Por Laura Vales
Los tres diputados del Partido Socialista Democrático, Alfredo Bravo, Jorge Rivas y Héctor Polino, están a un paso de romper con el bloque de la Alianza. Es más que probable que esta tarde anuncien esta decisión, luego de una reunión con la mesa de conducción de su partido. Si la ruptura se concreta, el paso siguiente será avanzar en la conformación de un minibloque al que esperan sumar a Elisa Carrió (UCR) y a otros legisladores que votaron en contra de la Reforma Laboral.
Ayer, dentro del Socialismo Democrático se hablaba de la separación como un hecho para el que sólo falta cumplir con los pasos formales. La reunión de las autoridades máximas del partido está prevista para las diez de la mañana, en la Casa del Pueblo. Por la tarde habrá una conferencia de prensa para anunciar sus conclusiones.
�¿Se van de la Alianza? �le preguntó este diario a Jorge Rivas.
�Creo que lo que hay es una toma de conciencia de lo inmodificable de la situación. Durante estos 10 meses permanecimos dentro de la Alianza aunque fuera en sus límites, convencidos de que había margen para cambiar las cosas desde adentro. La ruptura o no se decidirá mañana (por hoy) y en conjunto.
�¿Cuál es su postura personal?
�Veo que hubo una serie de gestos, como los cambios en el gabinete o el envío del Presupuesto Nacional, que ratifican el rumbo de una política que venimos cuestionando. Ya no veo margen para que esa política se rectifique. El bloque de la Alianza es el encargado de defender las políticas de gobierno, y me parece más noble ponernos en otro lugar.
La intención de trazar una línea divisoria para tomar distancia del oficialismo y abrir un mecanismo de acción autónomo comenzó a cobrar cuerpo cuando se desató el escándalo por el presunto pago de sobornos en el Senado. Los primeros en mostrarse dispuestos a armar un bloque aparte fueron los tres legisladores del Socialismo Democrático y la radical Elisa Carrió, con quien ya mantuvieron varias reuniones reservadas sobre el punto.
Los diputados le reprochan al Gobierno haberse alejado de los lineamientos fundacionales de la Alianza. Todos votaron en contra de la ley de reforma laboral, rechazaron el proyecto de emergencia económica y se opusieron al recorte dispuesto por el Ejecutivo en los sueldos de los estatales.
Por ahora, no está claro cuál va a ser la postura de los otros nueve legisladores disidentes de la Alianza, como Alicia Castro, Enrique Martínez y Marcela Bordenave o Eduardo Macaluse, que en su momento analizaron junto a los socialistas democráticos la posibilidad de armar un subbloque pero sin que ello implicara romper totalmente con la coalición. Los rebeldes no son un grupo homogéneo y de los trece, ocho tienen que renovar sus bancas el año próximo.
Bravo, Rivas y Polino ocupan dentro de la Cámara baja cargos en representación del oficialismo. El primero preside la Comisión de Derechos Humanos, mientras que sus pares Rivas y Polino, las vicepresidencias de Peticiones y Reglamento y la de Asuntos Cooperativos.
opinion
Por José María Díaz Bancalari * |
No todo está perdido
La coalición gobernante, por contradicciones propias en áreas fundamentales, no sólo no resuelve el imprescindible liderazgo de quién fue electo para conducir, sino que siembra incertidumbre tras incertidumbre en el rumbo a seguir y en la toma de decisiones.
Para ser justos, digamos que el principal partido de oposición ha dejado pasar casi un año desde la derrota electoral y más de nueve meses de desaciertos del nuevo gobierno sin definir claramente su identidad y sin elaborar una propuesta alternativa, superadora y con la fuerza esperanzadora suficiente como para pacificar los espíritus.
La peor dificultad que conspira contra la consolidación democrática es la certeza que la sociedad adquiere del quiebre de la voluntad de cambio en la coalición gobernante.
El 24 de octubre de 1999, el pueblo supo hizo saber que pretendía dos cambios fundamentales. El primero, terminar con lo que se llamaba �farandulización de la política� o la �flexibilización moral�. El segundo, terminar con el del modelo económico excluyente y flexibilizador material de las conquistas socioeconómicas de la gran mayoría del pueblo argentino.
En ambos aspectos no sólo no hubo cambios para mejor: se profundizó para peor.
Hoy no observo acciones que busquen salvar al sistema republicano y reconstruir la confianza. Desde el mesianismo de algunos que pretenden suplir la voluntad popular por decisión propia, hasta la holganza de otros que creen que todo puede seguir igual sin que el pueblo reaccione, todo parece conducirse irresponsablemente a una nueva frustración.
El �malhumor social� es la impotencia popular ante la sordera de los que no entienden que es necesario un nuevo proyecto de Nación. Y no hay que tirar por la borda los objetivos de jerarquizar la política y los partidos como instrumentos pacíficos de representación y construcción, por más que algunos se empecinen interesadamente en convertir en una cloaca o un lodazal putrefacto la actividad política.
Todavía estamos a tiempo, porque las opciones del pueblo nunca fueron ni serán un fujimorazo a corto plazo, ni un chavismo ilustrado a mediano plazo. Si no queremos caer en manos de aventureros fundamentalistas de cualquier signo, es hora de represtigiar la política con comportamientos ejemplares, con valores sólidos y testimonios indubitables. Pero a ello debe sumarse la identidad ideológica y el contenido doctrinario en una propuesta que garantice lo que siempre hemos buscado: una Patria Grande, para un pueblo feliz.
* Diputado nacional, PJ, Buenos Aires. |
opinion
Por Fortunato Mallimaci * |
El testimonio de Chacho
Los miembros de la universidad pública no podemos estar al margen de lo sucedido en estos días. La renuncia del vicepresidente electo de los argentinos, Lic. Carlos Alvarez, nos brinda no sólo una enorme bocanada de aire fresco en una atmósfera �contaminada�, sino que abre también una nueva posibilidad para todos aquellos que creemos en la necesidad de cambiar profundamente el actual �desorden� social y de transformar la manera de hacer política en nuestro país. La renuncia �al cargo, pero no a la lucha� es un llamado de atención para todos los que tenemos responsabilidades en la función pública, en el gobierno o la universidad. Nos muestra que no todo es negociable, no todo tiene precio y que es posible �subvertir� ese desorden con principios y ética. También nos coloca ante el desafío de combinar eficiencia con transparencia, propuestas con convicciones. En una situación de crisis y descreimientos generalizados, donde los hechos valen más que las palabras, donde una gran mayoría está hastiada de los dobles discursos, el testimonio de Chacho como el de miles de hombres y mujeres comprometidos en lo social y político reaviva nuestras memorias de libertades y alimenta, una vez más, nuestros sueños de construir aquí y ahora, sociedades más democráticas, justas y solidarias.
* Decano Facultad de Ciencias Sociales, UBA. |
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