Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

SUBRAYADO

Las bombas de tiempo

Por Claudio Uriarte

La idea rectora de los acuerdos de paz iniciados por Yitzhak Rabin y Shimon Peres era que los palestinos y los israelíes debían vivir lo más separados posible. Eso surgía de una dura lección, aprendida desde la guerra de 1967 y subrayada violentamente por la Intifada de los últimos años 80: que la potencia ocupante jamás lograría asimilar a la población del territorio ocupado, y que la fricción entre ambas sólo conseguiría prender el fuego del enfrentamiento. Pero Rabin y Peres no fueron del todo consecuentes con su razonamiento, como tampoco lo fue su actual continuador, el ex héroe de guerra (pero no de paz) Ehud Barak. Para mantener en Israel lo más parecido posible a un consenso mayoritario sobre decisiones difíciles, los tres laboristas no sólo mantuvieron la mayoría de las colonias israelíes en Cisjordania y Gaza sino que incluso las expandieron. De esas colonias se pretendía y se pretende incluso que se incorporen al status final de los territorios del futuro Estado Palestino, lo que constituye, por lo menos, una fuerte anomalía para un nuevo país, y reproduce sin variaciones la misma bomba de tiempo que el diseño de la paz se proponía desactivar: la mayoría de los asentamientos está poblada de colonos ultranacionalistas fanáticos armados hasta los dientes, y en torno de ellas deben establecerse siempre dos densos cordones de seguridad –el interior israelí, el exterior palestino– para que colonos y palestinos no se vayan a las manos (o a los gatillos). Hebron, donde viven 400 colonos judíos entre un océano de palestinos, es el ejemplo más notable de este monumento a la inviabilidad.
Por eso, frente a cada crisis israelo-palestina la guerra estalla alrededor de las colonias, y una masacre de palestinos en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén inmediatamente despierta réplicas de Ramala, Nablus y particularmente la colonia de Netzarim, enquistada en la socialmente explosiva Franja de Gaza, y donde la semana pasada se corporizó el infierno tan temido de un enfrentamiento entre la policía palestina y el ejército israelí.
Dicho de otro modo: no habrá paz mientras Jerusalén oriental siga ocupada, ni mientras las colonias permanezcan en los territorios de las zonas A, las que ya se encuentran bajo completo control palestino. Barak, un centrista, intentó hasta ahora devolver Jerusalén sin devolver Jerusalén, respetar el control palestino sin respetarlo, reprimir tirando a matar pero no siempre. Ese equilibrio no podrá mantenerse.


 

PRINCIPAL