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SEAN LENNON Y SONIC YOUTH EN EL FESTIVAL PRIMAVERA ALTERNATIVA, EN PALERMO
La lluvia se transformó en un vendaval

Un momento de la actuación de Sean Lennon, que terminó mientras se descargaba una lluvia.
El hijo del mítico John dejó claro las diferencias entre uno y otro. La banda neyorkina demolió al público con un show exuberante. Antes, dos de sus integrantes, Lee Ranaldo y Thurston Moore contaron a Página/12 porqué admiran a la generación beatnik.

Por Mariana Enriquez

t.gif (862 bytes)  La lluvia, que terminó convirtiendo al Club Hípico en un barrial y que empapó a muchas de las 5000 personas que el sábado participaron del Festival Primavera Alternativa, empezó justo cuando salió al escenario principal Sean Lennon, veinte minutos antes de la medianoche del domingo. El hijo del mítico John empezó su set con una balada rock que sería ejemplo de lo que siguió: mas allá de la voz nasal, parecida a la de su padre, no hay nada en Sean que recuerde al Beatle, y eso es indudablemente bueno para él, porque las comparaciones no son posibles. Es cierto, la tecladista de su banda, y su pareja, se llama Yuka Honda, es de origen japonés, y es líder de su propia banda, Cibo Matto, un combo bastante extraño. Pero eso no es más que un detalle anecdótico. Lennon y el mítico grupo neyorkino Sonic Youth encabezaba en cartel de un atípico festival, que tenía en paralelo una nutrida propuesta de números argentinos.
El set de Sean Lennon fue delicado, algo monótono. Su estilo se nutre de la tradición del rock alternativo en la línea de Pixies, Smashing Pumpkins y, más recientemente, Radiohead. Melodías, estrofas suaves y estribillos fuertes, casi rockeros, para volver a una apacible melodía con algún toque psicodélico. Sin demasiadas variaciones, con un registro vocal notable y una banda correcta, Sean no es la esperanza del pop, sino sólo un artista joven buscando su voz, y no hace concesiones. No sólo no tocó muchos temas de su único disco editado, “Into The Sun”, prefiriendo temas nuevos, sino que jamás se le ocurriría (se nota) tocar un tema de su padre. Cuando su show terminó, casi a la una de la mañana (fue notable el retraso en los horarios de los shows), el público quedó conforme y apaciguado. No fue un show que cambiará la vida de nadie, pero fue un show digno.
El plato fuerte llegó a la una de la mañana, cuando Sonic Youth confirmó su mito. La lluvia de la mediacnohe parecía haberse transformado en el vendaval de una madrugada. Sonic Youth es, sin duda, una banda pionera del rock contemporáneo, que influyó a docenas y que tiene un sonido inconfundible y un riesgo escénico único. Notablemente democráticos, los Sonic Youth reparten el protagonismo en sus canciones: algunas las canta Lee Ranaldo, otras Kim Gordon, otras Thurston Moore. No hay un líder. La lista de temas se basó en temas viejos: incluso tocó “Burning Spear”, el primer tema de su primer EP, una pesadilla sónica que, en escena, incluyó a Lee Ranaldo dándole latigazos al escenario con el plug de la guitarra enchufado, y Thurston Moore maltratando a su guitarra tocándola con palillos, provocando una bola de sonido paradójicamente melodiosa. Cuando fue el momento de “She’s not alone”, Thurston Moore dijo “ésta es una de las primeras canciones que escribimos, en 1981. Es fantástico estar tocándola en el 2000 en Argentina. Es maravilloso estar aquí”. En uno de los momentos más calientes de un show que visitó igualmente estallidos punks con momentos noise hipnóticos, Kim Gordon cantó “Bull in the Heather”, lo más parecido a un hit que pueda tener Sonic Youth, en el pequeño escenario cerca de la gente, saltando y arrojándose al piso como una adolescente, como si hubiera estado en un pequeño escenario de su nativa Nueva York 20 años atrás.
Es notable como Sonic Youth, como casi ninguna otra banda, se nutre de sonidos urbanos, de modo que su música resulta inseparable de la opresión, el vértigo y la calma de pesadilla de las grandes urbes. Como para confirmar esta impresión, una pantalla detrás del escenario, mostraba un video que era sólo una cámara registrando una esquina de ciudad, quieta.
Sonic Youth tocó hasta casi las dos de la mañana, cerrando el intenso set con “100 %” del álbum Dirty y “Brother James”, de Daydream Nation. Es ciertamente una rareza que una banda tan importante y poco escuchada como Sonic Youth haya tocado en Buenos Aires. No se trata de una banda cuyas canciones se pasen por la radio, ni que remotamente se acerquen a los charts, pero probablemente Nirvana no hubiera sido posible sin estos pioneros neoyorquinos. Aunque la mayoría de sus integrantes ya pasaron los 40 años, cuando se los ve desde abajo del escenario, parecen tan jóvenes yentusiasmados como los adolescentes que saltaban con sus canciones extrañas, delicadas y sorprendentes.


