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Danza para la cámara, un género con vida propia

Dentro del �Festival Buenos Aires Danza Contemporánea�, la sección �Cine y video� ofrece una interesante programación de coreografías exclusivamente pensadas para ser filmadas.

El ciclo de danza contemporánea presenta obras de Norman McLaren y Pascal Magnin.

Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes) Entre los avances más importantes producidos en las últimas décadas en el campo de la danza, no hay duda de que el de filmar el cuerpo en movimiento es uno de los más evidentes. Es lógico entonces que el Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, que se lleva a cabo por estos días en distintos ámbitos urbanos, le haga lugar, dentro de su programación, a una sección llamada, lacónicamente, �Cine y Video�. Con curaduría y coordinación de la especialista Silvina Szperling y a modo de relevo, por esta temporada, del ya tradicional Festival de Videodanza, los trabajos que se presentarán este año no se limitan al soporte magnético, sino que incluyen el formato fílmico. Las proyecciones, que comenzaron ayer y se extenderán hasta el próximo miércoles, tienen lugar en la Alianza Francesa y en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín.
Con apoyo de varias embajadas e instituciones europeas, así como del Instituto Goethe y el legendario National Film Board del Canadá, desde ayer pueden verse varias muestras de lo que viene dando en llamarse �danza para la cámara�. Y que consiste no ya en el simple registro documental de un espectáculo escénico previo, sino en una coreografía creada para ser filmada. Esto es, un proceso de fusión, desde el vamos, del cuerpo que baila y la cámara que lo registra, ya se trate de un pequeño modelo digital como una grande de cine. Resulta significativo que en la programación se incluya Pas de deux, célebre corto filmado por el canadiense Norman McLaren en los años 60, en tanto puede verse en él una de las primeras manifestaciones de esta voluntad de unir ambos movimientos, el del cuerpo y el del propio cine, en uno solo. 
Uno de los máximos referentes en el campo de la dance for the camera es el suizo Pascal Magnin. De él se presentará, el lunes próximo, a las 14.30 y a las 17 en la sala Lugones, un programa que incluye varios de sus trabajos más recientes. Por un lado podrá verse, por primera vez en proyección de 35 mm, su trilogía Grand écart, completada en 1997 e integrada por Pasos perdidos, Reinas por un día y Contragolpe. En todos los casos, se trata de lo que podría denominarse �ficciones bailadas�, tendencia que representa un importante avance en este terreno. En tanto la danza es aquí el trampolín para contar una historia. Y ésta tiene lugar, a su vez, dentro de un ambiente físico estrictamente �real�, se diría que propio de un documental. Como el castillo ginebrino en el que baila, en Pasos perdidos, la coreógrafa argentina Noemí Lapzeson. O la confrontación entre cinco �bichos urbanos� y los habitantes de un pueblito montañés que narra Reinas por un día. O el entorno de okupas que da ámbito, en Contragolpe, a la historia de la disolución de una pareja. 
Esta búsqueda de Magnin, de confrontar el artificio de la danza con un entorno absolutamente documental, parecería alcanzar una posible consumación en La habanera, que tendrá su estreno mundial el lunes en la sala Lugones. Filmada en marzo de este año en Buenos Aires, en La habanera una bailarina vestida de rojo fatal baila la famosa aria de Carmen entre adoquines, cafetines y carnicerías porteñas. Como para acentuar el choque cultural, la versión que en el video se oye del aria de Bizet es una que canta, en taiwanés, la estrella de ese origen Grace Chang, la misma a la que Tsai Ming-liang supo homenajear en su película The Hole. También el lunes, en la sala Lugones y en los horarios de las 19.30 y 22, brillará una selección de trabajos canadienses. Que arrancan, como corresponde, de aquel fundante Pas de deux en el que Norman McLaren supo descomponer cuerpo y movimiento. Y desembocan luego en dos provocativas realizaciones recientes. En Lodela, Philippe Bayalaucq trabaja el blanco y negro y todos sus matices, para confrontar un cuerpo de hombre y uno de mujer. Laura Taler, canadiense descendiente de rumanos, va por un lado bien distinto en su Trilogía de la aldea, lírica evocación de la vida cotidiana en un típico poblado centroeuropeo, de aquellos de preguerra. Y termina con unaudaz, casi infinito travelling en redondo, alrededor de una reunión familiar bailada. Cuerpo y travelling: buena fórmula, tal vez, para definir la �danza para la cámara�. 

 

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