Por
Suzanne Goldenberg
Desde Jerusalén
Ayer Israel ahogó su furia ante el secuestro de tres de sus
soldados y se contuvo antes de llevar a término sus amenazas de
bombardear a guerrillas de Hezbolá y a instalaciones sirias en
el Líbano. Lo hizo para explorar las perspectivas de un canje de
prisioneros que pudiera asegurar la liberación de sus tropas. Pero
mientras los aviones de guerra israelíes atravesaban la barrera
del sonido sobre el cielo de la capital libanesa de Beirut y cientos de
tanques se dirigían a posiciones en el norte del país, el
temor que todos compartían de uno y otro lado de la frontera era
que la confrontación abierta podía llegar en cualquier momento
tras cuatro meses de tranquilidad relativa y que Siria podía ser
arrastrada a la guerra.
El secuestro de los tres soldados por las guerrillas de Hezbolá,
seguido por bombardeo sobre la frontera, fue el mayor quiebre en la tensa
calma que prevaleció desde mayo, cuando Israel puso fin a 22 años
de ocupación en el sur del Líbano. El sábado por
la tarde, los tres soldados dos judíos israelíes y
un beduino fueron raptados durante una patrulla en la región
fronteriza de Sheba, que el Hezbolá reclama como territorio libanés.
Ayer el premier israelí, Ehud Barak, dijo que era de Siria la
responsabilidad de asegurar que no habrá acciones hostiles contra
Israel desde el Líbano. El sheik Hassan Nasrallah, líder
de Hezbolá, dijo que sus hombres se vengarían si Israel
atacaba el Líbano. Le haremos entender al enemigo que Líbano
no es tan débil como para no poder defenderse, dijo.
Detrás de la retórica hay esfuerzos internacionales para
que los tres soldados vuelvan a salvo, probablemente cambiándolos
por libaneses que desde hace años están alojados en cárceles
israelíes. Según fuentes israelíes, estos esfuerzos
implican a Barak, al secretario general de la ONU, Kofi Annan, y a la
Cruz Roja. Fuentes libaneses dijeron que Hezbolá estaba buscando
una mediación alemana para organizar un intercambio. Aparentemente,
Hezbolá quiere la liberación de 19 libaneses, de numerosos
palestinos, integrantes de Jihad Islámica y Hamas. Sin embargo,
las perspectivas de un canje eran nebulosas. Ayer, un vocero de Barak
dijo a la radio del ejército que esperaba un signo de vida
de los secuestrados antes de embarcarse en negociaciones. Hezbolá
dijo que esperaba que Israel liberara primero a sus presos.
Aunque el gobierno israelí liberó a 13 libaneses la primavera
pasada, conserva a dos líderes importantes de las milicias: un
guerrillero capturado en 1994 y un clérigo secuestrado en 1989.
Mustafá Dirani, jefe de seguridad de la milicia Amal Shia, y el
sheik Abdel Karim Obeid fueron vistos sólo una vez desde su captura,
cuando fueron llevados a juicio este año. Entregarlos ahora sería
de parte de Barak una capitulación inaceptable a los ojos de muchos
palestinos. Y esto también socavaría el único logro
del que puede jactarse desde que asumió como premier: la retirada
del sur del Líbano.
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