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OPINION

¿Hay dos éticas?

Por Eduardo Aliverti

Según todas las encuestas, incluyendo el termómetro de la calle, la actitud de Alvarez generó en la población una mayoritaria y comprensible corriente de simpatía. Pero al margen de que se entienda, ¿se justifica?
Es cierto que el ex vice no tenía otro camino que armar las valijas, so pena de ser cómplice de las prácticas institucionales que denunció. De todos modos, podría inferirse que la decisión le daba vueltas en la cabeza hace tiempo. Vaya a saberse desde cuándo. ¿Acaso un hombre inteligente como él pensó que éste sería un gobierno progresista, y que la corporación PJ-UCR abandonaría su carácter de tal, y que nada menos que el rancio conservador Fernando de la Rúa encabezaría el cambio? Si fue tan tonto como para suponer que sí, cabría concederle algún beneficio de inventario. Tragó los sapos de impuestazo, recorte salarial, reforma laboral, voto anti-Cuba, pero más que eso no para un tipo con aspiraciones de político nada rojo aunque sí rosadito. Y entonces el Senado, a mitad de camino entre el aguantadero y la delincuencia de guante blanco, le sobrevino anillo al dedo. Otra hipótesis, más pérfida, es creer que siempre supo lo que ocurriría; y que maquiavélicamente tejió una estrategia que, en el momento justo, le dejase un espacio izquierdoso donde volver a refugiarse.
Con mayor precisión de escenarios posibles puede pensarse en Alvarez 2003, desde el liderazgo de una corriente contestataria lejana del antimodelo, pero suficiente para que la derecha se asegure –como siempre– tener quién la corra por izquierda en tanto izquierda que luego sea fácilmente trasmutada a derecha.
Porque queda claro: Alvarez se va por disidencias de manejo institucional y no porque sus principios le impidan continuar en un gobierno antipopular. Alvarez no se va porque rebajaron los sueldos, ni porque sacudieron a los sacudidos con más subas de impuestos, ni porque se ratifica ajuste tras ajuste. Se va porque, en el mejor de los casos, es un honesto individual en una gestión que, ni siquiera en ese terreno, demuestra ser mejor que el menemismo. Pero, ¿se puede ser decente y a la vez partícipe de un modelo ideológico que ahoga a las mayorías, hasta el viernes desde dentro y ahora con la colaboración “desde el llano”?
En estos días, y en general a lo largo de toda la crisis, fue notable la pasividad de lo que el eufemismo por “dueños del país” denomina como “hombres de negocios”. O “el mercado”.
Naturalmente. Si hay algo que no está en juego en este espectáculo, que parece tan conmocionante, es la fiesta de los menos. Al contrario. Acaban de agregar otro festejo.

 

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