Si el debate hubiera tenido lugar en una escuela secundaria, nadie le habría prestado demasiada atención. En esto coincidieron todos los analistas. Pero como los polemistas eran los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, las encuestas midieron debidamente la temperatura del entusiasmo forzoso. El resultado fue en definitiva un empate técnico, lo que demuestra que la reacción fue tibia ante este teledebate donde el demócrata Al Gore y el republicano George W. Bush respondieron mediocremente a las preguntas de un grupo de indecisos electorales en la Universidad de St. Louis en el estado de Missouri. Los dos sondeos efectuados inmediatamente después del debate dieron su estrecha victoria al actual vicepresidente Gore sobre el gobernador de Texas, aunque por un margen reducido. El de la televisión CNN/Gallup le otorgó un 46 por ciento contra un 44. El sondeo de la CBS hizo crecer la ventaja, de un 45 a un 40 por ciento. Pero un tercer sondeo, posterior, de la cadena ABC, ya dio empate con un 41 por ciento. Y un cuarto, de American Online, daba un 56 a Bush contra un 43 para Gore. Ayer, los candidatos habían regresado a la campaña, que centrarán ahora en los aquellos donde los indecisos pueden resolver la contienda, como Florida (sureste del país), o Pennsylvania, Michigan y Ohio (todos en el noreste). Las encuestas resultaron así en un empate técnico entre Bush y Gore. Los tres debates televisados no han despejado la incógnita, aunque el actual vicepresidente ganó el primero y el tercero (aunque en poco, según los sondeos) y el gobernador de Texas, el segundo. �El primero fue demasiado caliente, el segundo demasiado frío y el tercero estuvo perfecto�, resumió ayer por la mañana Gore a la televisión CBS, en una progresión acaso demasiado optimista. �Fue parejo�, comentó lacónico Bush el mismo martes por la noche. Muchos analistas coinciden en que los indecisos continúan fundando su opinión de los candidatos en �impresiones�, sin analizar los detalles de los respectivos programas electorales. Por eso Gore y Bush trataron de marcar sus diferencias. El segundo apareció más que nunca como el partidario de un gobierno menos intervencionista, mientras que el primero confirmaba sus vínculos con y su carrera en el poder federal de Washington. Para Gore, el eje de la su retórica durante los tres debates estuvo en la pretensión de que continuaría los ocho años de prosperidad de la era Clinton, mientras que su oponente republicano desperdiciaría el superávit en reducciones de impuestos que en definitiva beneficiarían sólo a los más ricos. El equipo asesor de la campaña de Gore dijo que querían hacer de éste el tema definitorio de la fase final de la campaña. El estratega republicano Karl Rove sintetiza una percepción común, al sostener que las elecciones del próximo 7 de noviembre se decidirán �en el último estado, a última hora, el último día�. Cuando en los sondeos se desglosa la preferencia personal por el candidato �a diferencia de la confianza en cada uno como político o de la adhesión a un programa�, la ventaja es para el gobernador de Texas. La encuesta CNN/Gallup dijo que Bush gustaba personalmente a un 60 por ciento de los encuestados, mientras que Gore sólo a un 31. Bush fue el más creíble para un 52 por ciento, mientras que Gore para un 41; Bush estaba en mayor contacto con el votante promedio para un 47 por ciento y Gore según un 45; y Bush contestaba las preguntas directamente según el 51 por ciento, en lo que le llevaba 11 puntos a su contendiente. Gore tuvo una clara ventaja en el terreno personal: para un 56 por ciento, fue el que propinó más golpes bajos, mientras Bush lo fue solamente para un 25. A pesar de que el debate de ayer se realizó en presencia de un selecto conjunto de indecisos, los dos candidatos dieron por momentos la impresión de hablar antes que nada para los que ya tienen preferencias partidistas firmes. Esta misma estrategia es la que explica que, en los estados que pueden decidir el resultado final de noviembre, las campañas de avisos por televisión se dirigen a los �viejos� demócratas o republicanos. En una elección en que el ausentismo electoral superará la barrera del 50 porciento, los candidatos prefieren asegurarse la concurrencia a votar de los militantes.
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