Por
Karina Micheletto
Cantamos para marcar un espacio de resistencia y de amor. Por
eso para mí es tan importante grabar este disco con ustedes,
les dijo Teresa Parodi a los fans que colmaron la sala de La Trastienda
el viernes, en el primero de dos shows pensados para el registro en vivo
de su próximo trabajo. Fueron dos espectáculos íntimos,
en los que se mezclaron nervios no disimulados con el clima cálido
que distingue el vivo de la correntina. Parodi concretó lo que
define como un sueño y un desafío necesarios:
la grabación de un disco en vivo con un repertorio en su mayoría
nuevo. Hubiera sido más fácil hacer lo tradicional,
armar el disco con canciones conocidas. Pero sentía que, en esta
situación límite que estamos atravesando como país,
tenemos que empezar a buscarnos los unos a los otros y pelearla juntos.
Fue un riesgo, pero salió muy bien, explicó a Página/12
luego de la primera velada.
Después de presentar cuatro temas ya conocidos La negra
Ulogia, Señales de vida, El bayo ruano,
un homenaje al poeta Francisco Madariaga, recientemente fallecido, y Esa
musiquita, Parodi arrancó el viernes con el repertorio
nuevo. ¿Se van a bancar tantos temas que no conocen?,
preguntó. La noche terminó con un coro general de Resistiendo,
un tema que sintetiza el sentido del nuevo disco: Nos han robado
hasta la primavera, pero no pueden con nuestra canción. Parece
frágil pero no se entrega, sigue cantando como vos y yo,
dice Parodi a través de su música.
El disco se llamará El canto que no cesa en alusión
a El rayo que no cesa, de Miguel Hernández, y aparecerá
a principios del año próximo por DBN. Sólo dos de
sus canciones ya fueron grabadas, aunque escasamente difundidas: Oye
Manuela y Canción para Federico. El resto son
temas en los que brilla la compositora, y en los que teje pequeños
retratos de su mundo íntimo la casa de la infancia, las tías
y abuelas, su madre, sus hijos con una preocupación por la
realidad social. Hay además una milonga que le escribió
a Jorge Luis Borges y que lleva sus iniciales, poemas de Jorge Calvetti
y de Juan L. Ortiz, y una canción musicalizada por Peteco Carabajal,
San Cayetano. Por último, dos temas de su hijo, Camilo
Parodi, Ahí viene alumbrando el farolero y Dale
a tu tambor.
Acompañada por Raúl Miño en acordeón, José
Luis Belmonte en percusión y Camilo Parodi en guitarra, bajo y
cajón peruano, Parodi registró entonces un trabajo en el
que afirma su lugar de autora. Lo de autora no es menor: más allá
de las canciones, tiene escritas tres novelas, y en diciembre publicará
por editorial Lumen el libro Esa musiquita. Se trata de una selección
de canciones ilustradas por Pedro Vilar, el mismo que les puso forma y
color a las canciones de María Elena Walsh. Tengo muchas
ganas de largarme con la escritura, pero hay cierta cuestión de
timidez que hizo que hasta ahora me quedara ahí, explica
a Página/12. Cuando recién empecé, yo no decía
que las canciones eran mías, iba y cantaba, nomás. Pero
estoy repensando esa postura, quiero ver si puedo publicar más
cosas, promete.
¿Por qué eligió que el disco aludiera a Miguel
Hernández?
Yo siento que el canto es como un rayo, algo que implica un ida
y vuelta y que transmite una energía que queda para siempre. La
canción popular es un espejo que refleja los sentimientos, y nos
devuelve lo que somos. Por eso, para que pueda ser ese canto que no cesa
tal como yo lo siento, necesitaba compartirlo con la gente. Uno va dejando
señales y necesita señales de los otros. En estas dos noches
pude percibir esa misma necesidad de escuchar y compartir. La intuición
no me falló.
¿Cómo fue trabajar con su hijo, quien tuvo además
la responsabilidad de los arreglos y compuso dos de los temas del disco?
Para mí es maravilloso, porque lo vi crecer como músico
y confío plenamente en él. Me escucha cantar desde que estaba
en la panza, todos mis hijos tuvieron esa condena. Siento que nadie conoce
tan bien lo que yo quiero transmitir. Creo que éste es el grupo
que más ha acompañado la intención de cada canción,
es como tener el marco exacto, el traje justo, hecho a medida.
En sus canciones aparecen textos de Juan L. Ortiz y Francisco Madariaga,
poetas de río. ¿Por qué los incluyó?
Para mí la poesía es fundamental. Siempre están
dando vuelta en mis trabajos las personas que he admirado, los espejos
en los que me miré, aquellos que son mis voces de cabecera. Por
eso también hay una milonga que a Borges. Cuando llegué
a Buenos Aires, yo lo iba a buscar a la calle Florida, y después
lo seguía un poquito, para verlo nomás. Es una gran frustración
para mí no ser poeta, aunque defiendo mucho el oficio de escritor
y sé muy bien cuál es la diferencia. Tuve la enorme suerte
de conocer y ser amiga de gente como Calvetti, Madariaga, Olga Orozco
y Enrique Molina. Rescato esas voces porque también son un ejemplo
desde lo ético.
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