UNA CARTELERA NACIONAL PRELUDIO A LOS VISITANTES
Charly dio la sorpresa de siempre

Charly García engalanó el show de María Gabriela Epumer. Los shows nacionales en el Festival Primavera Alternativa comenzaron a las 15 repartidos en dos escenarios: el A, que era en realidad la parte de adelante del principal, y el B, más pequeño. Tocaron bandas de lo más eclécticas, desde el hip hop de Sindicato Argentino del Hip Hop, hasta el lounge de Sergio Pángaro, pasando por los ritmos latinos de Mimi Maura y el reggae de los Cafres. Como el escenario A sufrió problemas técnicos temprano, la mayoría de las bandas debieron trasladarse al B, haciendo shows de 15 minutos con un sonido mediocre. El sonido no fue, en ninguna instancia del festival, bueno. Pero mejoró para los shows nacionales que se presentaron en el principal a partir de las 22.30, con un notable retraso en relación con lo pautado originalmente. El marco era una verdadera mezcla de tribus, en que convivían ecologistas, vegetarianos, modernos de todas las modernidades, hare krishnas, skaters (ver foto aquí al lado), editores de discos, libros y revistas independientes, etcétera.
El primero en pisar el escenario principal fue Leo García. Lo de García es un caso curioso. Su set se compone de temas acústicos con letras ingeniosas y extrañas. En la segunda mitad, García abandona su guitarra y se pone de pie para cantar sus canciones pop acompañado de bases electrónicas. Lo primero que viene a la imaginación cuando se lo ve bailar es Morrissey, similitud que se ve confirmada cuando García entona un tema que se trata, precisamente, de Morrissey. El show de Leo García no puede calificarse en términos de bueno o malo: es curioso, y es ciertamente original para la escena argentina. No descubre nada, pero su actitud sorprende. El aspecto escénico del solista podría haber llevado a un distraído a confundirlo con Sean Lennon. Pero no.
Un breakdancer, volando.A las 22.45 subió al escenario María Gabriela Epumer, y no fue una de sus mejores noches. En primer lugar, su set debió acortarse por cuestiones de horario: ya era tardísimo. Y en segundo, ni la banda ni la guitarrista estaban particularmente inspirados. De modo que el set terminó siendo bastante frío, con vacíos, y en general poco entusiasmo. No pudo levantarlo la presencia de Francisco Bochatón, invitado en “Quiero estar entre tus cosas” para cantar a dúo con María Gabriela, pero si el set se salvó fue gracias a la sorpresiva (como siempre) presencia de Charly García. Cuando el telón ya se había cerrado, pudo escucharse que la banda comenzaba a tocar una canción. Se abrieron las cortinas y una ovación recibió a García, de pantalones negros y camiseta blanca, que diciendo “María Gabriela es lo más”, cantó “No te animás a despegar (vía muerta)”, de Piano Bar, en una actuación contenida y particularmente intensa. Ayer, Charly festejó a su modo, tocando, con sus propios invitados, los 49 abriles, que cumple hoy.


