Por
Raúl Kollmann
Una causa judicial surgida del caso AMIA conmueve toda la investigación.
El fiscal federal Carlos Cearras investiga una larga serie de irregularidades
a partir de una declaración hecha por un ex colaborador del juez
Juan José Galeano ante la Comisión Bicameral de Seguimiento
de la Investigación de los Atentados. Entre los cargos a Galeano
figuran haberle pagado 400.000 pesos al principal imputado en la causa,
Carlos Telleldín; la orden dada a uno de sus secretarios de quemar
videos importantes relacionados con el caso; la confección de un
anónimo para incorporar al expediente; una maniobra para tapar
la responsabilidad de la SIDE en el borrado de escuchas telefónicas
y el apriete a algunos testigos e imputados en la causa. Las
acusaciones son de tal magnitud que Galeano designó un abogado
defensor, Alejandro Pérez Thada, en tanto que la DAIA, la AMIA
y Memoria Activa se constituyeron en partes querellantes y hasta el acusado
ex comisario Juan José Ribelli consiguió ser tenido como
parte del proceso.
En la investigación, que está ahora en manos del juez Claudio
Bonadío, se analiza también una hipótesis asombrosa:
antes del 18 de julio de 1994, la SIDE tenía localizados a los
que iban a cometer el atentado contra la AMIA. Los venía siguiendo,
escuchaba sus teléfonos y había detectado células
dormidas. Sin embargo, a último momento se les perdió
el rastro y cometieron el atentado sin que la SIDE interviniera a tiempo.
Para tapar ese escándalo, la central de espías habría
armado pistas falsas, testigos truchos, una causa paralela para desviar
pruebas y encima así lo sostiene la denuncia Galeano
les resultó más que favorable e incurrió en las gravísimas
irregularidades mencionadas. Esa hipótesis será muy difícil
de probar y los investigadores la niegan terminantemente, pero sin dudas
las acusaciones sobre las irregularidades provocarán una verdadera
tormenta.
El expediente se inició a raíz de una extensa audiencia
en la que el ex colaborador de Galeano, Lifchitz, expuso ante la Comisión
Bicameral. Aquella sesión fue presidida por el diputado del PJ
Carlos Soria y tuvieron activa intervención en las preguntas la
diputada Cristina Fernández de Kirchner, Juan Pablo Cafiero, Melchor
Cruchaga y el senador Omar Vaquir. El procurador Nicolás Becerra
ordenó a un fiscal que interviniera y Cearras le tomó declaración
a Lifchitz los días 15 y 18 de setiembre.
En principio, la causa recayó en el juzgado del doctor Gabriel
Cavallo quien supervisó los primeros pasos de la pesquisa. Cuando
las imputaciones empezaron a afectar a Galeano, Cavallo se excusó
de la causa porque en su momento ya se había apartado de otras
por ser amigo de Galeano. El juez que actúa en este momento es
Bonadío.
Lifchitz fue, dentro del juzgado de Galeano, una pieza fundamental desde
mayo de 1995 hasta mediados de 1997. Provenía de la Policía
Federal y actualmente es abogado. Protagonizó personalmente buena
parte de las medidas de prueba, por lo que estuvo pegado a todo lo que
se hizo dentro de la causa en ese período. Denuncia, pero casi
desde adentro del juzgado, conociendo cómo se tomaron las declaraciones,
a qué abogados se atendía de una manera y a quiénes
de otra, dónde estaban las cámaras ocultas de video y cuál
era el trato con testigos e imputados.
En el expediente que ahora se investiga, las imputaciones contra la SIDE
y el propio Galeano son serias.
El ex prosecretario Lifchitz
confirma lo adelantado en Página/12 por el imputado Carlos Telleldín:
que a éste le pagaron 400.000 pesos para que declarara contra los
policías bonaerenses. Lifchitz dice que la negociación se
hizo en su presencia y que a Telleldín se le dieron 200.000antes
de su declaración y después, dos cuotas de 100.000 cada
una. El dinero de estas cuotas lo entregó el mayor retirado Alejandro
Brousson, quien sigue en la SIDE y era hombre de confianza del ex jefe
de espías Hugo Anzorreguy. Brousson fue acusado durante el menemismo,
cuando revistaba en el Ministerio del Interior, de haber hecho espionaje
ideológico contra organizaciones estudiantiles. Tras un artículo
de este diario, fue despedido, pero después Anzorreguy lo incorporó
a la SIDE. Cuando todos creían que la Alianza lo alejaría
definitivamente de sus funciones, Fernando de Santibañes lo ascendió
y lo convirtió en jefe de Contrainteligencia.
