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OPINION

Frustración musulmana

Por Andrés Ortega*

Casi diez años de proceso de paz, pese a que se comparen con más de cincuenta de conflicto y tres mil de historia, pueden dar al traste de la paciencia de cualquiera, incluidos los palestinos. Más que conducirlos, Arafat ha parecido dejarse llevar por los acontecimientos, poniéndose a su frente. No le quedaba otro remedio, cuando revienta la frustración y hay jóvenes dispuestos a tirar la piedra y poner el cuerpo frente a las balas. Lo ocurrido es mucho más que una Intifada. Que los árabes israelíes se hayan sumado a la protesta no indica sólo que Barak puede perder otro apoyo parlamentario, sino que la frustración musulmana llega a lo más hondo. Cuando más cerca se estaba de conseguir la paz –aunque sea una paz incompleta–, ésta se desvanece y vuelve a boca de muchos la terrible palabra: guerra. Los tramos finales de una negociación son los más difíciles, si es que Israel quiere llegar hasta el final. La provocación, la escalada de la represión israelí y el ultimátum lanzado por Barak pueden estar dirigidos a demostrar que el proceso de paz no tiene sentido. Y de nuevo estamos ante un conflicto que puede ampliarse a toda la región, y más allá. Pues los vientos de la ira han soplado incluso en el sur del Líbano, y pueden avivar los fuegos de los campamentos de refugiados palestinos en Jordania. Período de enorme incertidumbre.
La amenaza de Barak, sintiendo que el suelo político desaparecía debajo de sus pies, equivale a excitar a los perros de la guerra, que en el fondo responde a la cultura del Estado de Israel. Pero sería una guerra no sólo contra Líbano o, eventualmente, Siria, sino para recuperar terreno dejado a los palestinos; es decir, otra cosa que una guerra. El partido de la paz entre los israelíes está desmoralizado; sus adversarios, en la estela de Sharon y Netanyahu, se han reforzado –es tiempo para “halcones”–, e Israel ha retrocedido más en su imagen internacional de lo que había avanzado en cinco años. Para evitar que los perros se suelten y empezar a restaurar una mínima confianza se requerirán muchas dosis adicionales de valentía política por ambas partes, aunque la tragedia es, en cada uno de sus campos, que Arafat y Barak están débiles y su debilidad ha favorecido esta situación; ahora bien, los años desde la Conferencia de Madrid no han pasado en balde. Incluso si lo pretendiera, Israel no podría volver a donde estaba entonces, sino a una situación peor. Pues, alternativa, sí la hay. Dramática.
* Especial del El País de Madrid para Página/12.

 

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