�Nos encanta la beat genaration�

Por Roque Casciero
Lee Ranaldo, durante el  festejado debut porteño de Sonic Youth. Si quienes asistieron al primer concierto de Sonic Youth en Buenos Aires se cruzaran por la calle con los guitarristas y cantantes Thurston Moore y Lee Ranaldo, difícilmente reconocerían en su andar relajado y despreocupado a los dos tipos que, arriba del escenario, castigan sus instrumentos con fiereza. De excelente humor, los guitarristas que cargaron de ruido el rock de las últimas décadas sorprenden al negarse a responder cualquier pregunta hasta ser informados de “la dirección de algún negocio de venta de discos de vinilo usados”. Coleccionistas obsesivos, insisten una y otra vez sobre el tema. Durante el concierto, incluso, Moore invita en broma al público a unirse al día siguiente a su búsqueda porteña de vinilos. Un tipo así debe haberse sentido fascinado por la película Alta fidelidad. Pero no. “No me pareció lo suficientemente extrema”, dice el alto y rubio guitarrista. No podía ser de otro modo.
Pero si algo ha caracterizado a Moore y Ranaldo no ha sido el coleccionismo, sino la música de Sonic Youth. Durante casi dos décadas, junto a Kim Gordon (bajo, guitarra y voz) y Steve Shelley (baterista, entró en 1986), la dupla ha desafiado una y otra vez los límites de lo que puede ser entendido como rock de guitarras. Incorporó afinaciones alternativas, ruidos en estado puro, disonancias y alteraciones en el encordado mediante palillos de batería o destornilladores, por ejemplo. En el camino, el cuarteto neoyorquino fue clave para que el under norteamericano de los 80 explotara a comienzos de los 90: sin la juventud sónica, difícilmente habría existido Nirvana, y buena parte de los sonidos que redefinieron el mundo del rock contemporáneo.
–Sonic Youth ha expandido las posibilidades de la guitarra eléctrica. ¿Hasta dónde se puede estirar el límite de ese instrumento?
Thurston Moore: Realmente no es nuestro propósito llevar la guitarra a ningún extremo, sólo nos interesa usarla para hacer música de manera no convencional. No nos molesta tocar la guitarra de modo convencional porque, básicamente, es una herramienta sonora para hacer música. Hay muchas cosas para hacer con la guitarra que nosotros no hemos intentado. Por ejemplo, sería interesante usar diferentes clases de cuerdas, como cuerdas de piano, o distintas formas de pulsar el encordado. Pero no tengo tanto interés en experimentar demasiado con la guitarra como por la composición de canciones. En primer lugar, nos interesa componer; después viene el modo en que lo hacemos.
Lee Ranaldo: La guitarra es una herramienta, como un martillo. ¿Cuánto podés extender los límites de un martillo? Podés hacer una caja, una casa o una nave espacial... La guitarra es, simplemente, lo que elegimos usar.
–Ustedes también trabajan con la guitarra en improvisación, que es un campo diferente al de la banda.
TM: Sonic Youth siempre usó la improvisación para escribir canciones. En nuestros comienzos nunca pensamos que eso tuviera que ver con una escuela de improvisación. Fue más tarde que descubrimos que había toda una historia de eso. Para mí fue muy excitante encontrarme con eso, especialmente porque era el modo en el que siempre habíamos construido nuestro material. La improvisación tiene dos caras: la composición instantánea, que requiere de mucho esfuerzo de concentración, y otra que tiene que ver más con lo físico, con la acción del ejecutante y el instrumento. Esta es la que más nos interesa.
–¿Cómo influye en la banda el trabajo que hacen por separado?
LR: Siempre lo explico de este modo: cuando empecé a hacer trabajos solistas, en la época de mi disco solista From here to infinity (1988), nosotros usábamos unas cintas en escena para poner entre medio de las canciones. Eran pequeñas cositas que sonaban muy cool, pero nunca se les prestaba atención porque estaban en medio de canciones de Sonic Youth. Entonces las saqué de ese contexto y armé el álbum a partir de ellas. A veces, con nuestro trabajo personal, lo que hacemos es tomar pequeñosaspectos de Sonic Youth e intentar desarrollarlos o explorarlos en otros contextos. Después, como trabajamos con otra gente fuera de la banda, aparecen ideas que llevamos a Sonic Youth. Es como un feedback. En los últimos años, mucho de ese material que hacíamos como solistas ha vuelto a ser desarrollado por la banda en los discos de improvisación que sacamos por nuestro sello, SYR (por Sonic Youth Records), o en los últimos álbumes, a partir de Washing machine (1996).
–En New York Ghosts... se siente bastante la influencia de la poesía beatnik. Pero parecen haber más relaciones entre Sonic Youth y ese movimiento: la tapa del álbum es un dibujo de William Burroughs; Lee impulsó un disco tributo a Jack Kerouac (A kick joy darkness); A thousand leaves traía una canción dedicada a Allen Ginsberg...
LR: A nosotros nos interesa mucho la literatura. Ciertamente nos gusta mucho el modo de escribir de los autores de la generación beat. Al ser personas que escribimos letras de canciones, miramos a la tradición literaria para hacer nuestro trabajo. Todos admiramos a songwriters que tienen letras interesantes, como Bob Dylan o Leonard Cohen.
TM: No es la única rama de la literatura que nos interesa, aunque es verdad que sentimos cierta afinidad con ella. Hay algo de relación entre esa voluntad de viajar y experimentar que tenían los beatniks, y el hecho de formar parte de una banda de rock.
LR: A lo largo de nuestra carrera, hemos tenido la suficiente suerte como para conocer, entre mucha otra gente, a Ginsberg y Burroughs. Nos hicimos amigos y pasamos cierto tiempo con ellos, intercambiando ideas. El hecho de que ambos fallecieron en el último tiempo es algo bastante pesado. Y muchas de las cosas de nuestro último disco tienen que ver con el interés en varios aspectos de la creación que han venido sucediendo en Nueva York desde los años 50. En música, literatura, pintura...
–Ranaldo visitó Buenos Aires como solista en 1998. Antes de eso, ¿sabían que tenían un público bastante numeroso en la Argentina? Incluso hubo un tributo a Sonic Youth y los Pixies.
TM: Sí, son tres casetes, los tengo en casa. Cuando los recibí, me sorprendió e impactó.
LR: Nosotros venimos de Brasil y ahí nos decían lo mismo. Hace diez años que nos invitan a venir a tocar en América del Sur, pero nunca podíamos encontrar tiempo en nuestra agenda para hacerlo. Por eso nos tomó tanto llegar hasta aquí. ¡Y espero que podamos volver antes de que pasen otros veinte años!

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