En un primer proceso, Galeano fue sobreseído por la acusación
de haberle pagado a Telleldín, pero los dichos de Lifchitz constituyen
una nueva prueba. Aunque los investigadores sostienen que la declaración
de Telleldín no fue decisiva para acusar a los policías,
lo cierto es que tramos de su testimonio figuran como fundamentos importantísimos
del procesamiento.
Una de las mayores irregularidades
de la causa AMIA fue la desaparición de 66 casetes de escuchas
telefónicas a Carlos Telleldín. La evaporación se
produjo en la División Protección del Orden Constitucional
de la Policía Federal. Lifchitz demuestra que también desaparecieron
de la SIDE, lo cual habría sido tapado por Galeano. En esas grabaciones
hay un elemento clave, relacionado con cuál fue la carrocería
de la camioneta que estalló frente a la AMIA. El enigma de la carrocería
todavía no pudo ser resuelto: nadie sabe de dónde salió.
Está claro que el motor que llevaba el coche bomba provenía
de Telleldín, pero El Enano como le dicen a Telleldín
ha ocultado la verdad sobre la carrocería.
En el juzgado se grabaron en
video y en forma clandestina varias declaraciones de imputados. Una de
las grabaciones fue más que difundida ya que revelaba las negociaciones
entre Galeano y Telleldín. Según Lifchitz hay al menos otras
19 grabaciones, entre ellas una en la que se le muestran a Telleldín
fotos de policías bonaerenses a los que el imputado después
identificó. En concreto, Lifchitz sostiene y Bonadío
investigará que esos videos fueron quemados en casa del padre
de Carlos Velasco, secretario de Galeano, en Vicente López u Olivos.
Bonadío también
deberá investigar la supuesta orden que le dio Galeano a Lifchitz
para que hiciera un anónimo, que consta en la causa, por el que
se denuncia la existencia de una causa paralela en manos del juez Patricio
Santamarina. Esto supuestamente se habría hecho porque Galeano
no quería enfrentarse con la SIDE, por lo que en lugar de pedir
la investigación paralela hecha por Santamarina y la SIDE, hizo
redactar un anónimo.
En la causa AMIA apareció
un testigo falso, Ramón Emilio Solari. Este hombre estaba acusado
de un múltiple asesinato y de golpe le envió una carta al
ex embajador de Israel, Itzhak Avirán, señalándole
que recibió la Trafic utilizada como coche bomba y se la entregó
a un grupo de árabes. Solari demostraba un cierto conocimiento
de hechos que están en la causa, por lo que su testimonio conmocionó
la investigación. Se tardaron meses hasta comprobar que se trataba
de un testigo preparado, falso. Según Lifchitz esa operación
fue hecha por el policía bonaerense Mario Bareiro, hoy detenido,
pero que no hizo la maniobra para beneficiar a la Bonaerense sino que
en ese momento estaba trabajando para la SIDE, algo que está probado
en la causa.
Por último, Bonadío
deberá investigar otra imputación de Lifchtiz a Galeano
relacionada con el apriete a testigos o imputados. Según
el ex prosecretario, el juez negoció con un testigo de identidad
reservada, el abogado Carlos Semorile; con un chofer de Ribelli, Juan
Carlos Nicolau, y un socio de Telleldín, Guillermo Cotoras, para
que modificaran sus declaraciones a cambio de no imputarlos en distintas
causas. Es decir que los habría apretado, les sacó
una declaración contra Telleldín, Ribelliy los policías
y a cambio de ello los dejó como testigos y no como imputados en
delitos.
Como se ve, el caso AMIA dio a luz una megacausa sobre irregularidades
en la investigación. Los acusados son básicamente la SIDE
y el propio Galeano. El argumento de quienes defienden la pesquisa es
que éste es un nuevo ataque contra la investigación, un
ataque que favorecería a los policías bonaerenses y a los
que el año próximo se van a sentar en el banquillo de los
acusados. Eso es lo que opinan, entre otros, Galeano, los fiscales y la
DAIA. Del otro lado, los familiares de Memoria Activa y el propio Lifchitz
sostienen que en esta causa se confirma que el Estado argentino no sólo
no investigó, sino que además hubo fuerzas de seguridad
e inteligencia que maniobraron para tapar todo. En ese marco, el juez
habría actuado en forma irregular tanto para encontrar algún
culpable como para evitar la acusación contra el Gobierno y esas
fuerzas de seguridad.
