Por
Adriana Meyer
Los dichos de Aníbal Gordon y Carlos Pajarito Suárez
Mason en antiguas causas judiciales pueden ser utilizados como prueba
contra los represores acusados por el robo de bebés. Antes que
la causa sobre la práctica sistemática de apropiación
de menores durante la dictadura sea elevada a juicio oral y público,
los representantes de parte de la querella siguen acumulando pruebas tales
como esas declaraciones. Queremos llegar a esa instancia con la
mayor cantidad de casos comprobados para poder demostrar que existió
una práctica sistemática, explicó a Página/12
el abogado Alberto Pedroncini. En tal sentido, el letrado que encabeza
un equipo integrado por David Baigún, Carlos Cruz y Marcelo Mónaco
pidió al juez federal Adolfo Bagnasco una serie de medidas tendientes
a obtener nuevos testimonios y documentos.
Hay una importante acumulación de elementos probatorios porque
la investigación se intensificó en los últimos tres
meses, y en función de eso se abrió un nuevo horizonte que
permite la incorporación de más testigos e informes,
agregó Pedroncini.
Uno de esos elementos surgió de la causa que investigó el
secuestro de Enrique Rodríguez Larreta Piera y es una prueba fundamental
sobre el funcionamiento del Plan Cóndor, cuya sede argentina fue
el centro clandestino de detención Automotores Orletti. El ex agente
Aníbal Gordon, procesado en aquel caso, declaró en 1986
que su jefe inmediato del cual recibía las órdenes
emanadas del presidente de la Nación Jorge Rafael Videla era el
general Otto Paladino, director de la SIDE, que en cualquier gobierno
depende del presidente de la Nación. Ese párrafo de
su declaración refuerza una faceta que fue objeto de un insistente
planteo de la querella y del fiscal Eduardo Freiler: el ejercicio de funciones
políticas como mecanismo de violación de los derechos humanos.
Además evidencia la cadena de mandos que presidió la acción
de los militares uruguayos en nuestro país, que en cuanto a las
tareas de inteligencia dependían de la SIDE y para la ejecución
recibían órdenes del Ejército.
A partir del hallazgo del Libro de Nacimientos del Hospital Militar de
Campo de Mayo, en enero pasado, los investigadores pudieron comprobar
que la doctora Silvia Bonsignore de Petrillo aparece atendiendo un parto
como obstetra y al día siguiente figura como parturienta, aunque
sin historia clínica. Además aparecen dos páginas
con un mismo número de orden. La sospechosa situación podría
haber encubierto el nacimiento de un hijo de desaparecidos y por eso los
querellantes pidieron la declaración testimonial de Bonsignore
y del médico que atendió su parto, Julio César Rafinetti.
Bagnasco ya pidió copias de la declaración del represor
Carlos Pajarito Suárez Mason en la causa 450, prestada
el 12 de mayo de 1988, en la que explicó el concepto de dependencia
operacionalque resulta fundamental para probar las responsabilidades
en la apropiación de menores de todos los integrantes de la cadena
de mandos. Esa dependencia no se limitaba a instrucciones generales sino
que había órdenes específicas. El mejor ejemplo de
esto es la cadena de mandos en operaciones respecto de un hecho determinado,
realizado por la policía de la provincia de Buenos Aires, actuando
bajo dependencia operacional del Ejército.
Ese hecho fue el secuestro de la nieta de María Isabel de Mariani.
En la causa abierta a partir de la presentación de un hábeas
corpus por la desaparición de la menor constan las declaraciones
testimoniales de Suárez Mason, Ramón Camps y Adolfo Sigwald.
Durante el operativo en que fue secuestrada Clara Mariani, Camps estaba
en la azotea del edificio y Sigwald aseguró que llegó al
lugar cuando los hechos ya habían ocurrido, al igual que Suárez
Mason. Pero todos reconocieron que estuvieron allí, lo que demuestra
que el operativo fue ejecutado por el Ejército (Suárez Mason
era jefe de la zona 1 mientras que Sigwald comandaba la subzona 13), en
dependencia operacional de la Policía Bonaerense. Ese es el único
documento referido a un acto represivo que lleva la firma de los tres
integrantes de la cadena de mandos. Los querellantes pidieron que el juez
cite a un almacenero que solía proveer a la familia Mariani porque
vio a la criatura sentada en un cochecito pocos minutos antes del secuestro.
Además, el juzgado solicitó al Ministerio de Justicia copias
de la documentación sobre ciudadanos uruguayos desaparecidos durante
la dictadura que entregó al gobierno de ese país. Esos casos
se relacionan con el de Mariana Zaffaroni Islas, que integra el expediente.
También buscan reforzar la prueba sobre el caso de los niños
Victoria y Anatole Julien Grisonas, hijos de ciudadanos uruguayos, y de
Carla Rutila Artés, secuestrada en Bolivia en 1976, pidiendo antecedentes
a las respectivas causas judiciales.
Por último, los abogados querellantes requirieron que sean citadas
a dar su testimonio 20 personas que aportarán información
sobre nacimientos clandestinos, en especial los ocurridos en el centro
clandestino La Cacha. A las Abuelas de Plaza de Mayo les pidieron toda
la documentación utilizada en la publicación del libro Niños
sustraídos, jóvenes recuperados. Y también quieren
que los jueces Roberto Marquevich y María Servini de Cubría
informen sobre los casos que tramitan en sus juzgados, que según
las Abuelas serían 23 y 17, respectivamente.
OPINION
Por Juan Antonio González Macías*
Sospechas
infundadas
Un diario de Mendoza sostuvo que tanto el
magistrado Leiva como el presidente de la Cámara
Federal de Apelaciones Luis Miret estimarían
que hay un sentimiento en contra de los jueces federales de Mendoza.
Esta generalización me preocupa, porque no refleja la sensación
que tienen aquellos jueces que no aparecen efectuando declaraciones
a los distintos medios. El Consejo ha recibido denuncias y adquirido
pruebas que, entiendo, se encuentran en la etapa de evaluación
para después acusar o no a algún juez. Esta es la
obligación de ese organismo y nadie debe sentirse perseguido
y mucho menos, como lo indica la publicación, entender
que en el Consejo quieren desacreditar a toda la Justicia
Federal de Mendoza. La denuncia penal formulada por los
consejeros no puede interpretarse como un sentimiento que
hay en Buenos Aires contra los jueces federales de Mendoza.
La creación del Consejo de la Magistratura fue producto
de un reclamo de la sociedad para que un organismo imparcial designe,
investigue y juzgue la conducta de los magistrados federales.
No se puede ahora, cuando se pone en movimiento dentro de los
límites que le han impuesto la Constitución y la
ley, desvirtuar su acción haciendo surgir sospechas infundadas
que generan un descreimiento en la sociedad. No es éste
el camino adecuado de defensa frente a denuncias efectuadas. Los
jueces conocemos mejor que nadie las reglas de juego y la experiencia
nos indica que las denuncias obligan a una investigación
y posterior resolución, que es la que determinará
su grado de veracidad. Además existen ámbitos y
oportunidades procesales donde debe ejercerse el derecho que cada
uno considere vulnerado. La Justicia Federal mendocina es ejercida
con eficacia y honestidad por magistrados, funcionarios y empleados
que con enormes esfuerzos tratan de suplir la deficiente estructura
en elementos técnicos y en cantidad de personal y que se
sienten afectados por ese intento de generalizar la sospecha de
conductas cuestionadas.
* Camarista del Tribunal Oral en lo Criminal Federal
1 de Mendoza.
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