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REPORTAJE A RODOLFO TERRAGNO
�Ya no es cuestión de una o dos renuncias más�

Desde Londres, el ex jefe de Gabinete analiza la crisis del Gobierno. Asegura que es necesaria una reforma política a fondo y cirugía mayor en el Senado. Compara los estilos del Presidente y de Alvarez. Y para esta etapa se inclina por la mayor �creatividad� del ex vicepresidente. Dice que la Alianza está herida, pero cree que aún es sanable.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

t.gif (862 bytes)  Cuando la London School of Economics lo invitó a ser uno de los panelistas de su conferencia sobre los “Nuevos gobiernos en Argentina, Chile y Uruguay”, Rodolfo Terragno era jefe de Gabinete y la Alianza mantenía intacto su gobierno. Cuando ayer se presentó en el estrado de la prestigiosa universidad inglesa era el ex miembro de un gobierno tambaleante. “La política es vertiginosa en Argentina”, reconoció Terragno durante su ponencia. En diálogo posterior con Página/12, precisó su análisis de la situación actual y del estado de la alianza tras la semana más turbulenta de sus diez meses de gobierno.
–¿Se soluciona la crisis con la partida de Alberto Flamarique y José Genoud?
–Me parece que pasamos a una etapa en la que ya no es cuestión de una o dos renuncias más. Lo que ha quedado cuestionada es la credibilidad de una institución fundamental como es el Poder Legislativo en una democracia.
–Pero eran dos figuras emblemáticas de la crisis. Queda una más: Fernando de Santibañes. ¿Hay que esperar que el jefe de la SIDE se vaya?
.-La salida de algunas figuras puede descomprimir la crisis política, pero yo me opongo a la idea de algunas renuncias como válvula de escape para que la caldera no estalle y todo siga igual. Si hubo coimas, si hubo compraventa de leyes en el Congreso, no me conforma que me ofrezcan una o dos cabezas. Creo que hay que sanear las instituciones. Esta tiene que ser una oportunidad para una reforma política de verdad.
–¿Cómo puede la Alianza llevar a cabo esta reforma si políticamente nunca ha estado tan débil?
–Precisamente, porque el único modo de fortalecer la Alianza es haciendo de la desgracia virtud. La Alianza se formó para terminar con la corrupción. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para ir a fondo. Porque todo esto es consecuencia de un sistema político que exige el financiamiento político a toda costa. En un país donde las campañas electorales son infinitas, donde no hay límites al gasto político, donde hay que usar la televisión y la radio pagas para poder competir, donde no hay fiscalización ni auditoría de las cuentas partidarias o de las campañas internas de cada partido, alguien que quiera ser candidato tiene dos opciones: acumular o perder. Acumular es acumular mucho dinero, no el que se suma con cuotas de afiliados. De modo que me parece que esta crisis tiene la virtud de mostrar hasta qué punto se puede comprometer la democracia representativa si no se soluciona ese problema. Creo que hay que rescatar otro aspecto y es que esta crisis sucede porque gobierna la Alianza. Durante el anterior gobierno no hubiera pasado, porque uno de estos episodios era perfectamente normal. Y esto me parece un dato positivo porque indica que el gobierno de la Alianza es incompatible con un hecho de corrupción. Fíjese: no se ha probado un hecho de corrupción. Pero sólo que se haya denunciado el hecho de corrupción ya ha provocado las renuncias del vicepresidente, del número tres de la sucesión presidencial y del jefe de Gabinete, y el alejamiento de los jefes de bloque. Esto muestra inestabilidad, pero lo positivo es que el menor hecho de corrupción provoca hoy una crisis, algo que no sucedía antes de diciembre del año pasado.
–Pero el resultado es que se fueron del gobierno dos de los cinco fundadores de la Alianza y que su misma continuidad política está en entredicho. ¿No es mucha debilidad para luchar contra el problema endémico de la corrupción?
–Sería una hipocresía negar que la Alianza fue herida, pero tenemos que hacer un esfuerzo de sanar esta herida. Cuando lanzamos la idea de la Alianza, 9 de cada 10 analistas opinaban que la Alianza no se formaría.Ahora nadie apuesta por su supervivencia. Siempre tuvimos que luchar contra el escepticismo.
–Confieso que estaba entre los que pensaban que la Alianza no se formaría. Pero creo que hoy se puede argumentar que la Alianza sirvió de cara a presentar la batalla electoral, pero no para gobernar.
–Sí. Se puede pensar eso. Es cierto que formar un frente común frente al menemismo era fácil, y en cambio administrar una crisis económica no lo es. Pero los que eran escépticos pensaban que ni siquiera se podía formar un frente antimenemista. Creo que las dificultades para mantener la Alianza viva son las mismas que hay para gobernar. Hasta diría que las dificultades para gobernar se multiplican sin la Alianza. No creo que el Gobierno pueda tener éxito si la Alianza no se mantiene. Y me parece que, como decía Samuel Johnson, nada aclara más la mente que la falta de alternativas. No creo que haya alternativa a la Alianza. ¿Cuál sería? ¿Una alianza con el PJ? ¿Una Alianza de distinta naturaleza? ¿Un jefe de gabinete menemista? (se encoge de hombros).
–Otra interpretación de la crisis es que se trata de un enfrentamiento entre la política tradicional, encarnada por el presidente Fernando de la Rúa, y una nueva forma de hacer política que representa Carlos “Chacho” Alvarez.
–Creo que no hay dudas de que son dos estilos distintos. Eso no se puede discutir. De la Rúa es un político con un gran apego a las formas democráticas, a la ortodoxia institucional, a la moderación. En cambio, Alvarez tiene una actitud más informal, no se siente tan atado por los precedentes y las normas, le importan más los resultados que el procedimiento. Son dos maneras de hacer política. Quizás en una época de cambios haga falta, sin exagerar, un grado de creatividad e imaginación que no caracteriza a la política tradicional.
–Lo segundo que se dice es que la política tradicional, encarnada por De la Rúa, es ineficaz en la lucha contra la corrupción, y la otra forma de hacer política, que podría tener éxito, no está ya en el Gobierno. Entonces, ¿cómo se avanza a partir de ahora en esta lucha que es una de las banderas de la Alianza?
–Creo que De la Rúa está más obligado que antes a actuar con firmeza. Antes se podía interpretar que había una división del trabajo. De la Rúa hacía de Santo Padre y Alvarez era el que fustigaba con el látigo a los corruptos. Esta división del trabajo ya no existe. Sería muy peligroso que la imagen que quedara es que aquellos que postulamos una actitud dura frente a la corrupción y exigimos que el Gobierno hiciera lo que la mujer del César [ser honesta y parecerlo...] estamos hoy afuera y que dentro nada ha cambiado. Creo que ahora De la Rúa tiene que ponerse al frente de una campaña de moralización, que diría incluso que debe ser exagerada, porque cuando hay tantas sospechas y escepticismo no basta con adoptar las soluciones de rutina, no basta con remitirse a los fallos de la Justicia, por ejemplo. Creo que hay que remitirse a soluciones políticas de fondo. No a un maquillaje. Si no se limita o controla el gasto político, la corrupción continuará. Hay que limitar las campañas, que no deben durar más de uno o dos meses, y prohibirse el proselitismo fuera del período electoral. Debería haber espacios políticos gratis en radio y televisión y prohibirse la compra de esos espacios. Esto asegura la transparencia y cierta equidad entre todos los contendientes. Tiene que haber auditoría exterior. Los partidos tienen que financiarse con las cuotas de los afiliados, y con financiamiento público o privado. El privado debe hacerse con donaciones que no pueden ser anónimas y deben estar sujetas a límites. Hoy vemos a gente ya lanzándose a hacer campaña para las elecciones presidenciales del 2003 con fondos oficiales. Esto no puede ser.
–Así se prevendrían crisis futuras de corrupción. Sería como aplicar una medicina preventiva. Pero hay otro aspecto de la corrupción que exige una intervención quirúrgica, es decir, extirpar.
–En estos días se ha extirpado mucho tejido. No sabemos si se habrá extirpado tejido sano o si queda tejido enfermo (risas). Personalmente creo que ha sido una extirpación aleatoria. Esto es consecuencia de no haber adoptado desde el principio una posición clara. Se demoró en reaccionar. Algunos pensaron que la crisis del Senado iba a ser transitoria y desaparecería. No se advirtió la importancia que tenía. Las acciones han sido tardías y me temo que no las más acertadas, pero de todas maneras se ha avanzado.

