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UN PASEO POR “MUCH DANCE”, LA OFERTA MAS BIZARRA DE LA TV ARGENTINA
Como “Música en Libertad”, pero tecno

En seis temporadas, el programa del increíble Aldo Haydar se ha convertido en un refugio de docenas de desconocidos ávidos de pantallas.

Por Julián Gorodischer

t.gif (862 bytes)  La chica del parlante tiene un objetivo claro: que la vean cuando mueve sus pechos exuberantes y se la lleven al teatro de revista. Por eso se disputa con las otras el podio en el que la cámara se detiene por más tiempo. Llega bien temprano al estudio de Much Music para tener un puesto que la destaque. “Quiero ser como Alejandra Pradón”, revela. “Somos muy parecidas.” Y sacude la melena hacia adelante, como lo haría la vedette que más admira. La chica del parlante disfruta haciéndose la nena, mientras se pregunta, compungida: “¿Por qué me miran?”. Y bate con energía toda su carne pulposa.
Esta es la escena de los perseguidores del “minuto de fama prometido”. Se los ofrecen en un programa muy extraño que se llama “Much Dance” (jueves a las 21, Much Music), y ya lleva seis temporadas en el cable. La fórmula es sencilla: pasan música dance, abren las puertas y dan libre acceso. La fórmula es, también, bastante aburrida: la música aturde, casi no se escuchan las voces de los conductores, y los cuerpos nunca se llevan demasiado bien con lo que sale de los parlantes. El baile que se ve es esquemático, rígido, como si todos fueran marionetas disfrazadas con púas en la cabeza, trajes de amianto, bikinis para algunos varones y mucha brillantina para las chicas. Lo mismo que hace demasiado como para recordarlo proponían programas justamente olvidados, como “Música en Libertad”.
Pero detrás del frívolo paisaje aúllan otras voces: desocupados, travestis, adoradores de estrellas televisivas, mujeres en busca de fama que se concentran. Están allí, muy disfrazados, y bailan frenéticamente. No es común que la TV les abra sus puertas. Vienen desde el conurbano, viajan en tren, se calzan máscaras de extraterrestres, flores metalizadas, trajes de papel aluminio... Aquí nadie les pregunta sus historias; no vinieron a contarlas. Los invitaron para que bailen “más fuerte, con más ritmo”. Los llenan de humo y ellos tosen; los retan si se detienen. Vuelven cada semana y son dóciles, como si sólo existieran unas pocas formas de ingresar a la TV, y todas estuvieran unidas por la orden y el acato. Tal vez, si saben comportarse como les están pidiendo que lo hagan, bien “fiesteros”, les pase lo mismo que a “Madonna”.
La chica declaró su fidelidad absoluta al ciclo, desde que llegó hace cinco años. Se presenta: “Soy Madonna”, y no importa que no se parezca ni un poquito. Es Madonna, y cuesta conseguir que revele su verdadero nombre. Es pasión lo que siente, pero no por la que ahora es madre de dos hijos, sino por la jovencita de “Like a Virgin”. Allí se detuvo el tiempo para Sandra. “Vengo desde el ‘95”, dice. “La paso bien: vamos al Mc Donald’s, salimos a comer algo. Llueva o truene, me van a ver en este lugar.” Ese es su orgullo: asistencia completa desde los 23 años (ahora tiene 27). Cada jueves está asociado a este programa, aunque mucha agua haya corrido: es casada, separada, ahora vive con sus padres. La sensación de orgullo no se modifica: “Me reconocen por la calle; soy famosa”.
En “Much Dance” el DJ es el jefe máximo. Cuando él decide, sube un poco el volumen y los gritos se crispan, o después baja la tensión con un tema suave. Ahora, DJ Pitty, el chico que pasa la música casi en un trance, sorprende con una letra inesperada. “El pueblo unido jamás será vencido”, se repite en el remix, y todos se sacuden. El ritmo del “tecno social” es pegadizo. Detrás del vidrio que separa el interior de Humberto Primo hay risas. Much Music queda a pocos metros del ex Padelai, ocupado por 600 personas, muchas de las cuales viven un festín visual. Pegan la nariz a la vidriera y se entusiasman señalando al “hombre espacial con felino”. La excursión tiene valor de curiosidad, y la multitud se disuelve pocos minutos después. La repetición no sostiene un interés prolongado. Esa regla tiene su excepción: los adoradores de los DJ’s podrían pasar horas entregados al baile. DJ Deró, que también trabaja en el programa, tieneuna explicación: “La música no podía quedarse al margen de la transformación tecnológica. El mundo evolucionó, y el dance produjo una revolución cultural”.
Es una afirmación que Pappo no comparte: en “Sábado Bus” se batió a duelo verbal con Deró sobre “la ridiculez de que un DJ se haga llamar artista”. Deró fue indiferente, pero ahora, ante la consulta, reduce el problema a una cuestión generacional: “Mi papá tampoco entiende lo que hago”. Al productor Guillermo Mastrángelo también le gusta pensarse como “un movimiento”. Por eso, como Aldo Haydar, uno de los conductores, se enoja cuando escucha la palabra “frívolo”. “No existe en nuestro vocabulario”, provoca Aldo. Y Guillermo se queja: “La Argentina es un país muy prejuicioso; no entienden que el dance es una forma de vida y consideran a `Much Dance’ un programa bizarro”.
Ahora que todo terminó, Julián se saca el traje de “hombre espacial con felino”. Sus dos amigos hacen lo suyo con la careta de ET y la peluca de púas. Elena se baja del parlante. Pablo se saca las pestañas postizas y Laura agrega algo que le parece imprescindible: “La semana pasada me pidieron un autógrafo”. Se saludan, pero como si nada hubiera terminado. Dicen: “Hasta el jueves”. Y con una sola frase fijan el reencuentro.

