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MARKY RAMONE, SONIC YOUTH y LOU REED COINCIDEN EN LA CARTELERA local
Fantasmas y flores de Nueva York

Se trata de tres referentes musicales claves de la efervescencia cultural que convirtió a la Gran Manzana en la capital cultural del rock, a partir de los 70. Tocarán en Buenos Aires con sólo unos días de diferencia. 

La visita anterior de Lou Reed fue en 1996, tres shows en el Gran Rex. Thurston Moore, de Sonic Youth, con la tapa de �Metal Machine Music�.

Por Roque Casciero

t.gif (862 bytes) Si existe una ciudad que pueda enorgullecerse de haber dado cobijo a un auténtico linaje rockero, ésa es Nueva York. En realidad, en sus calles surgieron varias corrientes musicales, como también sucedió en otras capitales importantes. Pero no hay casos tan fácilmente comprobables de una historia que continúa y se desarrolla dentro de una misma ciudad, aunque cambien los nombres de los músicos y éstos influyan y sean influidos por artistas de otros puntos remotos. Por una rara casualidad, Buenos Aires recibirá con escasa diferencia a tres de los protagonistas de esta fábula de herencias sonoras: el domingo tocará Marky Ramone (ex baterista de los Ramones, llega con su nueva banda, The Intruders), el 21 Sonic Youth (y Sean Lennon, que también es neoyorquino, pero ésa es otra historia) y, 7 y 8 de noviembre, Lou Reed, a quien David Bowie, a pesar de Woody Allen y Spike Lee, llamó �el rey de Nueva York�.
Aunque suene a paradoja �y a ensalada de frutas� el relato de la Gran Manzana comienza... con una banana. Con la que Andy Warhol (otro icono de la ciudad) ilustró la tapa del primer álbum de Velvet Underground (The Velvet Underground and Nico). Lou Reed y John Cale se conocieron a mediados de los �60: el primero trabajaba escribiendo cancioncillas pop para el sello Pickwick, adonde llegó el segundo, un galés que venía de la música culta, contratado como sesionista. �Lou me interpretó los temas que había compuesto para aquel sello, pero no me parecieron interesantes. Eran iguales a los que se oían en la radio. Pero luego tocó otros que, según dijo, no pensaba editar. Tocó �Heroin� y me dejó hecho polvo. La letra y la música eran contundentes, indecentes. Lo que es más: sus canciones no podían plasmar mejor mi concepto de la música�, recordó más tarde Cale.
Junto al guitarrista Sterling Morrison, viejo compañero de facultad de Reed, y al baterista Angus McLise, Reed y Cale (que tocaba la viola y el bajo) formaron The Velvet Underground. El baterista duró poco: cuando se enteró de que tenían una fecha, dijo que no le interesaba estar en una banda si eso significaba tener que tocar y parar cuando le dijeran. ¿Alguien dijo punk? Los Velvet consiguieron entonces a Maureen Tucker, una operadora de computadoras que aporreaba los tambores con ritmos que, más que al rock, remitían al primitivismo africano. Apadrinados por Warhol, que les impuso a la bella Nico como chanteuse, los Velvet llegaron a grabar su primer álbum, en el que incluían canciones sobre drogas duras (�Heroin�, �I�m waiting for the man�), el sadomasoquismo (�Venus in furs�) y la vida callejera (�There she goes again�). En algunos temas, el ruido parecía salirse de su cauce y tomar por asalto al oyente, algo insólito para la música de entonces. Reed y Cale no lo sabían, pero habían sembrado una semilla en el corazón del rock. 
Ese disco influyó a varias generaciones de músicos, pero en aquel momento el público parecía estar mirando para otro lado. Lo mismo sucedió con el resto del material que grabó la banda: el anfetamínico White light/white heat (el último con Cale, a quien echó Reed), el más pop The Velvet Underground y el convencional pero bello Loaded. Apenas separados, los beautiful loosers comenzaron a ser citados como influencia capital por artistas como Johnattan Richman y el propio Bowie, quien sacó a Reed de la oscuridad. El Duque le produjo el clásico Transformer, con hits como �Walk on the wild side�, �Satellite of love�, �Vicious� y �Perfect day�. La carrera como solista de Reed, de todos modos, fue de altibajos: entre gemas como Berlin, Street hassle y The blue mask, en su discografía se agolparon trabajos menores. En 1989, sin embargo, volvió con todo. Desde entonces, sus álbumes �el que presentará en esta oportunidad es el notable Ecstasy� mantienen el nivel. No casualmente, el disco que lo hizo retornar a la consideración pública se llamó New York. 
