Por Daniel Guiñazú
Sólo
Andrew Golota sabe lo que le pasó a Andrew Golota. Sólo algún texto de
Freud o de Lacan puede empezar a explicar qué cosas detonaron en la
cabeza del gigante polaco al momento de abandonar su pelea ante Mike Tyson
al comienzo del tercer round de la pelea celebrada en Auburn Hills,
Michigan, en la madrugada de ayer. Golota se bajó del ring herido (tenía
tres cortes, uno en la ceja izquierda, otro en el pómulo del mismo lado y
el restante en el entrecejo). Pero no eran graves sus cortes como para
impedirle seguir en combate ni estaba vencido sin remedio cuando decidió
su propia borratina. Quizá le haya temido al papelón de un nocaut que se
suponía cercano. Tal vez le costaba demasiado soportar los mazazos de
Tyson y haya creído inútil seguir oponiendo una resistencia sin futuro.
Lo cierto es que Golota se fue sin grandeza. Y Tyson terminó envuelto en
otro escándalo, esta vez no por su culpa, luego de seis minutos de acción
que dejaron a todos en todo el mundo con ganas de más, de muchísimo más.
Cuesta entender la huida del polaco porque en los dos rounds que duró el
pleito Tyson fue menos Tyson que otras veces. No tuvo la fiereza desborada
que mostró ante Julius Francis en Manchester y frente a Lou Savarese en
Glasgow. No fue por Golota con la salvaje agresividad que es su marca
registrada. Estuvo controlado, lento en la concepción y en la ejecución
de sus maniobras de ataque, poco explosivo, pero lo suficientemente fuerte
como para hacerle sentir su rigor a Golota en cada cruce. Lo sentó en la
lona con una derecha voleada imponente en el primer asalto y después, en
el segundo, lo movió con un par de impactos cortos, pero nunca lo conmovió.
Le costaba a Tyson achicar distancias a base de cintura y piernas. Cada
vez que lo intentaba, Golota hacía valer sus 13 centímetros más de
estatura (1,93 m contra 1,80 m de Tyson) y lo recibía con profundos
ganchos al cuerpo y a la cabeza. Y en esa imposibilidad de Tyson para
desbordarlo y pasarle por encima estaban las principales chances de
supervivencia del mastodonte europeo.
Sin embargo, imprevisible, Golota se fue. En el intervalo entre el segundo
y el tercer round, discutió duro con su segundo Al Certo, salió
disparado de su rincón, empujó al árbitro Frank Garza que quería saber
de qué se trataba la cosa, se negó a que le pusieran el protector bucal
y decidió salir de pelea ante la estupefacción del mundo con Tyson en la
primera fila, como víctima inocente de su propia victoria. Del ring huyó
antes de que lo proclamaran perdedor por quinta vez en 41 peleas y camino
a su vestuario, la gente, sintiéndose estafada, le tiró a Golota cuanto
tenía a mano. Después, el polaco balbuceó explicaciones y excusas,
ninguna de ellas convincente. �No he tenido una buena noche, no era mi
noche�, dijo manso y entregado, el mismo Golota que, en otras noches de
furia, violó reglamentos y hundió genitales con la fuerza desatada de
sus golpes bajos y cabezazos de mala entraña.
Haya existido miedo o resignación ante lo que pintaba como una derrota
inevitable (Tyson iba a quebrarlo no más allá de los próximos tres o
cuatro rounds), lo cierto es que Golota hipotecó su campaña y su
credibilidad. Nadie más lo llamará para nada importante en su futuro por
temor a que se le vuelvan a cruzar los cables en cualquier pelea.
¿Y cómo quedó Tyson después de la vergüenza en la que quedó
envuelto, esta vez por culpa ajena? Sumó su 43ª victoria antes del límite
en 52 peleas, pero lo breve del trámite y lo abrupto del final encerraron
entre paréntesis cualquier juicio sobre su actuación y cualquier
proyección sobre su futuro. Quedó dicho: Tyson no fue el de otras
noches. Pero ratificó, por si hacía falta, que su potencia está intacta
y que esa potencia, mayor a la de cualquier otro boxeador sobre la Tierra,
le seguirá permitiendo soñar con grandes triunfos, aunque los episodios
de una vida descontrolada hayan dejado huellas indelebles en su cuerpo y
en su mente.
Curiosamente, no se habla ahora de una pelea inminente y multimillonaria
con Lennox Lewis para el primer trimestre del 2001. El manager de
Tyson,Shelly Finkel, quiere antes, que el Hombre de Acero enfrente en
China a Evander Holyfield, el campeón de la AMB. Y Tyson no quiere
porque, como le dijo en la semana al diario USA Today, �Evander está
viejo. No me interesa la revancha porque no soy de los boxeadores que
quieren igualar marcadores� y porque a Holyfield lo maneja Don King, su
ex manager, a quien acusa de haberle birlado 100 millones de dólares de
sus bolsas. Lewis o nada, parece ser entonces la apuesta de Tyson de cara
a su futuro. Eso, si continúa boxeando. En la última conferencia de
prensa previa a la pelea, Tyson dijo que pasara lo pasase, ante Golota iba
a hacer su último combate. Nadie le creyó. Pero con Tyson hay que estar
preparado para cualquier cosa.
A Laila le bancaron 6 rounds
Por primera vez una rival le aguantó toda la pelea a la Tigresa Laila Alí. La boxeadora de la categoría supermediana ganó en la noche del viernes en Auburn Hills, cerca de Detroit, su octava pelea profesional consecutiva. La hija de ex campeón mundial Mohammed Alí derrotó por puntos a su compatriota Kendra Lenhar, la única rival que enfrentó a Alí que, hasta ahora, oyó el gong final de la pelea, y aguantó los seis rounds del combate. El duelo femenino, ante 16.000 espectadores, fue uno de los combates preliminares del fiasco Tyson-Golota. |
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