“‘Café Fashion’ nos copió”

Cada bailarín de “Much Dance” se toma bien en serio eso de “ponerse la camiseta”. Hace un tiempo que Leandro, relacionista público convocado para desfilar prendas extravagantes, es un personaje fijo del programa. Como Madonna, Leo Prototipo 001 o Pablo Forte, son incondicionales de la cita de los jueves. Tanto que tienen reproches para hacer: “‘Café Fashion’ nos copió”, protesta Leandro, y señala el supuesto plagio. Dice que sus bailarinas, el fondo de circo, la reproducción de una disco que componen el ciclo de la medianoche de Azul son ideas robadas al programa de Much Music. El querer sentirse únicos es una vocación que atraviesa a todos, desde público a productores. También Guillermo Mastrángelo, de la producción, tiene algo que decir en tal sentido: “Este es el primer show dance de la Argentina. Hay uno en Canadá (en el Much Music original) pero es más sobrio. No tiene el mismo nivel de alegría que se ve acá”.

 

El Love Parade de Palermo

Aldo Haydar.“Fue el mejor día de toda mi carrera”, afirma el DJ Deró, durante una grabación del programa, al recordar el 21 de septiembre, cuando los bosques de Palermo se convirtieron en el escenario preferido por la música dance y sus adoradores más extremos. Fueron varias horas en las que Buenos Aires se convirtió en una reproducción del mítico Love Parade, que se realiza en Berlín, Alemania. Todos los que bailan en el estudio de Much Music dijeron presente en Palermo, entre los camiones de distintas radios y empresas discográficas, disfrazados y pintados, haciendo culto a la doctrina raver. Martín, con su careta de ET, estuvo también en la fiesta del día de la primavera: “Ahí uno puede hacer lo que quiera, y nadie te mira mal”, exalta el chico, acostumbrado a que en otros ámbitos lo señalen con el dedo. “Todos los que estábamos ahí compartimos una forma de vida”, agrega Laura, desde arriba del parlante. “Ante todo, hay que pasarla bien”, se suma un tercero, Ricardo, cuyo disfraz es una cruza entre un Snoopy y un astronauta. Esa indefinición atañe a todos: se transforman no para asemejarse a algo o alguien. Son imágenes abstractas que comparten algunas reglas imprescindibles: debe haber sobre el cuerpo algo plateado (que connote “futurista”), alguna antena, púa o metal saliente (algo así como “conmigo no se juega”), y mucho maquillaje que haga los rostros irreconocibles detrás de la pintura (por las dudas, “por si me ven en la calle”, según confiesa un bailarín anónimo).

 

 

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