Por
Horacio Bernades
En las dos ediciones llevadas a cabo desde su instalación en
abril de 1999, el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires logró
aparecer como la contracara perfecta del de Mar del Plata, su desorientado,
aparatoso y kitsch hermano mayor. Lejos de los afanes de grandeza, los
figurones de antaño y el caos de programación y organización
que siempre caracterizaron el evento maharbicista, el Fciba logró
definir un perfil exclusivamente comprometido con el buen cine, cuya criteriosa
selección y pareja programación fueron reconocidos, a su
tiempo, tanto por el público como por la gente de cine y el periodismo
especializado.
Sorprendentemente, la respuesta a todo ello no será la continuidad,
sino el descabezamiento de sus principales responsables. En efecto, y
aunque la novedad no adquirió aún carácter oficial,
se sabe que el subsecretario de Industrias Culturales de la Ciudad, Ricardo
Manetti (de quien dependen no sólo el festival de cine, sino también
el de teatro, el de danza y el de tango, entre otros megaeventos ciudadanos)
decidió desplazar de su cargo al director artístico del
festival, Andrés Di Tella, así como a varios de sus principales
asistentes. Manetti confirmó la versión ante Página/12,
agregando otro dato: una vez concretado el desplazamiento de Di Tella,
cuya tarea al frente del festival no había recibido hasta el momento
cuestionamiento alguno, ese cargo no será cubierto. En el
festival de cine se adoptará la misma estructura que en el resto
de los festivales que se desarrollan en el ámbito de la ciudad,
explicó Manetti. Esa estructura contempla la figura de un
productor general y un comité artístico. El rol de director
artístico no nos parece necesario, señala el subsecretario.
Lo que dice Manetti es un disparate, lanza, sin pelos en la
lengua, Marcelo Piñeyro, realizador de Plata quemada, desde su
carácter de observador no involucrado. Cualquiera sabe que
no hay festival de nada en el mundo entero que pueda salir adelante sin
una dirección artística. Son el director artístico
y su equipo quienes dan un perfil y una identidad a un festival, y en
este caso eso es lo que ocurrió con Di Tella y su gente, que hicieron
un trabajo probadamente serio y criterioso. Llamativamente, teniendo en
cuenta el grado de canibalismo que cunde en este ambiente, ese trabajo
no recibió críticas serias desde ningún sector. Es
sobre todo a ellos a quienes se debe el éxito del Festival, y no
sólo en el orden local. Pude comprobar personalmente el prestigio
que el festival tiene en el exterior. El Festival de Cine Independiente
de Buenos Aires estaba comenzando a instalarse, aquí y en el mundo
entero, y lo que ocurre ahora es que esa continuidad y esa proyección
de futuro quedan interrumpidas, sin ninguna razón valedera que
lo justifique. Me parece espantoso, remata Piñeyro.
Para completar el panorama, a partir del año próximo el
Festival de Mar del Plata (que sí tendrá un director artístico,
a diferencia del de Buenos Aires) se correrá de noviembre a marzo,
encimándose de este modo con el Fciba. Una decisión
que muchos creen perjudicial para ambos eventos, ya que podrían
terminar compitiendo por público, películas e invitados.
Para embarrar más un terreno de por sí complicado, el probadamente
eficaz equipo de producción del Fciba, encabezado por Carolina
Konstantinovsky, fue transplantado justamente a Mar del Plata, para cumplir
allí esa misma función, a partir del año próximo.
Manetti atribuye el transplante a los frecuentes cambios de puesto
que se dan en el ámbito de la función pública.
La nueva productora general del FCIBA será, según declaró
Manetti, la licenciada Liliana Mazure, relacionista pública cuyo
emprendimiento reciente más notorio fue traer a Buenos Aires al
grupo cubano Los Van Van.
Los cambios en la estructura del festival comenzaron a levantar reacciones.
Mientras los críticos agrupadosen Fipresci Argentina preparan una
declaración pública en la que dejarán sentada su
preocupación ante los cambios, en los que ven, entre otras cosas,
un intento por quitarle autonomía al festival, los jóvenes
realizadores que forman parte del Proyecto Cine Independiente (PCI) hicieron
público un comunicado en el que denuncian los hechos (ver aparte).
