Por
Pablo Rodríguez
Mañana se va a cumplir una semana desde que el premier israelí
Ehud Barak y el líder palestino Yasser Arafat acordaran en el balneario
egipcio de Sharm el Sheij poner fin a tres semanas de violencia. Pero
los muertos de cada día siguen creciendo a ritmo sostenido (ver
nota aparte). Y Barak y Arafat se dicen de todo. El premier israelí
confirmó oficialmente la suspensión del proceso de paz.
Respuesta de Arafat: Que Barak se vaya al infierno. Ayer terminó
la cumbre de países árabes en El Cairo y, aunque la declaración
final del encuentro fue tomada con alivio en el gobierno israelí,
los árabes crearon un fondo especial para apoyar lo que llaman
la nueva intifada palestina. Arabia Saudita, aliado tradicional
de Estados Unidos en Medio Oriente, aportará 250 millones de dólares
a la causa, y Bahrein ya anunció que entregará unos modestos
3 millones. La delegación palestina está decepcionada porque
pretendía que todos los países árabes cortaran sus
lazos con Israel. Y fuerzas radicales como Jihad Islámica declararon
que el fondo es un soborno para que el pueblo palestino se calle.
El total de la ayuda económica árabe para los palestinos
es de mil millones de dólares. Unos 800 millones, reunidos en el
fondo de Al Aqsa, estarán destinados a preservar
la identidad árabe e islámica de Jerusalén,
y los otros 200 millones que serán parte del fondo de la
intifada de Jerusalén servirán a las familias
y a la educación de los hijos de los mártires palestinos.
Ninguno de los dos ítem son tan claros como para inferir un apoyo
económico concreto para que los palestinos compren armas. Quizás
por ello Israel no se haya manifestado por este asunto.
El otro frente cubierto por la cumbre árabe es el diplomático.
Y todo apunta a la ONU, ya que los palestinos lograron que allí
se aprobara una condena al uso excesivo de la fuerza por parte
de Israel en la represión de manifestaciones. En primer lugar,
la cumbre de El Cairo reclamó una investigación internacional
para establecer las causas de las muertes de los palestinos en estas tres
semanas, lo que en los hechos significa rechazar la investigación
propuesta por Estados Unidos en Sharm el Sheij. Los países árabes
también pidieron al secretario general de la ONU, Kofi Annan, que
una fuerza internacional de paz proteja a los palestinos. Y, por último,
exigieron que algunos israelíes sean juzgados como criminales de
guerra, al igual que en el caso de Ruanda o Yugoslavia. El
canciller egipcio Amr Mussa, cuyo país es el más moderado
respecto de Israel en toda la región, dijo ayer que hablamos
en serio. Todos los árabes, de izquierda, de derecha o de centro,
estamos ofuscados. No podemos aceptar la política que lleva adelante
Israel.
Pero Israel, por el momento, respira aliviado. Esto es lo que declaró
el portavoz de Barak, Nachman Shai. Es que se temía que los países
árabes rompieran relaciones con Israel, y sólo decidieron
congelarlas. Tres países árabes mantienen relaciones diplomáticas
plenas con Israel: Egipto, Jordania y Mauritania. Egipto y Jordania fueron
los dos países árabes que firmaron la paz por separado con
Israel, en 1978 y 1994. Si estos dos países hubieran tomado una
decisión más drástica, hubiera sido una señal
de que la radicalización del mundo árabe en contra de Israel
hubiera pasado de castaño a oscuro. Por todo esto, el gobierno
israelí criticó el lenguaje de la amenaza de
los países árabes y su distorsión de la realidad,
pero el propio Barak celebró los esfuerzos considerables
del presidente egipcio Hosni Mubarak para mantener un enfoque equilibrado.
El lado israelí también parece cada vez más radicalizado.
El anuncio de Barak sobre la pausa en el proceso de paz tiene un
significado central: abrirle la puerta a Sharon para que integre un gobierno
de emergencia nacional, dijo Simon Shiffer en el diario israelí
Yediot Aharonot. Ariel Sharon es el líder del partido derechista
Likud y el responsable del estallido de la violencia. La reflexión
de Shiffer parece clara: Sharon está en contra de la creación
de un Estado palestino y que sólo cedería enun acuerdo
provisorio, pero a largo plazo, que mantenga los puntos estratégicos
en manos de Israel. O sea, que rechaza el proceso de paz actual.
Lo cual es lógico, porque Medio Oriente más bien parece
en proceso de guerra.
TRES
PALESTINOS MUERTOS, UNO DE ELLOS DE 14 AÑOS
Los misiles llegan
a Jerusalén
Según la
televisión oficial israelí, el asentamiento judío
de Gilo, al límite sur de Jerusalén, fue ametrallado con
armas automáticas disparadas desde territorios palestinos en Belén
y Beit Jalá. No hubo heridos, pero la respuesta fue contundente:
primero bombardeo de tanques israelíes, y después misiles
desde helicópteros de combate. Allí no hubo muertos, pero
sí en los enfrentamientos en Hebrón, en Ramalá (ambas
ciudades en Cisjordania) y en la franja de Gaza. Fueron tres, todos palestinos;
uno de ellos, un niño de 14 años.
El gobierno israelí anunció ayer la creación de una
comisión investigadora encargada especialmente de examinar la conducta
de las fuerzas de su país en la represión de los choques
de árabes israelíes a comienzos de este mes. Los enfrentamientos
de entonces dejaron 13 muertos: 12 árabes israelíes por
balas y un judío israelí por una piedra lanzada por los
árabes israelíes. Cientos de palestinos manifestaron ayer
frente al Parlamento palestino, en la ciudad de Gaza, para pedir que continúe
la resistencia contra el Ejército israelí.
Pero los hechos más impactantes se produjeron en Gilo, donde el
martes pasado ya hubo dos heridos por un incidente similar. Rápidamente,
los tanques israelíes que estaban cerca del lugar comenzaron a
disparar contra la zona de donde, supuestamente, salían los tiros
hacia el asentamiento judío, ubicado ilegalmente en territorio
que al día de hoy, según los acuerdos firmados en su momento
por Israel y la Autoridad Palestina, debería formar parte de un
Estado palestino.
Pero los disparos palestinos continuaban. Entonces llegaron helicópteros
de combate israelíes y, como hicieron hace dos semanas sobre una
comisaría palestina y sobre las mismas oficinas de Yasser Arafat,
lanzaron varios misiles, fundamentalmente sobre una fábrica cercana
al campamento de refugiados palestinos de Eidah. Los ataques no dejaron
muertos, pero provocaron la interrupción de la energía eléctrica
en la localidad de Beit Jalá.
La operación
Reconquista
El ejército israelí tiene un plan secreto para volver
a ocupar amplios sectores del territorio que controlan los palestinos
si fracasa el proceso de paz en Medio Oriente. Al menos, así
lo afirma el semanario norteamericano Newsweek de hoy. Israel no
intenta ocupar ese territorio permanentemente, pero lo usaría
como un moneda de cambio en futuras negociaciones. El
plan de la reconquista israelí de los territorios
cedidos aunque tardíamente según los acuerdos
de Oslo de 1993 recibe el nombre de Campos de Espinas.
Buena parte de la opinión pública israelí,
que piensa que ya se concedió demasiado, estaría de
acuerdo con esta política que llevaría a volverlo
a conceder. Pero a mejor precio.
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