Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINIóN
Tiempo perdido
 Por James Neilson

Desde su reducto vicepresidencial, Chacho Alvarez hablaba no sólo de la conveniencia de mandar a casa o a la cárcel una cantidad tal vez impresionante de políticos venales. También aludía con frecuencia a la necesidad de reformar el Estado, o sea, de dotarle a la ciudadanía de los instrumentos básicos que le permitirían traducir sus deseos más sensatos en realidades concretas. Pues bien: gracias a la autodefenestración de Chacho, a �la crisis� con sus interminables debates en torno a la honorabilidad de personajes determinados, y al juego confuso de alianzas sectoriales que se ha desatado a raíz de la fragilidad del orden regido por la familia De la Rúa, lo que debería ser la prioridad de cualquier gobierno que se precie quedará subordinada algunos meses, años o décadas más a urgencias que desde el punto de vista de los partícipes son muchísimo más emocionantes.
¿Importa la demora así supuesta? Claro que sí. Una proporción mayúscula de las lacras del país, entre ellas el virtual abandono a su suerte de millones de pobres semianalfabetos, a los cuales sólo puede esperarles la marginación más denigrante, se debe precisamente a la inoperancia de un Estado convertido desde hace casi un siglo en botín político. Los logros de países como Suecia son atribuibles no tanto a la influencia de una cultura más igualitaria que las latinoamericanas sino a la existencia de una administración pública eficaz. Sin funcionarios idóneos, para emplear un adjetivo arcaico, que manejen sus reparticiones con la misma efectividad que se exige a sus equivalentes de las corporaciones multi-nacionales más imponentes, ningún gobierno, por honesto y sensible que fuera, podrá hacer nada para frenar la descomposición social.
Por razones egoístas, militantes políticos, sindicalistas y sus simpatizantes prefieren pasar por alto esta verdad evidente. Achacan los males del país a abstracciones como �el neoliberalismo� o a su dependencia de los capitales extranjeros, dando a entender así que si no fuera por la deuda externa o los caprichos de �los mercados�, no tardarían en solucionar todos los problemas sociales habidos y por haber. ¿Cómo? Sin las herramientas necesarias ni el carpintero más talentoso sería capaz de construir una silla. Sin un Estado adecuadamente eficaz, lo cual supondría un grado de despolitización que horrorizaría a los operadores partidarios, seguirá siendo imposible hacer frente a los desastres sociales que día a día continúan agravándose porque los �dirigentes�, todos obsesionados por la gran interna nacional, están en otra cosa.


 

PRINCIPAL