Por
Pablo Plotkin
Levanten la mano los que alguna vez se masturbaron con una petisa
culona, dijo Gustavo Cordera metido en un pijama de algodón
rojo. La mayoría masculina del público levantó los
brazos como en una ola futbolera y prorrumpió en un grito hormonal.
El cantante calvo sonrió y asintió como diciendo ésos
son mis muchachos.... Bien, ésta va dedicada a todos
ustedes, expresó después de anunciar el humilde
homenaje al cuarteto Leo (fundadores del cuartetazo) que conlleva
una de las canciones del nuevo disco de Bersuit Vergarabat, Hijos del
culo. Y aunque La Petisita Culona es, en realidad, una ranchera,
la síntesis sonora de Bersuit 2000 se basa en la música
tropical (cumbia, cachaca, salsa), pero, sobre todo, en el candombe. El
viaje de la banda a la ciudad de Córdoba significó la primera
exposición pública de su nuevo compendio de canciones. A
beneficio de la fundación Corazoncitos (creada por el héroe
del básquet local, Héctor Pichi Campana, para
subvencionar operaciones cardiovasculares de los pibes del Hospital de
Niños cordobés) 5 mil personas asistieron el viernes al
Pajas Blancas Center, en las afueras de la ciudad, para ver el primer
show del segundo capítulo en la vida de Bersuit Vergarabat como
grupo de rock de masas.
Le debemos mucho a Córdoba y creíamos que era hora
de retribuirle algo por todas las canciones que esta provincia nos inspiró
a escribir, contestó el Pelado Cordera cuando, a la tarde,
un reportero local le preguntó por qué presentaban Hijos
del culo allí. Así que, respondiendo a la solicitud de los
artistas, el sello discográfico Universal convocó a la prensa
porteña y latinoamericana y la trasladó en un vuelo charter
abordado por 120 personas, entre músicos, periodistas, ejecutivos
y empleados de la compañía. En el aeropuerto Pajas Blancas,
los Bersuit fueron recibidos por una banda impecablemente orquestada y
un grupo de malabaristas-payasos que hacían lo suyo alrededor de
los músicos. Un aterrizaje bastante estruendoso. Nacho Goano, movilero
de El Rayo, vociferó que debían sentirse como
Los Beatles y les puso el micrófono en la boca. Entre agradecidos
y desconcertados, los Bersuit abordaron la van que los llevaría
al estadio para la prueba de sonido.
El show empezó con temas de Libertinaje, el disco anterior de Bersuit
(el primero producido por Gustavo Santaolalla) que los sacó de
los subsuelos porteños para convertirlos súbitamente en
una banda con proyección internacional (con los hits contestatarios
Sr. Cobranza y Se viene de por medio). Así
que, como para romper el hielo, el candombe melancólico Murguita
del Sur, A los tambores, el viejo clásico Venganza
de los muertos pobres y la cumbia Yo tomo abrieron el
fuego. En el primer tramo vistieron sus pijamas tradicionales, algo andrajosos.
Luego se apagaron las luces; ellos desaparecieron del escenario y una
voz en off habló sobre la identidad de los hijos del culo:
los seres que habitan el Tercer Mundo, los que son tratados como mierda.
Los despedidos del banquete, los expulsados del Paraíso,
los amantes de lo prohibido. Entonces los artistas reaparecieron,
esta vez enfundados en pijamas más modernos y vistosos, con números
en la espalda y colores vivos. Ha nacido un nuevo engendro y lo
presentamos acá en Córdoba, gritó Cordera antes
de arrancar con El Gordo Motoneta, la canción que abre
el nuevo disco.
A Bersuit Vergarabat le gusta mostrar todo aquello que en el mundo occidental
es considerado de mal gusto. Sus canciones hablan en ritmo de Carnaval
de promiscuidad, narcóticos, incesto, locura. Algo así como
Los Auténticos Decadentes después de diez sesiones de electro-shock
en un pabellón psiquiátrico. Aun así, Hijos del culo
es políticamente menos revulsivo que Libertinaje. Profundizando
en el candombe y en la tradición de murgas uruguayas, casi todas
las historias del quinto disco de Bersuit son pequeños relatos
situados en alguna ciudad de América latina. Más que la
lírica, el ritmo se encarga de dibujar el escenario. Así
brillan Toco y me voy (una bossa candombe dedicada a Ricardo
Bochini), Porteño de ley, el chamamé Grasún,
Negra Murguera y la balada Veneno de Humanidad.
Es una pena que el corte de difusión, La Bolsa, no
sea más que un slogan publicitario bardero y efectista
(devolvé la bolsa, esta noche no nos puede faltar).
Un hit tan instantáneo como hueco.
Haceme un pete, Chupete, pronunció el Pelado Cordera
promediando el bloque central del show, en medio de Tuyú.
Antes de los bises sonaron Sincerebro, Sr. Cobranza
(el momento más intenso de la noche) y La Bolsa, dedicado
por el cantante a la Mona Jiménez y el cuartetazo, que es
más rock and roll que el propio rock and roll. De vuelta
sobre el escenario, la banda tocó Veneno de humanidad
y CSM (el adhesivo comando culo mandril, que incluyó
una coreografía con el culo al aire de Cordera y los otros dos
cantantes, Daniel Suárez y Germán Sbarbati). La cosa cerró
con Se viene, las banderas en alto y la promesa de un inminente
estallido social. Con la temperatura arriba, los pibes y las chicas desalojaron
el galpón. Era una noche magnífica en Córdoba y todavía
había tiempo para ir a bailar al centro. Afuera del Pajas Blancas
Center, al borde de la ruta, los choripanes salían de a decenas
y los colectivos se llenaban como latas de sardinas.
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