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EMPEZO EL JUICIO ORAL POR EL ASESINATO DEL GENERAL PRATS
“Nadie niega, fue el Ejército”

El ex agente de inteligencia chileno Enrique Lautaro Arancibia Clavel se tuvo que sentar frente a un tribunal argentino acusado del homicidio del general y su esposa. Mañana declara Reynaldo Bignone.

Por Victoria Ginzberg

t.gif (862 bytes)  Enrique Lautaro Arancibia Clavel se sentó ayer a las tres menos veinte de la tarde en el banquillo de los acusados. Por la mañana se habían leído las acusaciones de las querellas y la fiscalía. Así comenzó el juicio oral en el que el ex agente de la DINA (Dirección Nacional de Inteligencia chilena) está siendo juzgado por asociación ilícita y el doble homicidio agravado del general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert. Arancibia Clavel usó su derecho de negarse a declarar ante el tribunal pero frente a los medios declamó su inocencia. Las hijas de Prats fueron las primeras testigos del juicio. “Racional y emocionalmente nos propusimos no creer la hipótesis de que los habían matado miembros del Ejército hasta tener fundamentos claros. Era muy doloroso. Pero es evidente que fue así y ya nadie lo niega”, manifestó Sofía, la mayor.
Arancibia Clavel se presentó vestido informalmente: camisa de manga corta, chaleco negro tipo safari y pantalón ancho de color claro. Entró a las diez y media, saludó desde lejos a los miembros de su familia que estaban entre la veintena de asistentes a la audiencia, y se sentó al lado de sus defensores Eduardo Gerome y Enrique Terrarosa. Luego escuchó los argumentos de los abogados de las hijas de Prats –Luis Moreno Ocampo, Eduardo Jorge y Ariel Garrido–, del representante del Estado chileno -Alejandro Carrió– y de los fiscales de instrucción y la elevación a juicio oral de la jueza María Servini de Cubría.
Las acusaciones brindaron una imagen de la estructura de la DINA, que a través de su departamento exterior, perpetró, como parte de un mismo plan, los atentados contra Prats –ocurrido en Buenos Aires el 30 de septiembre de 1974– el ex canciller Orlando Letelier en Washington y el ex vicepresidente Bernardo Leighton en Roma. En la organización, encabezada por Manuel Contreras y dirigida por el propio Augusto Pinochet, Arancibia Clavel fue señalado como “jefe de información clandestina del departamento exterior” y como el que le “abrió el camino” al autor material del atentado contra Prats y su mujer, el estadounidense Michael Townley, que vive en su país como “testigo protegido”.
Durante un receso de la audiencia, el acusado aceptó hablar con los medios, entre los que había varios canales de televisión de Chile. “Me siento un rehén”, manifestó. También dijo que “en este juicio se está enjuiciando a la DINA y al gobierno de Pinochet”, lo que no es del todo falso, porque al dictador le corresponde el lugar de jefe de la asociación ilícita que conformó la DINA. Por eso las hijas de Prats pedirán su extradición.
Al enfrentarse al tribunal, presidido por José Martínez Sobrino y conformado por María del Carmen Roqueta y Horacio Alberto Vaccare, Arancibia Clavel dijo que se remitía a la declaración que hizo en la etapa de instrucción. En ese momento los fiscales Raúl Perotti y Gerardo Di Masi y el abogado Carrió pidieron que se incorpore como prueba una declaración realizada cuando fue acusado de hacer espionaje para Chile. En ese testimonio, realizado en 1978, había admitido ser agente de la DINA. En cambio en 1996, cuando fue arrestado por este caso, afirmó que “nunca pertenecí ni pertenezco a un servicio de información”.
Sofía Prats narró detalles de la relación de Pinochet con su padre, que fue buena hasta el 7 de septiembre de 1973, cuando el que sería dictador le escribió una carta declarándose leal a quien fuera su superior. Después dejó de responder a sus llamados.
La mayor de las hijas del ex jefe del Ejército chileno estuvo algo nerviosa al inicio de su declaración, pero sus palabras fueron sólidas. Mencionó que tuvo una entrevista con Reynaldo Bignone –a cargo de la seguridad de su padre y citado para mañana en el juicio– quien manifestó “preocupación” porque se hubiese atentado contra un huésped del Ejército argentino, como era Prats.
En Chile la mujer se reunió con Pinochet para pedirle que abriera una investigación sobre la bomba que pusieron en el auto de sus padres y parapedirle que no se difamara al general. A esa solicitud, el dictador contestó que no podía hacer nada con la prensa porque “ni le hacían caso cuando prohibía la mujeres piluchas (desnudas)”. Pinochet no abrió una investigación sobre el doble asesinato –probablemente no le hiciera falta– y en cambio, prohibió a todos los miembros de las Fuerzas Armadas que estaban en actividad concurrir al funeral.
Según narraron Sofía y María Angélica Prats, los indicios de la participación de Arancibia Clavel en el asesinato del ex jefe del Ejército chileno y su mujer comenzaron el mismo día del atentado. Una tía les dijo que, hablando por teléfono con la madre del acusado la noche del 30 de septiembre, lo escuchó decir: “así mueren los traidores”. Violeta Arancibia confirmó que su hijo había llegado a Chile hacía pocas horas. La bomba que mató a Prats y Cuthbert, colocada bajo la caja de velocidades de su auto, detonó a las 00:40 del 30 de septiembre de 1974.

 

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