El dibujo de un Frankenstein llamado Lou Reed fue la tapa del primer número de un efímero pero crucial fanzine llamado Punk. Por esas páginas desfilaron todos los artistas de un género que nació en Nueva York, aunque sus cultores ingleses (Sex Pistols, The Clash) se hayan hecho más famosos. A partir de 1976, Television, Patti Smith, Richard Hell & The Voidoids, Blondie, Talking Heads y The Ramones hacían la música que salía de las alcantarillas de la ciudad, que por entonces celebraba la vida loca de la música disco. El punk era revulsivo y callejero. Los excesos se hacían canciones . En esas mismas calles paseaban dos iconos del punk: un joven Richard Hell con una remera a la que le había pintado la leyenda Please kill me (Por favor, matame), y Dee Dee Ramone, alma mater de los Ramones, quien se prostituía para conseguir heroína.
Un par de años más tarde, cuando las bandas punk y new wave (la cara más artística y melódica del punk) empezaron a grabar y a salir de gira, surgió un efímero movimiento under que continuó el linaje del rock blanco neoyorquino. Se lo llamó no wave porque su propuesta era nihilista al máximo: artistas como Glenn Branca, Teenage Jesus & The Jerks (la primera banda de Lydia Lunch) o DNA (en la que tocaba Arto Lindsay, luego productor de ¡Caetano Veloso!) se proponían acabar con el rock usando sus propias armas. Su música se basaba en el formato standard de guitarra-bajo-batería, pero molestaba con ruidos, afinaciones alternativas o directamente desafinaciones.
�Nuestra música no podría haber salido de otro lugar que de Nueva York�, dijo Lee Ranaldo, guitarrista y cantante de Sonic Youth, cuando visitó Buenos Aires como solista, hace un par de años. La frase se apoya en la lógica: Ranaldo y Thurston Moore (guitarra y voz) se conocieron cuando formaban parte de los ensambles con los que Branca presentaba sus primeras sinfonías. A comienzos de los �80, trasladaron las afinaciones diferentes y la voluntad de intentar caminos que mamaron de la no wave a formatos de canción más cercanos al punk. Junto a Kim Gordon (bajo y voz) y varios bateristas (hasta que en 1986 entró el definitivo Steve Shelley), Moore y Ranaldo reinventaron la forma de tocar la guitarra eléctrica en un contexto rockero.
Al principio, tal como les sucedió a los no wavers, a los Sonic Youth les costó que clubes como el CBGB�s les abrieran sus puertas, pero después se hicieron habitués. Sacaron su debut epónimo (hoy pieza de colección, incluso en su mínima edición en CD) en 1981: sus veinte años de carrera los vieron crecer desde una bandita under, independiente y arty hasta unos señores respetados por los seguidores de la música improvisada y también por los pelilargos fans de Nirvana. El disco más reciente del grupo �el que presentarán en Buenos Aires� se llama NYC ghosts and flowers (�Fantasmas y flores de la ciudad de Nueva York�).
Es cierto que hace rato que no surgen nuevos cultores del linaje del rock blanco neoyorquino. El rap copó primero las calles de la ciudad y luego sus televisores (y los del mundo), el grunge vino de Seattle aunque tuviera el influjo de Sonic Youth y el punk, y después llegaron el britpop, el trip hop, el dance, el rap metal, el pop teen... Sin embargo, es bien probable que en un garaje de algún barrio de Nueva York haya una bandita intentando sacar �Heroin�, �Sheena is a punk rocker� o �Schizophrenia�. Y quién sabe, tal vez en un tiempo haya alguna sorpresa.

 


 

¿El Nobel para un sueco?

La Academia Sueca anunciará mañana al ganador del Premio Nobel de Literatura, según informaron sus voceros, en una Estocolmo donde ayer arreciaban los rumores sobre la posibilidad de que esta vez el galardón quede en casa. El poeta sueco Tomas Transtromer, un �eterno candidato�, es uno de los candidatos excluyentes de la cátedra. Luego de que el año pasado le llegara la hora al alemán Günter Grass, cobran cada vez más peso las especulaciones en torno a que ya es hora de que la Academia se acuerde de su escritor nacional. Transtromer, gravemente incapacitado desde que sufrió un ataque de apoplejía, dijo que prefiere no ser galardonado por las presiones que eso significa. Transtromer, de 69 años, es considerado en Suecia uno de los poetas más destacados del mundo. No es el único candidato, claro. Uno de los favoritos en la lista oficiosa de candidatos es el poeta estadounidense John Ashbery, de 73 años, que al parecer tiene más opciones que su compatriota Philip Roth (67) y el eterno favorito Thomas Pynchon (63). Mario Vargas Llosa encabeza la lista de los candidatos hispanoparlantes.

 

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