Por Roque Casciero
Salvando las distancias, la llegada de Sonic Youth a Buenos Aires puede producir lo mismo que, en su momento, sucedió con los Rolling Stones: después de ver a los guitarroristas originales, más de una bandita alternativo-ruidosa local deberá colgar la viola en el ropero y pensar en dedicarse al pop latino. El festival Primavera Alternativa, que clausurará el cuarteto neoyorquino, aparece como un auténtico maratón de grupos y solistas argentinos, entre quienes están Leo García, María Gabriela Epumer, Los Cafres, Sergio Pángaro, Santos Inocentes, Mimi Maura, Super Ratones, Jaime Sin Tierra y Karamelo Santo, que ocuparán tres escenarios. Además habrá DJ�s, exposiciones y exhibiciones de skate y otros deportes alternativos. Esta suerte de Lollapallooza a la argentina, que se realiza en el Club Hípico Argentino (Figueroa Alcorta 7285), también contará con las canciones de Sean Lennon, hijo del ex Beatle John Lennon y Yoko Ono.
Influyente como pocas bandas en el under estadounidense de los 80 �que explotó en los 90 con el éxito de Nirvana�, Sonic Youth lleva casi veinte años desafiando los límites de lo que se entiende por �rock de guitarras�. Ruido, afinaciones diferentes, maltrato al encordado con palillos de batería, destornilladores o los micrófonos de voces se convirtieron en la marca registrada de Sonic Youth, aunque hace rato que los álbumes del cuarteto conformado por Thurston Moore (guitarra y voz), Lee Ranaldo (guitarra y voz), Kim Gordon (bajo, guitarra y voz) y Steve Shelley (batería) surcan otras aguas. El disco más reciente, NYC Ghosts and flowers, los encuentra menos rockeros, con canciones abstractas que se parecen más a la poesía beatnik que a los catárticos gritos de los comienzos. En vivo, sin embargo, conservan la potencia noise de siempre.
Los Sonic Youth son herederos del legado de Velvet Underground y la No Wave, pero también fueron influidos por la cultura pop de su ciudad. Tal vez el mejor ejemplo de lo antedicho sea The whitey album, firmado como Ciccone Youth (junto al bajista Mike Watt, ex Minutemen) y con dos covers de Madonna. A comienzos de los 90, el cuarteto dejó la independencia discográfica tras una serie de álbumes de gran nivel, entre los que se destacan E.V.O.L. y Daydream nation. Su firma con el sello Geffen fue el aliciente que necesitaba Nirvana, que por entonces teloneaba a los neoyorquinos, para entrar a la misma compañía y grabar Nevermind. Cuando pasó la resaca del grunge, Moore, Ranaldo, Gordon y Shelley comenzaron a alejarse progresivamente de los formatos rockeros. Aunque los cuatro siempre trabajaron en material experimental al margen del grupo (como solistas o en bandas paralelas), a comienzos del �98 formaron su propio sello, Sonic Youth Records, en el que publican lo más raro de su producción. Es por el prestigio de contar con ellos que Geffen les permite estas infidelidades y los mantiene en su plantilla, a pesar de que no son grandes vendedores.
Sean Lennon, en tanto y a pesar de portar semejante apellido, también es un artista de culto, aunque su carrera recién comienza y todavía puede explotar. Hasta ahora, se ha desempeñado como bajista en Cibo Matto (la banda cool de su novia, la japonesa Yuka Honda), grabado junto a mamá Yoko en el disco Rising y facturado un buen debut solista, publicado en el sello de sus amigos Beastie Boys. Allí deja rienda suelta a las canciones de amor en las que se filtran la bossa nova (acaba de participar en el arte de Technicolor, un disco encontrado de Os Mutantes que se editó en estos días en Francia) y la obra de su padre (el rockero que esté libre de la influencia de John Lennon, que tire la primera piedra). Sean también ha sido activo promotor de los Tibetan Freedom Concert que organizan los Beastie, donde se cruzó a menudo con los Sonic Youth. Algo del ruido del cuarteto se le ha pegado: en sus shows en vivo, el benjamín de los Lennon suena más rockero y sucio. Más neoyorquino, bah.
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