El testigo
al que no le dieron importancia
Por
R.K.
Los investigadores del caso AMIA descubrieron una playa de estacionamiento,
ubicada al lado de un sanatorio en la zona de Once, donde el viernes 15
de julio de 1994 un individuo intentó estacionar la Trafic que
tres días más tarde estalló en la mutual judía.
El encargado del lugar habló durante 20 minutos con la persona
que estaba al comando de la camioneta y que hablaba en mal castellano.
El desconocido ofreció pagar cien pesos por tres días de
estacionamiento, pero había un problema insoluble: por su altura,
la Trafic chocaba con el techo de la rampa por la que se subía
al lugar donde debía aparcarse el vehículo. Por ese motivo,
el encargado le sugirió al hombre de la camioneta que lo llevara
a otro estacionamiento, muy cercano, Jet Parking, donde efectivamente
quedó hasta emprender el lunes siguiente su camino
siniestro hacia el asesinato de 86 personas. Tal vez lo más grave
es que el encargado de la playa de estacionamiento fue detectado por la
SIDE pocos días después del ataque, pero el organismo de
inteligencia nunca lo incorporó realmente a la causa ni profundizó
la investigación.
En el expediente judicial que está a cargo de Juan José
Galeano está el nuevo testimonio del encargado de la playa de estacionamiento,
pero también una serie de pericias destinadas a comprobar si su
versión es en principio cierta. Por ejemplo, se intentó
subir por la rampa una Trafic, comprobándose que efectivamente
el vehículo, por una diferencia de pocos centímetros, tenía
una altura excesiva. En la causa están las fotos de esa pericia,
además de mediciones y diagramas. Una de las razones por las que
la camioneta no entraba es porque en esa época se estaban haciendo
reformas a una parte de esa playa, lo cual también fue constatado
por los títulos de propiedad, los planos y varios testimonios.
Por ahora, ni el juez Galeano ni el titular de la Unidad Antiterrorista
de la Policía Federal, comisario Jorge Palacios, quisieron revelar
el nombre del encargado y ni siquiera aceptaron difundir el nombre del
sanatorio que está al lado de la playa de estacionamiento. El argumento
es que no quieren que haya presiones sobre un testigo al que consideran
de importancia. De todas maneras, queda claro que la playa está
ubicada muy cerca de Jet Parking, el estacionamiento donde en verdad quedó
el vehículo los tres días anteriores al atentado.
Según consta en el expediente, la Trafic llegó a la playa
de estacionamiento en la tarde del viernes 15. El individuo era
evidentemente extranjero, ya que hablaba medianamente el castellano. Había
palabras que no se le entendían, testificó el playero,
quien sin mayores precisiones cree que el desconocido podía ser
de origen oriental. Según el encargado, el desconocido insistió
en estacionar allí la Trafic e incluso ofreció pagar 100
pesos por dejar la camioneta tres días, desde el viernes 15 hasta
el lunes 18. El playero le dijo que era imposible por cuanto habían
probado varias veces con otras Trafic e inevitablemente quedaban enganchadas
al subir por la rampa. Al final del diálogo, el encargado le sugirió
al desconocido que estacionara en una playa de Viamonte y Azcuénaga.
Sin embargo, el individuo dijo que prefería no hacerlo en esa zona
sino que quería mantenerse más cerca. Entonces el playero
le indicó que Jet Parking, en Azcuénaga y Paraguay, era
un buen lugar para dejar la Trafic sin sufrir el problema de la altura,
ya que se trata de una playa descubierta.
Lo más llamativo es que este testimonio haya aparecido seis años
después del atentado. Es que el hombre nos contó que
fue interrogado largamente por la SIDE a los pocos días del ataque
reveló uno de los investigadores. El contó lo
mismo que dice ahora, pero sostiene que como la gente de la SIDE no le
dio importancia, él pensó que el incidente no tenía
interés. Por eso no insistió con su testimonio. Lo que ocurre
es que hicimos un nuevo relevamiento de todas las playas de estacionamiento
y detodas las viviendas y hoteles de la zona del atentado para ver si
detectábamos algo. Y así fue que dimos con el playero. Hace
varios meses que estamos buscando a una persona que trabajaba en el mismo
estacionamiento, pero todavía no dimos con ella y no sabemos si
además vio el diálogo del encargado con el hombre de la
Trafic.
