Ardores
Por
Antonio Dal Masetto
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En esta historia
yo no entro y sólo soy un distante seguidor de los acontecimientos
cuyos informes me llegan por un amigo que es vecino de la prima de la
nuera de una de las suegras que en Parque Patricios se reúnen para
solucionar los descalabros desencadenados a partir de que cierta pareja
decidió poner fin a su matrimonio.
El matrimonio estaba constituido por María y José. Empleados
ambos, casita modesta, tres hijos, Amanda de nueve, Javier de seis, Luis
de cuatro. Los detalles de la separación no vienen al caso y sólo
importa consignar que, cuando José arma las valijas y parte a vivir
solo, María le inicia juicio por alimentos.
El abogado de María se llama Ladislao Bustillo y después
de las primeras entrevistas descubre que su corazón comenzó
a latir con mucha fuerza y que acaba de enamorarse perdidamente de la
recién separada María. La invita a tomar café fuera
del estudio, le manifiesta sus sentimientos y sus muy serias intenciones.
Y para que la cosa no se empaste, para que los afectos no se mezclen con
la profesión, resuelve pasar el caso de la separación y
el reclamo de alimentos a su socia.
La socia de Ladislao Bustillo, que se llama Josefina Arévalo, toma
el caso, tiene un par de entrevistas con José y al cabo de las
charlas y algunos llamados telefónicos fuera de horario de trabajo
advierte que José es un hombre sumamente atractivo, sensible e
inteligente y ahora le toca a ella el turno de enamorarse.
Como es sabido, este tipo de cosas toma estado público rápidamente
y ahora en el estudio hay cierta incomodidad. Para evitar malos entendidos
y choques con su socio, también Josefina Arévalo decide
desprenderse del caso. (Murmuran las malas lenguas que antes de esto los
socios se entendían muy pero muy bien.)
Debemos aclarar que Ladislao Bustillo y Josefina Arévalo son separados
a su vez. Separados de una abogada y de un abogado. Con quienes tuvieron,
él tres hijos y ella cuatro. Ambos mantienen una relación
cordial con su ex esposa y esposo. Así que cada uno por su lado
le pide a su respectivo ex que se haga cargo del caso de María
y José.
La ex de Ladislao Bustillo se llama Diana López. El ex de Josefina
Arévalo se llama Mauricio Contreras. Pese a ser ambos del barrio
no se conocían, hasta que tienen un encuentro profesional para
discutir el caso de María y José y descubren que están
hechos el uno para el otro y se enamoran como caballos.
Así que estamos otra vez a punto cero y a esta altura los vecinos
se preguntan qué pasará y cuál será el próximo
capítulo de la historia. Este es el momento en que intervienen
las suegras que nombré al comienzo y que en total son seis, una
por cada interviniente en el embrollo amoroso. Están preocupadas
por sus nietos, que suman la bonita cantidad de diez hermosos inocentes.
Se reúnen a tomar mate todas las tardes en la casa de una de ellas,
que tiene un patio con una buena parra y está fresco. Eligen una
secretaria y se crea una asamblea permanente de suegras. Una de las suegras
que está peleada con el marido propone que de inmediato se repudien
a todos los hombres y se deje asentado en actas. Pero la moción
es rechazada por excesivamente extremista. Otra sugiere la conveniencia
de convocar también a los suegros. Nuevo rechazo: Lo único
que falta es que vengan los suegros y algunas de nosotras terminemos enamorándonos,
el barrio se ha puesto demasiado incandescente, todo el mundo se enamora
y hay que terminar con la plaga porque si esto sigue así va a ser
incontrolable. Otra sugiere hablar con don Chicho Mangiaferro, veterano
sindicalista del barrio, que siempre anda acompañado por dos secretarios,
y que además de levantar quiniela se dedica a escuchar las quejas
y las inquietudes de los vecinos y las va anotando en una libreta para
después tratar de resolverlas. La idea es pedirle a don Chicho
que visite al sector masculino de estas parejas que se han ido armando
y desarmando y les haga llegar su opinión contundente de hombre
experimentado. Mientras tanto las suegras redactan un volante que pegarán
en los árboles de las calles que dice: Basta de confusiones pasionales,
hay que evitar que terminemos todos cruzados como en tribu de conejos
porque se corre el riesgo de que los niños del futuro nazcan tarados.
Hasta hoy así es como están las cosas y nadie sabe qué
pasará mañana. Cabe consignar que trascendió una
noticia inquietante. Más de un testigo asegura haber visto a José,
a altas horas de la noche, saltar el tapial del fondo para ir a visitar
a escondidas a María.
REP
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