con un enfermo, pero no todos cumplen ese requisito”, advierte Bonanno.
La doctora Olivares admite que “muchos aspectos de esta enfermedad todavía no están del todo dilucidados; por eso, por ejemplo, todavía no hay una vacuna”. En todo caso, se sabe que “no todos los enfermos eliminan bacilos contagiantes y, sobre todo, el contagio requiere un sujeto susceptible: en la mayoría de las personas, sus defensas inmunológicas impiden que, aun en contacto con el mycobacterium leprae, se desarrolle la enfermedad”.
La mejor manera de prevenir la lepra es simplemente curar a los enfermos: “La primera dosis de tratamiento mata el 99 por ciento de los bacilos que pudieran contagiar: esto corta la cadena epidemiológica”, destacó la doctora Bonanno. Estas poliquimioterapias, que combinan varios medicamentos, se aplican mundialmente desde 1987: sólo entonces cesó la reclusión en leprosarios: “No tiene sentido el aislamiento físico del paciente porque los medicamentos logran el aislamiento químico de la enfermedad”, explica Bonanno. El único centro nacional de internación es el Hospital Baldomero Sommer, en General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, donde todavía están alojados enfermos que carecen de contención familiar o un lugar donde vivir.
Los medicamentos –que la OMS distribuye gratuitamente en todo el mundo- se aplican en forma supervisada en centros especializados como los de los hospitales Muñiz, de Clínicas y Ramos Mejía. Los tratamientos duran de seis meses a dos años y, según los datos de la OMS, su efectividad es total en más del 99 por ciento de los casos.
¿Cuáles son los primeros síntomas de la lepra? Consulte por la mancha adormecida, dice el slogan de la Campaña Nacional de Educación y Prevención de la Lepra que organiza la Sociedad Argentina de Dermatología (www.sad.org.ar/lepra). “Es una manchita en la piel, un cambio de color indefinido; a veces es una zona donde se ha perdido el vello o donde no se transpira. Lo importante es que esta zona está anestesiada, sin sensibilidad: esta mancha es característica del comienzo de la lepra”, cuenta la doctora Olivares.
El problema es que “muchas veces el enfermo no hace la consulta porque no se da cuenta: la gente está acostumbrada a ir al médico cuando le duele algo y en el caso de la lepra es al revés, es un lugar donde no puede haber dolor”, dice Olivares.

Miedo a la segregación

Por P.L.

“Por más que les expliquemos que la enfermedad es absolutamente curable y no requiere aislamiento, muchos pacientes reciben el diagnóstico con angustia –cuenta Viviana Bonanno, que ha emitido centenares de diagnósticos de lepra en el Hospital Ramos Mejía–: piden por favor que no se vayan a enterar en su trabajo por miedo a que los echen; a veces, temen que lo sepa la familia, por miedo a la discriminación y el aislamiento. En esto es importante la buena relación médico-paciente y con la familia, pero a veces no se puede ir contra el imaginario popular que, desde hace milenios, se aterra de esta enfermedad. En rigor, las personas afectadas de lepra sufren discriminación desde el lenguaje mismo, ya que la palabra ‘leproso’ tiene la connotación de un insulto.”

 

Riesgos de mutilaciones

Por P.L.

Aunque la lepra no es una enfermedad mutilante, ha causado horribles mutilaciones. La explicación consiste en que, si la enfermedad no se trata precozmente, el bacilo, al afectar los nervios periféricos, conduce a la pérdida de la sensibilidad: “Llegado ese punto, la persona puede quemarse las manos y no darse cuenta. O, supongamos, simplemente una piedrita en el zapato: uno se da cuenta, se la quita y sigue caminando; pero, si la lepra le ha hecho perder la sensibilidad en el pie, no la advierte, camina con la piedra y termina con una úlcera en la planta del pie”, explica la especialista Viviana Bonanno.
Actualmente, aun para un paciente en esas condiciones se puede prevenir la discapacidad, educándolo para la prevención y porque existen recursos terapéuticos como los antibióticos. Pero, en otras épocas, “se producía una espiral sin retorno, donde la insensibilidad llevaba a traumatismos, éstos a su vez se infectaban y el resultado eran las mutilaciones”, comenta Bonanno.

 

 

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