Como ha sucedido en innumerables casos, la aparición del testigo
vuelve a demostrar que hubo una cantidad enorme de pruebas que se perdieron
por ineficacia, falta de control y de voluntad de investigar tanto de
la SIDE como de la Policía Federal. Testigos que declaran con seis
años de atraso, cintas que se borran, agendas que desaparecen y
medidas de prueba truchas son parte del escenario cotidiano del caso AMIA.
LAS
PISTAS QUE INDICAN LOS ERRORES DE LA SIDE EN 1994
Los iraníes
fueron más inteligentes
Por
R. K.
El ex colaborador
de Galeano, Claudio Lifchitz sostuvo ante la Comisión Bicameral
y ante el fiscal Cearras una hipótesis alarmante: que la SIDE venía
siguiendo al núcleo que fue parte del atentado y que fracasó
en los últimos tramos. Es decir que se les escapó
el atentado. Por ello es que después siempre según
lo expuesto por Lifchitz se incurrió en una serie de maniobras,
testigos falsos y causas paralelas, para tapar ese gravísimo fracaso.
Estos son los elementos que aparecen en el nuevo expediente que investigan
Cearras y el juez Bonadío.
Hay distintas fotos del ex
agregado cultural de la Embajada de Irán, Moshen Rabbani, considerado
por Galeano como el cerebro del ataque. Esas fotos por ejemplo,
cuando estaba averiguando precios para comprar una Trafic, el mismo modelo
usado en el atentado indicarían que le estaban haciendo un
seguimiento minucioso.
El 4 de abril de 1994 -.tres
meses antes del atentado fue detenido, mientras trataba de salir
del país con documento falso a nombre de Scott Gregory Hall y con
el pelo teñido, el iraní Khalil Gatea, un hombre evaluado
por Canadá como integrante de los servicios de inteligencia iraníes.
Lifchitz sostiene que allí empieza una causa en el juzgado federal
del doctor Patricio Santamarina, un juez al que el ex prosecretario considera
hombre de la SIDE. Ghatea intenta salir del país inmediatamente
después del atentado y cuenta con una extraña autorización
de Santamarina, que en el mismo aeropuerto fue revocada por la Cámara
de Apelaciones.
Tras el ataque a la AMIA, Galeano
pide la intervención de varios teléfonos, que ya estaban
intervenidos por pedido de Santamarina y la SIDE. Esto incluye el teléfono
de Khalil Ghatea, una persona que vivía con él, Nasser Rahasmani
y dos argentinos convertidos al Islam, Eduardo Lezcano, alias Mustafá
y Carlos Palazzo. Estos habrían recibido alguna llamada de un terrorista
residente en Paraguay y además hay un diálogo en el que
desde Londres donde se produjo otro atentado le dicen a Ghatea:
aquí y en París te está buscando toda la Policía.
Metiste la pata, perjudicaste a mucha gente. Todos estos elementos,
junto el seguimiento a otros integrantes de supuestas células dormidas,
estarían en la causa paralela, manejada por Santamarina y la SIDE.
O sea que, según Lifchitz
antes del 18 de julio ya existía la llamada pista iraní
por lo que la SIDE tenía detectados a los terroristas, pero se
les escaparon y por graves errores de la central de espías
pudieron cometer el atentado.
Los investigadores del caso AMIA reconocen que efectivamente Santamarina
manejó una causa paralela y que no remitió los elementos
que tenía hasta bastante después. Lo que correspondía
era que el mismo día del atentado hubiera delegado toda la pesquisa
en manos de Galeano, incluyendo los contenidos de las escuchas telefónicas.
También la SIDE habría jugado a dos puntas, ya que Santamarina
supuestamente era más confiable que Galeano en una primera etapa.
En fuentes del juzgado y de la Unidad Antiterrorista, que conduce el comisario
Jorge Palacios, contestan que al final la causa Santamarina y todos los
elementos relacionados con Khalil Ghatea y la gente que lo rodeaba fueron
entregados a Galeano, pero que no hay pruebas contundentes de que hayan
participado del atentado. Es cierto también que la investigación
a fondo de esa pista se empezó a hacer recién en 1998, es
decir cuatro años después del ataque y de los primeros indicios
sobre esos sospechosos.
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