Que el premio por el éxito de una tarea sea el despido de
los que la realizaron es algo que nos resulta por lo menos sospechoso,
dicen los miembros del PCI.
Esto es, claramente, el reemplazo de un proyecto cultural por un
proyecto político, vuelve al ataque Piñeyro. Lo
que se elimina aquí es a la gente independiente, señala,
a su turno, el propio Di Tella, quien aclara que se enteró de su
remoción por rumores primero y por los medios después. Pero
no todavía de boca de Manetti. Hace un par de meses viajé
a los festivales de Edinburgo y de Telluride, en mi carácter de
director artístico del Fciba, para continuar preparando la próxima
edición del festival. Antes de irme, me reuní con Manetti,
que no me dijo absolutamente nada sobre ningún cambio. Cuando volví,
mi remoción ya era vox populi, por lo cual intenté comunicarme
con Manetti y con Jorge Telerman, nuevo secretario de Cultura de la Ciudad.
Ni uno ni otro me devolvieron el llamado, hasta que la situación
se hizo pública. Recién en ese momento recibí un
llamado de Manetti. Ante la consulta de Página/12, el subsecretario
de Industrias Culturales afirmó exactamente lo contrario: habría
sido él quien intentó comunicarse con Di Tella, sin recibir
respuesta. Es mentira, según el desplazado director.
Se desplaza a gente no encuadrada dentro de un proyecto político,
para convertir al festival en un evento al servicio del gobierno de turno,
lanza Di Tella su última piedra. Con ello, lo que se busca
es desnaturalizar el festival, que pasa así de ser un hecho cinematográfico
a un evento exclusivamente diseñado para incrementar el prestigio
de algún funcionario. Marcelo Piñeyro remacha: Es
un triunfo de la burocracia.
La protesta de los
directores
Este es el comunicado emitido por la agrupación
Proyecto de Cine Independiente (PCI), integrada por más
de veinte jóvenes realizadores. En los últimos
años, para mucha de la gente que vive en esta ciudad, hubo
un hecho inédito: el Festival de Cine Independiente. Fue
inédito por distintas razones. Las más obvias: una
organización prolija y austera, la calidad de las películas
seleccionadas, la diversidad de muestras, foros, mesas, seminarios
y secciones, la repercusión crítica y la extraordinaria
respuesta del público, que superó cualquier previsión.
Pero por sobre todo, logró algo mucho más difícil
e intangible, su reconocimiento, credibilidad y sorpresa. Aquí
y afuera. Ahora resulta que las nuevas autoridades políticas
de la ciudad han decidido deshacerse del equipo que llevó
adelante las dos ediciones del Festival. Los cineastas Andrés
Di Tella (director artístico), Esteban Sapir y Eduardo
Milewicz (comité artístico) fueron reemplazados
sin ninguna explicación. Además, se desmembró
al equipo de producción. De este modo, se desperdicia la
experiencia y los contactos acumulados, se corta la continuidad
y se destruye irresponsablemente un espacio que costó mucho
trabajo construir: el primer festival de cine serio que se concreta
en el país en décadas. Que el premio por el éxito
de una tarea sea el despido de los que la realizaron es algo que
nos resulta por lo menos sospechoso. Y que nadie les haya avisado
es muy poco elegante. Frente a esto, una sola pregunta: ¿por
qué?
Firman Martín Rejtman, Daniel Burman, Pablo Trapero, Mercedes
García Guevara, Gregorio Cramer, Fernando Spiner, Marcelo
Céspedes, Carmen Guarini, Rodrigo Moscoso, Rodrigo Moreno,
Nicolás Saad, Juan Villegas, Lucrecia Martel, Daniel Rosenfeld,
Ulises Rosell, Eduardo Raspo, Alejandro Maci, Albertina Carri,
Salvador Rosseli, Mariano de Rosa, Víctor González,
Hernán Mussaluppi, Fernán Rudnik.
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