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OPINIóN
Matar por dinero
 Por Daniel A. Stragá *


El gobernador Ruckauf es un hombre consustanciado con la integración regional. A través del decreto 2591 ha pretendido emular al socio mayoritario del Mercosur, Brasil. En especial, ha imitado a su par del estado de Río de Janeiro, Marcelo Allencar, que en materia represiva ha sido todo un precursor en su país. En 1996, la policía carioca recibía de parte del Ejecutivo estadual un �incentivo financiero� (promociones, premios y bonificaciones en efectivo y en créditos) �por bravura en el cumplimiento del deber�.
Este método, que fuera definido por James Cavallero, de Human Rights Watch para Brasil, como un �incentivo para matar�, provocó que en 1996 el promedio de casos de gatillo fácil en la �cidade maravilhosa� aumentara de 3,2 a 20,55 por ciento mensual.
Los 117 policías bravíos premiados del �96 estuvieron involucrados en la muerte de 73 civiles.
Eso sí. Durante ese año, los homicidios de los escuadrones de la muerte descendieron. Gracias al intervencionismo estatal, los comerciantes cariocas que los financian abarataron sus costos.
Aquí, en febrero del año pasado, Víctor �Frente� Vital, de 17 años, asaltó un aserradero junto a otro chico, en el partido de San Fernando. La policía bonaerense persiguió a los ladrones hasta la Villa 25. Buscaban, claro, �meter bala�. �Frente� y su compañero, ambos desarmados, intentaron protegerse de los disparos policiales ingresando en una humilde vivienda. Se guarnecieron debajo de una mesa. Tres suboficiales ingresaron detrás de ellos y en un �acto de arrojo� al estilo Ruckauf les dispararon. Segundos antes de los tiros, se escuchó que uno suplicaba: �No tiren, me entrego�. Víctor Vital recibió cinco disparos. Su compañero, uno. Fue en la cabeza y milagrosamente no lo mató. Víctor presentaba los impactos en la cabeza, en las manos y en una axila, lo que demostró que había levantado los brazos. Las pericias determinaron que, de acuerdo con la dirección, sentido y trayectoria de las balas que penetraron en el cuerpo de la víctima, el chico estaba arrodillado debajo de la mesa.
El cabo Héctor Eusebio Sosa, autor del homicidio, le fue a pedir dinero al dueño de la maderera, en compensación porque había matado a quien le había robado su negocio. Fue en procura de su premio. Privado, pero premio al fin.
Con el decreto de Ruckauf, Sosa se hubiera podido presentar ante el Ministerio de Seguridad bonaerense para que se lo distinga por su acción de riesgo. O sea, se lo hubiera recompensado por el �gatillo fácil�. En el �frente de combate� proclamado por el gobernador, se hubiera convertido en un soldado (policía) de la �fortuna�. Hoy está detenido y procesado a disposición del juzgado del doctor Mackintach.

* Abogado de la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional).


 

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