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Darwin, la lucha de sexos, el drama de la pobre Julia

El director Alejandro Tantanian propone un paseo por la obra del dramaturgo sueco August Strindberg, a través de �Una tragedia naturalista�, que usa como punto de partida �La señorita Julia�.

La base de esta �tragedia naturalista� es la lucha entre los sexos.
La obra dirigida por Tantanian se presenta como una serie de rounds.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) El conflicto entre seres superiores e inferiores, predicado por teóricos de muy diferente cuño, no está aquí atado a teorías políticas ni psicológicas sino a fuerzas de la naturaleza. La versión de Alejandro Tantanian pone el acento en términos cientificistas, acorde con la corriente de pensamiento que tiñó, sólo en una etapa, la literatura del novelista, dramaturgo, poeta y ensayista sueco August Strindberg. La lucha entre sexos, que en esta historia tiene como protagonistas a una joven aristócrata y a uno de sus criados, se apoya en el llamado darwinismo social. Pero de modo singular, pues en este caso el más fuerte no es precisamente aquel que posee mayor riqueza moral o económica en la escala social. Artífice de una puesta semejante a un combate entre cuises de laboratorio, Tantanian introduce un narrador que hace las veces de autor, o si se quiere de manipulador de los tres personajes en juego: la hija del conde (Julia), el criado (Juan) y la cocinera, novia del mayordomo (Cristina). Identifica a este �marionetista� o director de escena con el nombre de �Yo soy August Strindberg�, personaje dispuesto a retratar las mutaciones del trío. Para esto, Tantanian se vale de diversos textos del autor sueco, entre otros los elaborados a propósito de la �crisis del infierno�, que padeció Strindberg. En opinión de algunos estudiosos, consecuencia de las experiencias vividas por el autor en el París de los años 1897-98, época en la que, además, influido por las formulaciones del Premio Nobel de Química Prigogine, apuntó a una crítica de la ciencia.
Entre los textos que se insertan toma cuerpo el referido a la Acherontia Atropos, mariposa que, se dice, lleva dibujado un cráneo humano sobre su coraza, y cuya larva, como se transcribe en el programa de mano de esta puesta, �se nutre de lilas y su crisálida nace en las profundidades de la tierra�. Estas divagaciones van conformando un montaje abierto al delirio estético, a una mezcla de intelectualismo y acciones compulsivas a las que deben sujetarse las actuaciones, aquí casi despojadas totalmente de emoción, incluidas aquellas que sugieren una sexualidad cercana a la del celo animal. El deseo se identifica así con el �veneno�, probable generador de �sensaciones trastornadas�, según calificó el mismo Strindberg a sus experiencias con la droga. A esta mezcla de cientificismo (que en el autor sueco incluía la alquimia, práctica que lo fascinaba, como lo demostró en sus Libros azules), Tantanian suma la �magia� que ancestralmente se atribuye a la noche de San Juan en el Hemisferio Boreal, tiempo en el que, por otra parte, transcurre la obra. 
La embriaguez y el desenfreno (�la señorita Julia parece un animal salvaje�, observa Cristina) emparentan a los personajes con esas �mariposas de la muerte� de las que habla el narrador �Yo soy August Strindberg� (Javier Lorenzo). Afirmado en ese recurso, Tantanian reitera esos paralelismos hasta el agotamiento, convierte a los personajes en �ratas de laboratorio� y aborta sistemáticamente la continuidad de un mismo comportamiento. Las secuencias se parecen entonces a cuadros de ensayo y error, y queda anulado incluso el canibalismo psíquico del texto original. Todo es aquí tajante, estructurado a la manera de rounds, separados a su vez mediante una serie de timbrazos, que obligan a los protagonistas (todos buenos intérpretes) a adoptar imprevistamente movimientos robóticos. 
Esa condición mecánica tiñe las actuaciones de Marcela Ferradás (muy contenida en el rol de la supuestamente salvaje Julia), Luciano Suardi (como Juan, el ambicioso criado que se impone mantener siempre brillantes las botas del conde dueño de casa), Stella Galazzi (en el papel de Cristina) y Javier Lorenzo. Ni la �humanidad� ni el entendimiento son asuntos relevantes en este montaje que chirría por áspero y devastador, por el vaciamiento a que son sometidos sus personajes, piezas de un juego donde no hay garantía de supervivencia, y en el que se descubre alguna que otra observación referida a la �degeneración filogenética� y a la �aristocracia de la energía y la inteligencia�, asuntos que influyeron en el controvertido Strindberg. Un autor a quien Lars Gustafson, el excelente novelista de Muerte de un apicultor, calificó de temperamento glotón, porque lo consumía todo: �Amigos, esposas y opiniones�.

 

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