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�DOS VIDAS CONTIGO�, DE BONNIE HUNT
Un alien del amor

El actor David Duchovny, que está concluyendo su historia en la famosa serie �X Files�, es el galán de Minnie Driver en un film que, pese al comienzo trágico, se propone como comedia romántica.

A fuerza de carisma,
Driver consigue los
mejores momentos del film.

El futuro ex �Expedientes X� intentará hacer carrera en cine.

Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes) Si no fuera por la fotografía del gran Laszlo Kovacs, que hace brillar la ventosa Chicago con un eterno sol de verano, y por la abundancia de sonrisas y el estado de felicidad en el que parece flotar el matrimonio integrado por David Duchovny y Joely Richardson, los acontecimientos que se precipitan a poco de comenzar Dos vidas contigo podrían hacer pensar al espectador distraído que se equivocó de sala (algo que en los shoppings es cosa de todos los días), y en lugar de meterse a ver una comedia romántica terminó donde daban el más lacrimógeno de los melodramas. Ocurre que uno de los principales personajes muere súbitamente en un accidente y otra yace en una cama de hospital, pálida como de muerte y con una sonda encajada en una comisura. Todo termina en una operación de trasplante, pero no, el espectador no se equivocó. Esto es Dos vidas contigo y es, sí, una comedia romántica.
De algún modo se las ingenia la película, durante el resto del metraje, para serlo o parecerlo. Laszlo Kovacs sigue resultando el más convencido sobre la clase de película que está fotografiando. Lo ayuda un grupo de viejitos que se juntan a jugar a las cartas y compiten para ver qué comunidad étnica aportó más y mejores cantantes a la cultura estadounidense (ganan los italianos, claro, para desazón de los representantes irlandés y polaco, y aprovechando la falta de afroamericanos en el grupo). Colabora también enormemente Minnie Driver, que tras salir del hospital recupera la sonrisa. Y como la tiene tan luminosa como la fotografía de Kovacs, ayuda a aquel espectador desorientado a recuperar la brújula. Si, después de los nubarrones iniciales, va quedando más clara la pertenencia de Dos vidas contigo al rubro �comedia�, lo de �romántica� parece estar más en la idea de los realizadores que en la verdad de los personajes.
Duchovny, el agente Mulder de X Files, es un ingeniero civil felicísimamente casado. Para no develar demasiado del guión, dígase que logra volver a enamorarse cuando parecía imposible. El problema es que la única convencida de esto parecería Driver, vista antes en Good Will hunting y Un marido ideal. A Minnie, que trabaja a la sazón de camarera en la insólita cantina italoirlandesa de su abuelo, le brillan los ojos al cruzarse por primera vez con Duchovny, cuando todavía ignora qué clase de extrañas �razones del corazón� unen a ambos sin saberlo. A Duchovny no le brillan los ojos, ni nada. Hasta el punto de que, si sigue así, no le va a quedar más remedio que volver en compañía de los aliens de Los Expedientes X, serie que está abandonando y cuya alienidad parecería ser el único marco posible para su escaso carisma. A pesar de él, y porque el guión y Driver así lo quieren, Dos vidas... será comedia romántica, o no será. 
Dos vidas contigo es una película rara. Su realizadora, la debutante Bonnie Hunt, que aparece también en un papel importante y coescribió el guión, en más de un momento parecería no saber bien adónde ir, cayendo en momentos letárgicos o recurriendo al viejo truco de los viejitos secundarios que salvan las papas o los temas románticos en la voz de DeanMartin o Sinatra, para darle a la cosa el adecuado toque de romance o de nostalgia. Y, sin embargo, la película no es del todo fallida ni forzada, por dos razones. Por un lado, Hunt de pronto se sacude el letargo con muy buenos chistes e ironías. Pero, sobre todo, logra darle a su película la soltura, decontracción y aire despreocupado que toda comedia pide, y que la maquinaria hollywoodense, con su maniático afán de hipercontrol eficientista, logra cada vez con menos frecuencia. Y si lo dejan a Sinatra cantar completa �At long last love�, mucho mejor. 

 


 

�YARA�, DEL TURCO YILMAZ ARSLAN
Nada nuevo bajo el sol

Por Luciano Monteagudo

Estrenada en la Mostra de Venecia �98 y pocos meses después exhibida en competencia en el Festival de Mar del Plata, donde la protagonista Yelda Reynud ganó el premio a la mejor actriz, Yara es el segundo largometraje del director turco Yilmaz Arslan, radicado desde su infancia en Alemania. Con sensibilidad y buenas intenciones pero sin demasiado vuelo, el film de Arslan sigue el proceso de alienación de Hülya, una joven turca criada en Alemania, que es obligada a regresar a la casa de sus familiares en Turquía, donde se siente prisionera no sólo de un paisaje que no reconoce como suyo sino también de una tradición �represiva, machista� que no está dispuesta a respetar. 
El enfrentamiento de culturas y las emigraciones cruzadas han aparecido más de una vez en el cine producido en Alemania �la directora argentina Jeanine Meerapfel hizo hace años en Berlín un excelente documental titulado La turca se va�, y Yara es un film demasiado modesto como para agregar una visión enriquecedora del tema. No ayuda tampoco el pasaje del universo mágico, que por momentos parece dominar las fantasías de Hülya, hacia un desenlance forzadamente trágico y no exento de una excesiva cuota de solemnidad.

 

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