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ADOLFO NIGRO EN EL CENTRO BORGES
Lección de colección

La muestra de más de 80 obras de Adolfo Nigro, pertenecientes a una misma colección, funciona como una retrospectiva del artista para el período 1974-1994. Simultáneamente se edita un libro con una serie de dibujos sobre una novela de Italo Calvino. 
�Andares�, 1993; 32 x 44 cm, acrílico s/papel. Una de las 83 obras de la muestra de Adolfo Nigro. 
Por Fabián Lebenglik

t.gif (862 bytes) La colección de obras de Adolfo Nigro que se exhibe en el Centro Cultural Borges reúne un plus que es muy raro encontrar en otras colecciones. El conjunto de pinturas, collages, dibujos y objetos reunidos por el coleccionista y empresario uruguayo Gregorio Gordon, a lo largo de veinticinco años de relación con el artista argentino, funciona como un recorrido por el itinerario estético de Nigro, a través de más de 80 obras realizadas entre 1974 y 1994.
Se trata por lo tanto, simultáneamente, de una colección y de una antología retrospectiva, guiada por el gusto y el ojo de un coleccionista. En este sentido se hacía mención a un plus: por la cantidad, la calidad y el carácter representativo de los caminos de un artista en particular. 
El espíritu coleccionista y la noción de colección se relacionan conceptualmente con las ideas de traslado y de acumulación controlada; con lo disperso, lo seriado y lo reunido. A su vez, cada pieza de una colección pierde algo de la función que tenía para fusionarse en una nueva identidad colectiva, dada por el conjunto de las piezas coleccionadas y por la personalidad y la mirada del coleccionista. Toda colección suele ser incompleta, pero esa incompletud se completa en la cabeza del coleccionista. Lo completo pasa a ser el conjunto de la colección, como nueva realidad que se basa en un recorte específico. 
En toda colección que se precie hay un valor agregado para cada obra: precisamente el de pertenecer a la colección, a ese nuevo ordenamiento �a esa estética por lo general caprichosa, aunque no tanto en este caso, del coleccionista� que va sumando historias y trofeos. Todas las piezas de una colección, a partir de su incorporación a la misma, nacen de nuevo; por eso las colecciones son bautizadas con los nombres de sus propietarios o de las instituciones a las que pertenecen. En ese vaivén que va de la colección al coleccionista, algo del ojo del propietario se cuela en la obra, como si se tratara de combinar los ecos de una clase especial de creatividad compartida, de un tipo especial de complicidad. Como si el carácter artístico se contagiara del artista al coleccionista.
La presente colección comienza en 1974, cuando el proyecto estético de Nigro estaba prácticamente definido y virtualmente maduro. El año de inicio es bien significativo porque coincide con el de la muerte del maestro de Nigro: el gran artista uruguayo José Gurvich. 
Gurvich había conocido a los 17 años a Joaquín Torres García, quien marca la obra y las concepciones artísticas de Gurvich. En el Taller Torres García, Gurvich termina siendo docente, incluso después de la muerte de su fundador. El entonces joven Gurvich participa de todas las actividades del Taller: el aprendizaje, la enseñanza, la realización de obras y la colaboración en publicaciones. En sus idas y vueltas por el mundo, Gurvich vuelve a Montevideo en 1965 �tres años después del cierre definitivo del Taller Torres García� y se dedica a preparar su gran muestra retrospectiva de 1967, en la Comisión Nacional de Bellas Artes. La exposición tuvo una respuesta categórica y lo colocó a Gurvich como uno de los grandes artistas del Uruguay. Ese es el contexto en el que Nigro se vuelve discípulo de Gurvich.
Nigro nació en Rosario en 1942 y vive en Buenos Aires. Egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano en 1960 y se formó también en talleres particulares como el de Víctor Magariños. A mediados de la década del �60 vivió unos años en Montevideo, donde se vinculó con los que habían sido integrantes del Taller Torres García y estudió con José Gurvich desde 1966, en el que fue el último período de éste en Uruguay. Entonces recibe todo el legado constructivista y la visión del arte como un campo de la cultura inscripto en el humanismo.
Como había sucedido con el propio Gurvich mientras era discípulo de Torres, Nigro comienza a elaborar, con Gurvich como maestro, y en su mismasenda, un repertorio de imágenes propias, muy imaginativas, y a hacer un uso particular del color, a partir de los fragmentos, patrones y estructuras que componen sus cuadros y dibujos. Cada elemento, como si fuera un fragmento de memoria, pasa a funcionar en un contexto mayor en el que se estructura una imagen totalizadora. 
En la tradición seguida por Nigro hay un doble equilibrio �fundado en los propósitos mismos del constructivismo�: por una parte, el equilibrio entre lo popular y lo culto. Por la otra, entre lo universal y lo regional. Se trata de la construcción de una estética que dé cuenta tanto de una identidad como de cuestiones universales.
En la búsqueda por resolver las dicotomías periféricas entre culto y popular, y entre cultura global versus identidad regional, resulta clave la noción de estructura sobre la que el artista planta su poética. 
El concepto de estructura, del cual deriva el constructivismo en las artes visuales, de un modo general, parte de Platón, pasa por Descartes y por las �categorías� kantianas, hasta llegar a la teoría lingüística de Noam Chomsky y al estructuralismo europeo. Se tata de una tradición epistemológica que postula el carácter innato de ciertas estructuras rectoras de la percepción, las cuales determinan una serie de predisposiciones del pensamiento según reglas generales. En esta teoría, las ideas innatas moldean y dan forma a la experiencia. 
En la obra de Adolfo Nigro, más allá de funcionar como maquinaria artística y como red invisible de la imagen, esa estructura también se constata en otra red, ya no técnica sino de sentido: la estructura temática. Temas específicos, como la obra de un escritor o de un poeta, o el paisaje y la vida cotidiana de un pueblo de pescadores, o temas más generales, como el agua, van sirviéndole al artista como puntos de partida, y a la vez como hilos conductores que dividen en series su producción. Hay que tener en cuenta que cuando se habla de estructura en Nigro no se trata de un esquema rígido sino de un sistema dinámico de inclusiones infinitas. La estructura es suficientemente abierta como para contener cualquier forma, cualquier evocación, reproducción o repetición. La estructura toma la forma y a su vez conforma cada tema. 
Así, a lo largo de toda la exposición se verifica un desarrollo coherente y sólido: Nigro generó un mundo propio, incluso en el marco del constructivismo, que crea una fuerte red de dependencias y lastres estructurales de la que pareciera, a priori, no haber escapatoria. (En el Centro Borges, Viamonte y San Martín, hasta el 29 de octubre.)