Una solución para el Senado

–¿Qué pasa ahora con el Senado?
–Creo que los senadores honestos interpretaron mal una metáfora que yo utilicé para responder a la defensa que ellos hicieron, cuando dijeron que no era posible poner a todos en una misma bolsa y que pagaran justos por pecadores. Yo dije que era como con la pianista del prostíbulo. El que la ve salir, no puede creer que adentro lo único que hace es tocar el piano. Cuando una institución con o sin razón está tan desprestigiada, no hay salvación individual. La renuncia colectiva habría sido una manera de provocar una religitimación y renovación del senado. Creo que hay muchos que quieren seguir hasta el final. Esto va a implicar que pase mucho tiempo hasta que tengamos un Senado religitimado. De todas maneras, se han producido algunos cambios importantes y me parece que no hay ninguna posibilidad de que se repitan los comportamientos patológicos que hubo.
–¿Qué posibilidades ve de que haya una solución judicial a la crisis del Senado?
–Muchos cuestionan que la solución esté en manos de un juez que a la vez está sometido a investigación. No abro juicio sobre (Carlos) Liporaci. Digo que todos los focos están puestos sobre ese juzgado. No me imagino que esta causa, que contiene una crisis de esta naturaleza, se pueda archivar por falta de mérito. No me parece que este juez, que en otras circunstancias pueda haber actuado de otra manera, pueda ser negligente. Creo que incluso tiene una oportunidad para mejorar su propia situación; este juez tendrá que esmerarse al máximo.

 

 

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