�Estamos del lado de Israel.� Esta declaración del vicepresidente Al Gore, articulada en pos del voto de la comunidad judía de modo tan inequívoco como su selección del judío ortodoxo Joe Lieberman como su propio candidato a vice en las elecciones presidenciales del 7 de noviembre, puede haber sido la única capaz de decidir una seria inclinación de votos durante la primera parte de su debate preelectoral de ayer con el gobernador de Texas, George W. Bush. La razón: los 40 minutos de esa primera parte estuvieron consagrados a la política exterior a seguir en los próximos cuatro años, y la nueva situación de guerra israelo-palestina es el tema concreto del área más candente en las pantallas de televisión estadounidenses. Por lo demás, el debate marcó una caída de tensión respecto del enfrentamiento anterior y no pareció haber un ganador claro, aunque Gore se las arreglara más tarde para acorralar a Bush por el pobre desempeño de este último en temas de salud en Texas (a lo que Bush escapó por la tangente citando contracifras capaces de sugerir, por lo menos, que el tema era debatible). La atmósfera fue distendida, aunque Bush pareció llegar algo tenso a la mesa de debate informal y Gore lo hiciera de modo triunfalista, saludando al público de Winston-Salem dos veces con un brazo en alto. El foco inicial en la política externa deparó pocas novedades: Bush volvió a repetir que reuniría en torno suyo un buen equipo de asesores (como confesando indirectamente que él no era de gran uso en el tema) y Gore entonó un himno al papel rector de Estados Unidos en el mundo en términos de valores, modelos de vida, libertad, mercados libres y derechos humanos. Eso le sirvió a Bush de ariete para empezar a socavar la posición del vicepresidente, planteando que Estados Unidos no debía erigirse arrogantemente como modelo ante los demás. Esa diferencia entre el universalismo wilsoniano de Gore (que en otras partes se llamaría �imperialismo norteamericano�) y la defensa por Bush de una política ceñida a los estrictos intereses nacionales, marcaría el desarrollo de esta parte del debate. Gore subrayó la defensa de los derechos humanos como justificación para una lista de intervenciones norteamericanas en el mundo, incluyendo Granada, Panamá, la Guerra del Golfo, Somalia, Bosnia Herzegovina, Haití y Kosovo; Bush también aprobó la mayoría de la lista e incluyó Líbano (que Gore había criticado), pero censuró Somalia y Haití como casos de sobreextensión del poder militar estadounidense en la improbable tarea de �construcción de naciones�, y dijo que quería que las tropas norteamericanas dejaran los Balcanes. �No podemos ser todo para todo el mundo�, argumentó. Y fijó prioridades: Medio y Extremo Oriente, Hemisferio Occidental y Rusia, además de su querido sistema antimisiles. A lo que Gore contestó que no quería, tampoco, una sobreextensión del poder militar. En la parte referida a Medio Oriente, Gore fue claro en sus pedidos: un cese de la violencia, el reclamo a Siria por la devolución de tres soldados israelíes capturados por la guerrilla de Hezbolá en Líbano, el pedido para que Yasser Arafat dé directivas a su gente para que cesen los enfrentamientos y la articulación de medidas para limitar la potencial amenaza de Saddam Hussein al Estado de Israel. Bush contestó que la coalición internacional contra Saddam se estaba desintegrando en este mismo momento, bajo la administración Clinton; Gore retrucó que había sido Bush padre quien había evitado derrocar a Saddam durante la Guerra del Golfo, en primer lugar. Otro punto de ataque de Bush fue el dinero del Fondo Monetario Internacional que había ido a parar a los bolsillos de los oligarcas rusos bajo el mandato de Bill Clinton y la supervisión de Gore, que eligió no contestar. El resto fue bastante previsible: cada candidato se posicionó como el mejor defensor de los derechos civiles, la antidiscriminación, la antiproliferación de armas en Estados Unidos, la salud, la educación y el medio ambiente. Gore con argumentos progresistas (incluyendo leyes federales especiales); Bush con argumentos conservadores (la simpleobediencia de la ley debe bastar). El ambiente sólo se recalentó un poco en el tema de las coberturas médicas, pero Gore se cuidó mucho de evitar cualquier cosa que pareciera una defensa de un programa nacional de salud. El debate encontró a un Bush en posición de recuperación frente a Gore, por lo menos en las encuestas. Al llegar ayer a Winston-Salem, los sondeos le daban una ventaja de entre uno y ocho puntos y mostraban que la distancia con Gore en la crucial California se estaba acortando. El motivo son las mentirillas y exageraciones de Gore sobre su rol en instancias diversas, ante lo que él admitió ayer haberse �equivocado en algunos detalles�. El tema parece trivial, pero la contienda está reñida, y el próximo y último debate del martes 17 en Saint Louis puede ser decisivo.
ERNESTO LE CONTESTA A CARLOS A TRAVES DE RAUL El País de Madrid Sentenciado a 27 años como autor intelectual del asesinato en 1995 de José Francisco Ruiz Massieu, su cuñado y secretario general del Partido Revolucionario Institucional, Raúl Salinas llama traidor a su hermano Carlos, ex presidente de México (1988-94), en una conversación cuya filtración huele a venganza. Raúl tiene varias causas pendientes, entre ellas una por enriquecimiento ilícito y blanqueo de dinero del narcotráfico.
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