 

Una novela de Calvino según Nigro
Por F.L.

Junto con la exposición, el coleccionista Gregorio Gordon editó �con el apoyo de Telefónica� no sólo un buen libro catálogo (con texto de Elba Pérez) que funciona como registro de la exposición sino además un libro/cuaderno (con texto de Guillermo Piro) que reúne una serie de dibujos de Nigro de 1984, inspirados en El barón rampante, de Italo Calvino. En la novela de 1957, Cósimo, un noble del siglo XIX, decide trepar a los árboles y nunca más poner los pies sobre la tierra. Es una ficción que busca transformar el mundo viéndolo desde otra perspectiva.
En su versión de El barón rampante, Nigro combina su propia estructura constructiva con la de la novela. Los dibujos evocan un punto de vista múltiple y complejo porque allí se cruzan la mirada del dibujante, la del narrador y la del personaje. En cada objeto dibujado se condensa un elemento del relato, una cita, una función narrativa. Los 16 trabajos de la serie, a través de figuras imbricadas y yuxtapuestas, exhiben micromundos compuestos de formas distinguibles y arremolinadas en un ritmo circular. Todo parece girar, desplazarse y entrelazarse en relaciones insólitas. Los objetos se continúan unos con otros. La genealogía creada por el dibujante (a través del eje Calvino-Cósimo-Nigro) propone tomar distancia del mundo para verlo de un modo nuevo, crítico y poético.
De la serie �El barón rampante� (1984), de Adolfo Nigro.

Inauguraciones de la semana


  Lux Lindner, libros de artista, hoy, único día, en Belleza y Felicidad, Acuña de Figueroa al 900, esquina Guardia Vieja.
Eduardo Audivert, acuarelas, hoy, en Colección Alvear, Av. Alvear 1658.
Pablo Canedo, pinturas, hoy, en Atica, Libertad 1240, P.B. 9.
Susana Schraiber, pinturas, hoy, en Hebraica, Sarmiento 2233.
Luis Freisztav, �el Búlgaro�, mañana, en el Rojas, Corrientes 2038.
Jorge Vidal, pinturas y grabados, mañana, en Cecilia Caballero, Suipacha 1200.
Norberto Gómez y Román Vitali, mañana, en sendas salas de la galería Ruth Benzacar, Florida 1000.
Margarita Callegari e Irene Biganzoli, pinturas, el jueves 19, en la sala de arte del Hotel Dorá, Maipú 967.
Colectiva de objetos, el 20, en Roberto Martín, Defensa 1344.
�Arte en el Palacio San Martín�, muestra y venta de obras destinada a hogares para chicos de la calle, el 20, a las 19, en Arenales 761.

 

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