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Mal cubierto por la prensa y fallado por la base desde un comienzo, el proceso de paz de Oslo entró en su fase terminal, de violenta confrontación, desproporcionada represión israelí, amplia rebelión palestina y gran pérdida de vidas, la mayoría de ellas palestinas. La visita de Ariel Sharon a Haram al-Sharif el 28 de setiembre no hubiera sucedido sin el acuerdo de Ehud Barak. ¿De qué otra manera hubiera podido aparecer ahí el criminal de guerra con una guardia de 1000 soldados? La tasa de popularidad de Barak subió de un 20 a un 50 por ciento después de la visita, y la escena parece preparada para un gobierno de unidad nacional dispuesto a ser aún más violento y represivo. Las bases de esta confrontación, sin embargo, estaban ahí desde el principio, en 1993. Los líderes laboristas y del Likud no ocultaron el hecho de que Oslo estuvo diseñado para segregar a los palestinos en enclaves no contiguos, rodeados de fronteras controladas por israelíes, con asentamientos y caminos de asentamientos interrumpiendo y esencialmente violando la integridad de los territorios. Las expropiaciones y demoliciones de hogares procedieron inexorablemente bajo las administraciones de Rabin, Peres, Netanyahu y Barak junto con la expansión y multiplicación de los asentamientos (200.000 judíos israelíes añadidos a Jerusalén, 200.000 más en Gaza y en Cisjordania). La ocupación militar continuó y cada pequeño paso dado hacia la soberanía palestina, incluyendo los acuerdos para retirarse en minúsculas etapas preacordadas, fue reducido, demorado o cancelado a la voluntad de Israel. Detrás del proceso de paz había dos inmutables supuestos israelonorteamericanos, ambos derivados de una asombrosa incomprensión de la realidad. El primero era que con suficientes castigos y azotes a través de los años desde 1948, los palestinos finalmente se darían por vencidos, aceptarían los compromisos que Arafat efectivamente aceptó, y darían por terminada toda la causa palestina, exculpando de ahí en más a Israel por todo lo que había hecho. Así, por ejemplo, el �proceso de paz� no le dio la atención debida a las inmensas pérdidas palestinas de tierras y bienes, ninguna a las relaciones entre la dislocación pasada y la actual falta de nacionalidad, mientras que, siendo una potencia nuclear con un ejército formidable, Israel siguió reclamando el estatus de víctima y exigiendo restitución por el antisemitismo genocida en Europa. Incongruentemente, todavía no hubo un reconocimiento oficial de la responsabilidad de Israel en la tragedia de 1948, ni siquiera cuando Estados Unidos entró en guerra con Irak y Kosovo a favor de otros refugiados. Pero uno no puede forzar a la gente a olvidar, especialmente cuando la realidad diaria fue vista por todos los árabes como reproduciendo infinitamente la injusticia original. El segundo supuesto, después de siete años de condiciones que empeoraban económica y socialmente para los palestinos por todos lados, los dirigentes israelíes y norteamericanos persistieron (estúpidamente, creo) en proclamar sus éxitos, excluyendo a la ONU y otras partes interesadas, inclinando los medios a su antojo, distorsionando la actualidad con efímeras victorias para la �paz�. Con todo el mundo árabe sublevado por el espectáculo de los helicópteros artillados y la artillería pesada demoliendo los edificios civiles palestinos, con 100 muertos y casi 2000 heridos (incluyendo muchos niños) y con los palestinos israelíes en armas contra el trato que les dan como ciudadanos no judíos de tercera clase, el statu quo se está derrumbando. Aislado en la ONU y poco querido en todo el mundo árabe como el incondicional campeón de Israel, Estados Unidos y su presidente saliente tienen ya poco con qué contribuir. Tampoco tienen mucho que aportar los liderazgos árabe e israelí, aunque es probable que emparchen juntos otro acuerdo interino. Más alarmante fue el silencio total del campo de paz sionista en Estados Unidos, Europa e Israel. La matanza de jóvenes palestinos continúa y esta banda de supuestos amantes de la paz o bien apoya la brutalidad israelí o expresasu desilusión por la ingratitud palestina. Lo peor de todo son los medios de Estados Unidos, completamente acobardados por el temible lobby israelí, con comentaristas y locutores enviando informes distorsionados sobre �cruce de fuego� y �violencia palestina� que eliminan el hecho de que Israel está en una ocupación militar y que los palestinos la están peleando, no �sitiando a Israel� como dijo la desagradable señora Albright. Mientras Estados Unidos celebra la victoria del pueblo serbio sobre Slobodan Milosevic, Clinton y sus subordinados se niegan a ver la insurgencia palestina como el mismo tipo de lucha contra la injusticia. Mi opinión es que parte de la nueva Intifada palestina está dirigida a Arafat, que llevó a su pueblo a la deriva con promesas falsas, y mantuvo una banda de funcionarios corruptos al frente de los monopolios comerciales aunque negocien incompetentemente y débilmente en su nombre. Un 60 por ciento del presupuesto público es desembolsado por Arafat para la burocracia y la seguridad, sólo un 2 por ciento para la infraestructura. Hace tres años, sus propios contadores admitieron que unos 400 millones de dólares habían desaparecido. Sus patrones internacionales aceptan esto en el nombre del �proceso de paz�, por cierto la frase más odiada en el léxico palestino hoy. Un plan de paz y un liderazgo alternativo están surgiendo lentamente entre los israelíes, Cisjordania, Gaza y la diáspora palestina. No al regreso a la estructura de Oslo; ninguna concesión con las resoluciones originales de la ONU (242, 338 y 194) dando el mandato a la conferencia de Madrid de 1991; remoción de todos los asentamientos y las rutas militares; evacuación de todos los territorios anexados u ocupados en 1967; boicot a los bienes y servicios israelíes. Puede estar surgiendo realmente una nueva sensación de que sólo un movimiento masivo contra el apartheid israelí (similar a la variedad sudafricana) funcionará. Por cierto es pura idiotez por parte de Barak y Albright hacer responsable a Arafat de lo que ya no controla totalmente. En lugar de descartar la nueva estructura que se propone, los partidarios de Israel deberían ser sabios para recordar que el problema de Palestina concierne a un pueblo entero, no a un avejentado y desacreditado líder. Además, la paz en Palestina-Israel sólo puede lograrse entre iguales una vez que la ocupación militar haya terminado. Ningún palestino, ni siquiera Arafat, puede realmente aceptar algo menos. (El libro de Edward Said, El Fin del Proceso de Paz, será publicado próximamente.) Traducción: Celita Doyhambéhère
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