Aunque el gobierno y toda la superestructura político-económica de los Estados Unidos todavía debate si continuar o no el bloqueo económico contra Cuba, la cultura de la isla ya ha traspasado cualquier tipo de barreras y hoy está de moda en todo el mundo. Buenos Aires, por supuesto, no permanece ajena a esta fiebre del cubanismo: ya pasaron por la ciudad varios miembros del Buena Vista Social Club (primero Pío Leyva y Barbarito Torres; Compay Segundo esta semana), están por venir otros (Ibrahím Ferrer, Rubén González y Omara Portuondo) y también llegarán Los Van Van, algo así como los Rolling Stones de la salsa. En este particular contexto cultural es que visita el país una representación del cabaret cubano Tropicana, nacido en los años 30 y alguna vez calificado como �el night club más atractivo y suntuoso del mundo�.
En principio, estar en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza no es lo mismo que sentarse en el cabaret de La Habana, rodeado de oropel y de un paisaje tropical imponente. Sin el marco adecuado, la experiencia seguramente pierde bastante de su colorido y atractivo. Se mantienen, eso sí, el brillo de los trajes de las sensuales bailarinas mulatas. Y la banda encabezada por Santiago Alfonso Fernández (director general de Tropicana) suena con precisión, aunque por momentos parezca excesiva y barroca en los arreglos. Pero el problema mayor del show no es de locación, sino de propuesta: es un paseo por la música y el baile cubano, pero en versión excesivamente for export. Salvando las distancias, Tropicana se parece a esos espectáculos de tango para turistas japoneses que se montan en San Telmo y Barracas. Si un milonguero se sonroja e irrita cuando ve a bailarines con funyi hacer coreografías que tienen más que ver con el ballet y el circo, es fácil imaginar que algo similar debe ocurrirle a un cubano que presencia este espectáculo.
De todos modos, el espectáculo es bastante divertido y atractivo, porque la música es pegadiza y, fundamentalmente, porque las bailarinas (a las que ya se empieza a conocer como �los bombones de chocolate�) son tan simpáticas como bellas. Obviamente, se trata de lo mejor de la noche. Hacia el final del show, cuando salen a danzar con el público en medio de la platea, más de un asistente varón se habrá enamorado en cuestión de segundos. La banda (piano, batería, percusión, bajo y cinco bronces) permanece en el fondo de la escena, de riguroso negro, contrastando con el colorido de los volados de bailarines y bailarinas. Mucho amarillo y verde furiosos, demasiadas plumas en la cabeza y pocas coreografías realmente buenas. Durante poco menos de una hora, el cuerpo de baile (once chicas y cinco señores) se alterna sobre el escenario con seis cantantes. Uno de ellos, de notable parecido con el actor Cuba Gooding Jr. (el de la famosa frase �show me the money� en Jerry McGuire), es quien recibe los aplausos más generosos, tanto por su buena voz como por su carisma. En cambio, la interpretación de �Bésame mucho�, a cargo de una de las vocalistas roza el papelón: por intentar algo diferente, nunca se ciñe a la melodía y termina cantando algo que se parece muy lejanamente al tradicional bolero.
Por esas casualidades que a veces ocurren, a pocas cuadras del Paseo La Plaza tocaba Compay Segundo, un prócer. Seguramente allí no hubo tanta fastuosidad en el vestuario ni tantas mulatas preciosas (al menos, no sobre el escenario), pero sí más sabor a Cuba. Que es sabor a son, a ron y a puros. Tropicana, en cambio, sabe a Las Vegas y su brillo engañoso.

GEORGE CLOONEY DICE QUE NO LO HIZO
Oler es un placer, genial

¿Cómo pasó George Clooney de ser uno de los solteros más codiciado de los Estados Unidos a celebridad con la que una chica no debería salir si no quiere pasar vergüenza? Aparentemente por una confusión generada por la revista Elle, con la que el ex Dr. Ross de la serie �ER� está realmente furioso. Parece que el malentendido surgió a raíz de un artículo en el que una redactora de la revista, Deanna Kizis, reveló que una vez salió con �un astro de la película La delgada línea roja�, quien, afirmó la mujer, le olió la axila. �Respiró profundo y me dijo �hueles taaan bien��, recordó Kizis. Aunque los créditos de la película citada incluyen a numerosos hombres que podrían ser el aludido, la nota está ilustrada por una foto de Clooney. El actor reaccionó enviando una furiosa carta a la revista en la que niega ser el �oledor de sobacos� y asegura que jamás salió con Kizis, por lo cual insistió en que la propia autora de la nota confirmara este dato. La proximidad del artículo a su fotografía es tan evidente que hasta sus padres lo llamaron, explicó Clooney. No obstante, el actor optó por no emprender acciones legales. Por su parte, la editora jefa de Elle, Roberta Myers, emitió una declaración en la que se disculpa por el �malentendido� y agrega: �Nosotras en Elle, junto con millones de mujeres en todo el mundo, consideramos a Clooney uno de los hombres más atractivos de Hollywood�. Y asunto ¿concluido?

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