Por
Cecilia Hopkins
Las rencillas y rencores motivados por el horror a la diferencia y
el miedo a lo desconocido se imponen en Camellos, pieza de Luis Sáez,
con la necesidad de señalar un estado de cosas que debe ser modificado
con urgencia. En consonancia con esta intención .-lo cual incluye
también un llamado a la conciencia de los espectadores, el
director de la puesta, Julio Ordano, apuesta a reforzar las ideas centrales
de la obra con su discurso escénico. Mono, un boxeador nacido en
Lugano, recibe al nuevo compañero de pensión llegado de
Córdoba, con la convicción de que tendrá el derecho
a menospreciarlo y maltratarlo por la simple razón de haber llegado
primero.
En ese ejercicio de crueldad, el recelo característico del porteño
hacia el provinciano se va espesando hasta dejar en su lugar una serie
de arranques de manifiesto racismo. Es cierto que la pensión, regenteada
por un travesti buscapleitos que aparece en los momentos menos pensados,
es un lugar muy poco acogedor. No obstante, resulta incomparablemente
menos hostil que el mundo exterior, que se presenta incapaz de conceder
a estos seres la menor oportunidad de progresar en lo suyo. En la estrechez
de la habitación, el boxeador y el travesti (delineado con poética
ambigüedad y variedad de matices por Enrique Iturralde) sueñan
con recuperar un cierto esplendor perdido. Y aunque ya se encuentre a
punto de dejarse ganar por el cinismo desesperanzado, es el recién
llegado quien muestra las claves para un cambio posible. Los preceptos
básicos heredados de su padre le dan a Rubén (interpretado
por Pablo Iemma) la fuerza para resistir la crueldad del boxeador (un
personaje que podría mostrarse menos enfático, a cargo de
Julio Feld). Precisamente una de esas normas (la piedad nos diferencia
de las bestias) resume la intención fuertemente moralizante
de la pieza.
FRACTAL,
UNA ESPECULACION CIENTIFICA
El caos sobre la
escena
Por
C.H.
Autor de la premiada
La modestia obra que acaba de reestrenarse en El Callejón
de los Deseos, Rafael Spregelburd coordina el taller de dramaturgia
y actuación del Centro Cultural Ricardo Rojas. Con los actores
participantes de ese seminario, los sábados de octubre presenta
Fractal, una especulación científica, un trabajo de creación
colectiva que ya ofreció algunas funciones cuando aún estaba
en el proceso de construcción definitiva. Según explica
el director, la obra partió de la base de la Teoría del
Caos, aparte de otras fuentes. Así es como llegaron a tomar como
punto de partida el fractal figura geométrica de infinitos
vértices para usarlo a modo de elemento inspirador.
Según la lógica del caos, los sistemas desordenados pueden
crear en su propio seno estructuras que se asemejan a sí mismas.
Fiel a este principio, el espectáculo ofrece una línea argumental
que encadena a los mismos personajes en situaciones que se abren incesantemente
hacia otros rumbos. Creadas por los catorce actores intervinientes, todas
las escenas están cruzadas por comportamientos impredecibles, en
consonancia con los sistemas que estudia la teoría de marras. Fractal...
gira en torno a la idea de la interpretación de una realidad dominada
por un sinfín de códigos que plantean a sus personajes igual
número de mundos por descubrir. De este modo, a partir de situaciones
extrañas, pero con visos de cotidianeidad, se impone una terminología
especializada desde tratados de biología y gramáticas
de idioma guaraní hasta reglamentos policiales, con sus intrincadas
normas de procedimientos que amaga con imponerse, tomando dimensiones
irracionales. En ese mundo, también los aparatos (el beeper, la
plancha, el televisor, el proyector de diapositivas, la videocámara)
tienen un lugar predominante. En medio de su urgencia por cerrar algunos
ciclos de la vida para iniciar otros, los personajes encuentran que el
tiempo es asombrosamente relativo. Y para complicarlo todo, un hombre
del Siglo de las Luces irrumpe constantemente para compartir con los demás
sus vaticinios.
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