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CONTRATAPA

Gracias, Alfredo

De �Gracias, Vieja�, la apasionante autobiografía de Alfredo Di Stéfano lanzada recientemente por Aguilar, esta selección conceptual que pinta el sentimiento futbolero de uno de los cuatro grandes, junto a Maradona, Pelé y Cruyff, de todos los tiempos.
t.gif (862 bytes)  “Un día que me llamaron para jugar con la tercera de River, Carlos Peucelle me llamó. Yo acudí medio asustado. Me hace esperarlo sentado y al rato viene con una pelota en la mano y me pregunta:
–¿Qué es esto?
–Una pelota, don Carlos –le contesto muerto de miedo.
–¿Creés que es el sol, que la devolvés como si te quemara?
–No, don Carlos...
–En el fútbol hay que hacer pausas y vos la soltás muy rápido...
–Don Carlos, a mí me dijeron que en River siempre hay que jugar de primera...
–Sí, pero con un poco más de aguante, de pausa, de tiempo...
Nunca se me olvidó el consejo.

***

“En la exteriorización del gol se podía hacer empate, pero no se podía hacer el espectáculo que dan ahora. Salen corriendo como locos, se suben al alambrado, bajan... Antiguamente se era bastante más correcto con el adversario. Tirabas un penal y lo hacías, y le decías al final al arquero: “Discúlpeme”, porque era obligación lo de meter gol. Era otro criterio. Ahora empieza a estar tan caro el gol que llega un momento que dicen: “Ha tirado un penal magistral”. Es para llorar. La cuestión era embocar como fuera el penal. Pegarle un sartenazo y que entrara. Y después se le decía al arquero eso de “discúlpeme”. Pero ahora...

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“Lo más importante en el fútbol es el compañerismo, los relevos que das al que te necesita. El jugador de fútbol tiene que darse cuenta de que no necesita tanto del técnico. El técnico está para ordenar, marcar y dar una tónica de lo que se puede hacer, pero tampoco se puede hacer lo que diga él, porque el técnico se tiene que adaptar a los elementos de que dispone. No puede hacer una táctica determinada cuando los jugadores no la pueden hacer porque no tienen ese estado físico que quiere él. Hay jugadores a los que no les gusta el roce, hay jugadores que no entran a nadie y que no tapan, no cubren al adversario. Sin embargo, hay otros generosos que van tapando, cubriendo. Por lo menos te van echando al adversario al lado que quieras tú.
El jugador de fútbol, cuando entra a la cancha, va con una planificación más o menos hecha, y después en el campo, si el contrario te da vuelta la maniobra, tienes que ir tú y tratar de imponerte a lo que están haciendo ellos. Y no estar preguntando al banco: “¿Qué hacemos?”. Cuenta la capacidad de los jugadores.
Después, la cuestión más importante es tener una moral alta, en el sentido de que no seas un tipo sumiso que tengas miedo de hacer las cosas por si te pueden salir mal. El fútbol tiene que ser agresivo. Requiere tener un conocimiento de qué es lo que se trae entre manos el adversario. Muchas veces pasa que hay jugadores que no responden porque, aunque tienen una gran cualidad, les falta otra, la del trabajo. Cuando toca defender, hay que defender, en el sentido de que hay que prepararse. Se defiende preparando el contraataque para liquidar al adversario. No vas a estar defendiendo y defendiendo y pelotazo para arriba. Siempre te viene otra vez la pelota, porque eso es un frontón...

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“El asunto es entenderse con los compañeros, porque el fútbol no se juega individualmente, se juega en colectivo. La colectividad hay que hacerla a base de entendimientos personales entre los jugadores, elhablar, el conversar, el charlar, el estar, no es sólo cuestión de ir a entrenar todos los días, es cuestión de convivir. Y ahí sale el entendimiento cerebral de los individuos, se sabe cómo respira el compañero, se sabe cómo funciona, sabes los movimientos, cómo se apoya, dónde mira...

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“Ahora hacen un gol a los quince minutos de juego y salen, ¡zum! Primero hacen el sprint más grande del partido, después se amontonan todos, que un día van a lastimar alguno con alguna lesión grande. Se amontonan un amasijo de jugadores a los quince y después, ¿qué pasa? Que los últimos setenta y cinco minutos, si el contrario te mete dos, ¿qué vas a hacer con el gol? Te quedas en el molde... Hay que tener cuidado. Tanto festejo: el jugador se tiene que dar cuenta de que en los partidos, hasta que el árbitro no pite el final, no tenés el triunfo asegurado. Algunos salen corriendo en esos estadios grandes y saltan una valla, saltan otra valla. ¡Qué ágiles están! Luego les ponés una valla en el entrenamiento y la quieren quemar. (p. 150)

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“Sin quererlo, de un modo inocente, inventamos tácticamente una forma de jugar. El dominio del balón lo teníamos siempre nosotros porque teníamos superioridad en el centro del campo y teniendo nosotros el balón, casi siempre era más fácil que hiciéramos gol y no lo hiciera el contrario. Pegaba yo un grito y bajaba todo el mundo. Demostramos aquel día y en los siguientes años que había que adaptarse a los partidos, no a las tácticas de los entrenadores.

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“El fútbol es una cuestión de artimañas. A mí me da risa cuando un delantero hace un gol y se dice “ante la pasividad de la defensa”. ¿Qué pasividad? La defensa no tiene pasividad, lo que ocurre es que se encuentra superada por la virtud del atacante. La pasividad no entra en el fútbol.

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“Por lo general, en un 80 o 90 por ciento de partidos, triunfa el equipo más poderoso y que tiene jugadores de más calidad. A veces defendiendo, con cerrojos, también se gana, pero es arrastrarte como una serpiente. El fútbol es bonito cuando se defiende y se ataca. Cuando hay soltura, cuando hay combinaciones. El fútbol no puede ser una cuestión de pelotazo para arriba. La pelota tiene que estar en el suelo. Es como la historia de aquel técnico que estaba harto de que sus jugadores se pasaran el partido dando patadones para arriba y que el balón nunca estuviera en el suelo. Paró el entrenamiento y agarró la pelota y dijo:
–¿Usted sabe lo que es esto?
Y el jugador le contesta:
–Sí, una pelota.
–Muy bien, perfecto. ¿Y la pelota de qué está hecha?
–De cuero.
–Muy bien. ¿Y el cuero de dónde sale?
–De la vaca.
–Perfecto, muy bien. ¿Y la vaca qué come?
–La vaca come pasto.
–Perfecto. Bueno, ahí es donde quiero la pelota. En el pasto.

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“Antiguamente no había cambios. Y era mejor. Estaba más aliviado el técnico y responsabilizados los jugadores. El que jugaba mal al siguiente domingo no jugaba. Además, el jugador tenía que estar preparado físicamente, sabía que tenía que rendir los 90 minutos, no 60 o 70 como ahora. Jugar antes 500 partidos significaba jugarlos enteros.

 

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