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Cómo Brasil está preparando su 
patio trasero para la guerra total

La intensificación del conflicto colombiano a causa del Plan Colombia lleva a Brasil a fortalecerse en el probable campo de batalla de una guerra regional: la Amazonia.

Tropas colombianas durante
los operativos contra las bases guerrilleras en el sur colombiano.

Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

t.gif (862 bytes) Cientos de efectivos militares desembarcaron en las costas del río Negro, en el corazón de la Amazonia. Por algunos minutos Manaos quedó convertida en una zona de guerra surcada por helicópteros artillados y lanchas rápidas de las Fuerzas Armadas brasileñas. Todo este impresionante despliegue no fue más de una exhibición simulada para los participantes de la IV Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas que concluyó el jueves en la capital amazónica. Pero los juegos de guerra eran indicativos de una realidad inconfundible: la Amazonia está entrando a una fase avanzada de control militar y policial, focalizada en la frontera que Brasil comparte con Colombia.
En aquellos remotos 1644 kilómetros de selva, las fronteras siempre fueron movedizas. Pero el conflicto colombiano las ha convertido en el campo de batalla para una futura guerra regional. �Lo último que Brasil deseaba era una intervención externa en Colombia, porque eso agravaría la guerra�, explica el profesor Itaussú Almeida de Mello, especialista en geopolítica de la Universidad de San Pablo. Eso no impidió que el Plan Colombia recibiera 1319 millones de dólares desde Washington, que lo impulsará aunque no cuente con el consenso regional. Así lo dejó muy claro el subsecretario de Defensa norteamericano, James Bodner, durante la Conferencia de Manaos. Geraldo Quintao, el ministro de Defensa brasileño, salió inmediatamente al cruce afirmando que esa posición �no era lógica�. 
En efecto, el Plan Colombia significa una derrota para la apuesta de Brasil: la solución negociada, con el presidente Fernando Henrique Cardoso actuando en el mismo papel de mediador que desempeñó luego de la Guerra del Cóndor entre Perú y Ecuador. Para ganarse la imagen de interlocutor neutral, su gobierno mantuvo una cierta equidistancia hacia las partes. Dio un reconocimiento informal a la guerrilla colombiana al admitir a sus representantes en suelo brasileño y negó permiso a las Fuerzas Armadas para que sus aviones se abastezcan en la Amazonia brasileña. Pero Brasil parece haber perdido su apuesta y ahora se enfrenta a una guerra a tres lados entre el Estado colombiano, la guerrilla más poderosa del continente, y los paramilitares, con el narcotráfico y Estados Unidos ayudando a sus respectivos aliados. 
Itamaraty desarrolla su estrategia en dos niveles. Uno es el obvio escenario coyuntural del �derrame� a Brasil de refugiados, narcos y guerrilleros expulsados por la guerra. El otro es más estructural: una amenaza a su control a largo plazo de la Amazonia. En particular, Itamaraty teme obsesivamente que Estados Unidos planea establecer una soberanía compartida, en pos del medio ambiente, sobre esos 7,2 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales el 70 por ciento son brasileños. 
Pero en estos momentos la prioridad es la Operación Cobra, el refuerzo de la frontera contra derrames colombianos. Implementada bajo mando policial, el programa militar Calha Norte y el sistema de radares SIVAM pretenden mantener la situación en las fronteras bajo control y eliminar así cualquier pretexto para una intervención extranjera. Lo cierto es que la situación ya está internacionalizada de hecho. Por la Amazonia cruzan importantes rutas fluviales y aéreas provenientes de Colombia, Bolivia y Perú. Con Colombia como eje, la red de tráfico de armas, precursores químicos y droga pasa por Surinam y Belem hasta llegar a Estados Unidos y Europa. 
Por ahora, el éxito de la Operación Cobra se calcula en términos de su capacidad de detener el flujo de drogas. En los últimos 18 meses la Policía Federal decomisó 1,5 toneladas de cocaína y en marzo detuvo a un conocido traficante con 58 kilos en el puerto de Manaos. Pero estas operaciones espectaculares podrían ser irrelevantes frente al volumentotal del tráfico. En sólo ocho meses se detectaron 229 vuelos clandestinos y muy pocos fueron interceptados. El comandante de la Fuerza Aérea, Carlos Almeira Baptista, reclamó la aprobación de la ley que permite abatir aviones sospechosos. Sugirió que Washington presiona contra ese instrumento: en círculos militares hay fuertes sospechas de que aviones norteamericanos realizan regularmente vuelos de reconocimiento sobre la Amazonia.
La zona podría ser también el escenario de una guerra de última generación, la biológica. Brasil se opone al proyecto norteamericano de utilizar al hongo Fusarium contra los cultivos de coca. Más allá de los argumentos ecológicos, la crítica más contundente al proyecto es que el hongo puede ser neutralizado. El profesor Fernando Juliatti estima que es probable que los narcos consigan �una proteína producida a partir de un gen que ya ha neutralizado el Fusarium que ataca al trigo y maíz�. Es probable que se desarrolle rápidamente uno dirigido al Fusarium anticoca.

 

 

Apocalipsis en Colombia

Ayer los combates en Colombia no daban señales de disminuir. Todo lo contrario. En el noroeste, tropas del Ejército están paralizadas frente a una aldea tomada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Las bajas de ambos bandos en ese sector ya superaron ampliamente el centenar y Bogotá ha enviado a varias de sus mejores unidades para derrotar a la guerrilla. Como si todo esto fuera poco, el Ejército de Liberación Nacional (ELN, la segunda guerrilla del país) lanzó una ofensiva propia cerca de los combates. Pero ayer la situación más dramática se vivía en el departamento de Putumayo, en el sur del país. El �paro armado� declarado por las FARC impidió el transporte de alimentos, medicamentos y combustible, lo que ya produjo desabastecimiento a gran escala. Todo se complica aún más por los sangrientos combates a tres lados entre los paramilitares, la guerrilla y el Ejército. En los últimos días más de 4.000 campesinos cruzaron la frontera con Ecuador para escapar de lo que llaman �el infierno verde�.

 

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