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FESTIVAL DE TEATRO DEL MERCOSUR, EN CORDOBA
Electra aún clama venganza

La puesta del clásico del grupo Atalaya, de Sevilla, compartió con �La Negra Ester�, del Gran Circo Teatro, el favoritismo del público.

Por Cecilia Hopkins
Desde Córdoba

t.gif (862 bytes)  La impactante Electra del grupo sevillano Atalaya y la festiva La Negra Ester, del conjunto chileno Gran Circo Teatro, fueron las propuestas más sólidas que ofreció el Festival de Teatro del Mercosur a lo largo de sus dos primeras jornadas. Y a juzgar por la cantidad de espectadores que colmaron las salas del Teatro Comedia y el Club Hindú, fueron también las favoritas del público al momento de elegir obra, dentro de una vasta programación, que continuará hasta el domingo que viene. La apuesta de Córdoba, especie de recuperación de su mítico Festival Internacional, discontinuado hace un lustro por problemas económicos, apunta a convertirse en la más importante de las del ramo en toda la Argentina, de acuerdo con lo visto. Lo del Mercosur es apenas un problema de nombre: en rigor, este es un Festival Internacional.
En el caso del aplaudido espectáculo español, la historia de la hija de Agamenón que trama vengar su muerte descargando su furia contra su madre se articula mediante una selección de fragmentos de Esquilo, Sófocles y Heiner Müller. El director, Ricardo Iniesta, consigue un montaje rítmico y potente al coordinar el discurso verbal con el movimiento, la danza y los cantos de los siete integrantes del grupo. A modo de contrapunto, un actor por vez toma el rol de solista frente a las acciones conjuntas del resto del elenco. Sobre el escenario vacío, seis bañeras metálicas en diferentes posiciones contienen a cada personaje. A partir de su manipulación surgen imágenes de valor simbólico según parezcan ataúdes, cunas o pedestales, además de servir a modo de instrumentos de percusión.
La Negra... por su parte es el resultado de la visión teatral del director Andrés Pérez Araya (ver recuadro) sobre el poema autobiográfico de Roberto Parra, hermano menor de Violeta, fallecido en 1995. Las décimas cuentan la historia de amor de un cantante popular y una prostituta ingenua y querendona. La puesta en escena organiza el relato en una serie desbocada de episodios en tono callejero con un trasfondo nítidamente marginal. Acompaña las alternativas del romance una orquesta de acordeones, banjo y trompeta que inicia la función con los primeros acordes del Himno Nacional Chileno, que interrumpen con brusquedad para seguir otros rumbos.
En calidad de grupo anfitrión, la Comedia Cordobesa repuso Sacco y Vanzetti, con dirección de Omar Viale, estrenada en la temporada pasada. Escrita por Mauricio Kartum, la obra da cuenta del largo proceso judicial que tuvo por víctimas a dos inmigrantes –un zapatero y un pescador, ambos italianos y anarquistas– en Estados Unidos, durante la década del 20. De espíritu marcadamente didáctico, la pieza presenta un mundo claramente dividido entre los corruptos y los codiciosos del poder y aquellos hombres contrarios a “todo aquello que violente la libertad”. No obstante el formato convencional de la puesta, el público manifestó con un prolongado aplauso su adhesión tras el encendido alegato de uno de los prisioneros, víctimas de las componendas entre jueces y fiscales.
El abuso del poder también fue el asunto central de Purolope, espectáculo del grupo cordobés Cirulaxia Contra-Ataca (uno de los baluartes del off local) que, a diferencia de la compañía anterior, se caracteriza por el acento renovador y experimental de sus propuestas, usualmente basadas en textos clásicos. En la sala que el grupo tiene cercana al río Suquía, esta insólita relectura de Fuenteovejuna, de Lope de Vega, situó la acción en el interior de un panal de abejas, justo después del ajusticiamiento popular contra el arbitrario Comendador del pueblo, núcleo de la trama original. Es entonces cuando las abejas obreras se ven envueltas en las promesas del zángano que las anima a trabajar sin descanso para construir una nueva colmena, “la más grande y más justa” sinsospechar que se avecina una nueva situación de sometimiento.
En este caso, la intención aleccionadora de la puesta potenció un juego actoral desbordante, basado en el original dispositivo de escena y en la caracterización de los personajes, obra de Javier y Elena Cerrada.

La universalidad chilena

Andrés Pérez Araya llevó a Buenos Aires el mismo espectáculo que presentó en este festival cuando formó parte de la comitiva cultural que acompañó al presidente chileno Ricardo Lagos en su primera visita a la Argentina. En conversación con Página/12, el director explica el fervor que despierta La Negra Ester: “Pasada la dictadura militar en Chile, esta obra tuvo la intención de tomar al sector marginal como el poseedor de una identidad latinoamericana fuerte, en contraposición a la ideología dominante que pone su atención a todo lo que viene de afuera. A tres meses de su estreno recorrimos con ella 30 países. Cuando Tolstoi aseguraba que reflejando la propia aldea se está pintando al mundo entero, estaba en lo cierto: La Negra... es tan chilena que se vuelve universal, con la musicalidad del acento popular, su música en vivo, su código callejero explícito”.

 

 

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